ENCUESTA
Así son los colombianos frente a la religión y la política
Un estudio muestra que el 85% de los colombianos considera que la religión es importante en sus vidas. El proceso de paz es más valorado por los ateos, y tiene una mejor imagen entre los católicos (37%), que entre los evangélicos (29%).
Desde el plebiscito del año pasado se habla mucho del impacto de la religión en la política nacional. En ese momento fue evidente que un amplio grupo de Iglesias evangélicas fueron claves en el triunfo del No. Pero la verdad es que los púlpitos, no solo los de los católicos sino los de los demás creyentes cristianos, siempre han interactuado con las plazas en Colombia.
Un reciente estudio del Centro Nacional de Consultoría, realizado entre el 15 y el 21 de junio en todo el país, corrobora esa conclusión. Ocho de cada diez colombianos consideran que la religión es importante en su vida, de los cuales siete son católicos y uno es evangélico. Pero ambos tienen concepciones distintas sobre la relación entre las iglesias y el poder, los candidatos presidenciales y la paz.
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Una explicación de las diferencias políticas entre católicos y evangélicos se encuentra en la manera como interpretan la existencia de Jesucristo y los postulados bíblicos. Mientras la mitad de los últimos considera que la Biblia es la palabra de Dios y debe entenderse literalmente, siete de cada diez católicos considera que aunque es la palabra divina, puede interpretarse. “Las personas que tienen una aproximación más férrea a las escrituras tienen actitudes políticas más radicales y menos conciliadoras, y son más proclives a que la opinión del pastor o el sacerdote los influya”, asegura María José Roldán, directora de estudios de la firma encuestadora.
En 2017 la fuerza de los evangélicos se sintió como nunca. Un mes antes de la votación del plebiscito inundaron las calles de las principales capitales del país para protestar contra un proyecto de cartillas de educación sexual del Ministerio de Educación. Posteriormente, muchos de ellos argumentaron que el enfoque de género de los acuerdos de paz atentaba contra la familia y vincularon el tema a una presunta política gubernamental para atacar los valores tradicionales. Pero no sucedió lo mismo con los católicos, cuya presencia no fue evidente en las calles. Además de que formalmente la jerarquía católica apoyó el Sí, eso puede deberse a que mientras solo una tercera parte de sus miembros asegura que la Iglesia debe participar en política, la mitad de los evangélicos considera que sus congregaciones deben hacerlo.
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Por regiones, la mayor presencia de quienes creen que la Biblia debe tomarse literalmente está en la costa Atlántica (60 por ciento), en la región oriental (55 por ciento) y la central (51 por ciento). En contraste, en Bogotá está el mayor número de creyentes que cree que la Biblia es sujeta a interpretaciones y que demuestra flexibilidad frente a sus postulados. Esta distribución regional coincide con las cifras sobre propensión al autoritarismo, también consignadas en una investigación del Centro Nacional de Consultoría, en donde el Caribe y Antioquia aparecen como las zonas del país en las que un mayor número de habitantes prefieren la mano dura a las libertades.
En términos del estado de ánimo frente al país, el estudio arroja que la mitad de las personas que consideran que las cosas van por mal camino –el 73 por ciento de la población—se ubica en el extremo en donde están los fieles con mayor compromiso religioso. En otras palabras, quienes más creen en la Biblia, menos fe tienen en el país.
Lo anterior tiene relación con las percepciones sobre el proceso de paz. Así, hay una mejor imagen del fin del conflicto entre los católicos (37 por ciento), que entre los evangélicos (29 por ciento). En contraste, los ateos son quienes más valoran la firma de la paz. Entre ellos, el acuerdo con las Farc tiene una imagen positiva del 49 por ciento.
Quienes más creen en la Biblia, menos fe tienen en el país.
Las diferencias entre evangélicos y católicos también se observan en su percepción sobre los personajes públicos, y Álvaro Uribe, Alejandro Ordóñez y Germán Vargas tienen un alto apoyo entre los primeros.
En términos de la intención de voto, entre los católicos gana Sergio Fajardo con un 15 por ciento, seguido de Gustavo Petro (12 por ciento) y Germán Vargas Lleras (11 por ciento). De mayor a menor intención de voto, entre los evangélicos aparece primero Vargas (14 por ciento), seguido de Roy Barreras –quien firmó un acuerdo con fieles antes de ser elegido senador en 2014 y en tercer lugar Fajardo, con el 10 por ciento.
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A partir de la última elección presidencial, las proyecciones indican que en 2018 saldrían a votar 2 millones y medio de católicos y 600.000 cristianos evangélicos, que representan la mitad de sus poblaciones. Ninguna de estas comunidades tiene la fuerza para elegir por sí sola un candidato, pero ambas incidirán en la elección. Sobre todo la evangélica, que es más cohesionada y activista. “Apoyamos la paz, pero creemos que como el de la justicia, que para nosotros son del orden moral y necesitan ser ajustados”, dijo el pastor John Milton Cárdenas a Semana. Por todo lo anterior, de cara a 2018 la evidencia demuestra que las estrategias de los candidatos tendrán que considerar que, en la coyuntura actual, la política también es un asunto de fe.