Sobrevivió para contar
“Como cuando te lanzas de un edificio”: el aterrador relato de tres jóvenes que cayeron por un abismo en los cerros de Bogotá
Hablan por primera vez los caminantes que sobrevivieron a una caída de 300 metros en el Cerro de la Cruz.
Han pasado nueve meses desde que Luisa Velandia, Jorge y Timoleón Silva sobrevivieron a una caída de 300 metros. Hoy, están parados en el mismo pico desde el que cayeron, seguros de que será la última vez que visitarán el lugar que los hacía tan felices en las ecocaminatas que realizaban al menos dos veces al año. Con nostalgia, divisan a la majestuosa Bogotá que está a sus pies. Respirar les cuesta, es producto de la altura de los 3.200 metros sobre el nivel del mar y las secuelas de un traumático día, del cual pensaron saldrían sin vida.
Era 11 de agosto de 2020, aproximadamente a las 10:00 de la mañana, la imagen que Jorge tiene en mente es cómo su hermano Timo, como le dice de cariño, y Luisa su amiga, descendía del cerro en Caída Libre. “Era como cuando te lanzas de un edificio”, describe Timo a SEMANA, mientras extiende sus brazos moviéndolos de lado a lado semejando la impotencia que sentía ese día sin detener donde agarrarse. “Mientras caía pensaba en mi hijo, de solo 8 años, y decía no lo voy a volver a ver, en ese momento chocaba con una roca y rebotaba, volvía y decía lo mismo, no voy a volver a ver a mi hijo”, la escena se repitió 5 veces en un periodo no superior a los 20 segundos, tiempo que tardó en llegar al fin del abismo.
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Jorge también pensaba en su hijo de 4 años, es padre soltero. “Yo no podía dejar a mi niño solo, nunca lo haría”. Luisa mientras caía no solo escuchaba quebrar los arbustos sino cada parte de su cuerpo sintió crujir la muñeca de su mano y algo en su espalda. Ella no tiene hijos, pero sí una mascota Hela, una perrita yorkshire que la acompañaba ese día en la caminata y quien al ver como su dueña se lanzó del cerro, ella también lo hizo.
¿Qué pasó minutos antes?
Luego de caminar por hora y media, jugar por el camino y tomar fotografías, de la cascada, el bosque de pinos y los paisajes llegaron al Alto de la Cruz, una estructura de metal que queda en el pico del cerro, esa que se ve desde Monserrate y que muchos se pregunta, ¿cómo llegar allí? En ese punto en específico quedan una las reliquias de una capilla construida hace más de 320 años. A pocos pasos un improvisado helipuerto sobre una gigante roca.
Al estar allí, estaban aparentemente solos, pero de la nada salieron cuatro hombres “sospechosos”, justo cuando uno de los hermanos había sacado el celular para responder una llamada del trabajo. “Eran muy extraños, teníamos la certeza de que nos iban a robar, quería proteger a Luisa”, dice Jorge, así que propuso que se escondieran en medio de un matorral al borde del abismo. Pasaron unos segundos y escucharon que los hombres estaban cerca a ellos. “Jorge dice ‘no hay de otra’ y se lanza, yo sin pensarlo lo seguí, me lancé pretendiendo controlar la caída con mis piernas, pero eso fue imposible”, narra Luisa.
¿En qué condiciones llegaron a la superficie?
Jorge alcanzó a quedar inconsciente por unos segundos tras sufrir un golpe en la cabeza. Al despertar vio a sus seres queridos cada uno tirado a dos metros de distancia. Ella no podía pararse. “El diagnóstico mío fue trauma cráneo encefálico, tenía fractura maxilofacial, tuve fractura de clavícula, fractura de muñeca izquierda. Y tenía inflamación en el pulmón derecho”, le cuenta Luisa a SEMANA.
Timoleón sentía dolor, pero podía caminar, sus heridas fueron menores. “Luisa me preguntaba, ¿cómo estoy, ¿cómo me veo?, yo le decía estás bien, pero en realidad la veía muy mal”, recuerda con voz entrecortada Timo. Él y su hermano empezaron a brindarle los primeros auxilios y a buscar una salida, pero era imposible lograrlo por sus propios medios, estaban completamente atrapados.
Jorge se movía de un lado a otro tratando de buscar soluciones, era él guía de la expedición, la adrenalina no le dejaba sentir dolor, pero luego de un tiempo se enteró de algo: “tenía todas las costillas fracturadas. Tenía un trauma craneoencefálico, trauma de tórax cerrado y tenía politraumatismos”, contó.
Hela, la perrita, literalmente cayó del cielo, solo tenía raspada su nariz, pero no tenía fracturas, siempre estuvo sobre el pecho de Luisa, dándole calor porque la temperatura corporal estaba bajando vertiginosamente.
Un rescate de película
A Timoleón se le perdió el celular en la caída, el operador de Luisa no tenía señal y el móvil de Jorge tenía poca carga, así que su puso su celular sobre una roca para coger una buena señal y desde ahí dar aviso a las autoridades. Llamó al 123, les envió sus coordenadas a la Policía Nacional, los Bomberos y la Defensa Civil. También a otro de sus hermanos (Óscar), quien conoce bien la ruta y podía guiar a los rescatistas. Efectivamente, Óscar subió cuatro veces durante toda la jornada de rescate que tardó hasta la madruga del día siguiente.
La operación estuvo a cargo del coronel Fernando Murillo, director de la Unidad de Operaciones Especiales en Emergencias y Desastres de la Policía Nacional, quien al ver la gravedad del accidente, coordinó helicópteros y personas expertas en rescate con cuerdas para la operación.
“Cuando yo vi que llegó el primer dron para ubicarnos, sentí que volví a vivir, y empecé a ondear una camiseta para que nos vieran”, relata Jorge. Eso sucedió sobre el medio día. Pero la misión era más difícil de lo que parecía. El patrullero Fernando Prada aseguró que era el rescate a más metros que se ha hecho. “Las cuerdas que nosotros tenemos son de 210 metros, más o menos, montamos esas cuerdas para hacer el rescate quedaron cortas, así que entonces nos tocó añadir otra cuerda para hacer el rescate”.
Ese tiempo era eterno para los caminantes, “yo todo el tiempo pensaba en Dios, y le pedía que me sacara con vida. El tiempo en ese momento es larguísimo”, dice Laura. Mientras tanto el patrullero Johan Fajardo quién fue el primero en descender lo hacía con la máxima precaución pues se iban desprendiendo rocas que podían en riesgo a quienes estuvieran abajo. Los bomberos y la Defensa Civil también velaban por el bienestar de las tres personas. “Uno asume la responsabilidad de esas tres vidas y solo espera devolverlas en perfectas condiciones a su familia”, dijo Murillo.
Debido a las múltiples fracturas de Luisa el ascenso se complicaba más, “Yo sentía que me ahogaba, me dolía el pecho. Ellos me decían que me calmara que todo iba a estar bien, me daban pedazos de chocolatina, se quitaban sus chaquetas para brindarle calor, me daban la esperanza de que sobreviviría”.
Ya se empezaba a oscurecer y sin luz del día no podían funcionar las aeronaves. Solo Luisa puedo ser trasladada al centro de Bogotá en helicóptero. Jorge y Timoleón tendrían que descender en una camilla, cargada por policías, durante más de cuatro horas, en medio de la maleza de la montaña y completamente a oscuras.
“Afortunadamente tenemos nuestras heroínas”, dijo Murillo, esas camillas con paciente a bordo pueden pesar 80 kilos, más la dificultad del terreno hizo que el rescate fuera realmente algo que pasara a la historia.
“Para mí es un milagro de Dios que ellos estén vivos y saber que yo participé en eso me llena de honor, de orgullo al ser Policía” Esto es muy gratificante dice la patrullera Camila Galindo, mientras se funde en un abrazo con las tres sobrevientas, meses después de la osadía al aceptar la invitación de SEMANA. Están de nuevo en el pico de la montaña, con Hela corrido alrededor de ellos. Y entre lágrimas se escucha la voz de los hermanos Silva, “gracias porque por ustedes pudimos volver a ver a nuestros hijos”.