'Así empezó todo' fue publicado en 2014. | Foto: Semana

ANIVERSARIO

El día que iniciaron las conversaciones secretas con las FARC hace cinco años

Semana.com reproduce un capítulo del libro 'Así Empezó Todo', en en el que Enrique Santos narra la tensión que se vivió en el primer acercamiento de los negociadores del gobierno con la guerrilla.

24 de febrero de 2017

24 de febrero:

llega el momento

A las 10:30 en punto estamos sentados en una reducida y alargada mesa en la Casa de Piedra. Al frente, a menos de dos metros, los delegados de las Farc; y en los dos extremos, los garantes de Noruega (Dag Nylander y Elizabeth Slaattum) y de Cuba (Carlos Fernández de Cossio y Abel García).

La sesión introductoria se inicia con palabras de bienvenida del delegado cubano, Fernández de Cossio, diplomático con amplia experiencia internacional y en negociaciones de paz. El hombre va al grano: Cuba quiere brindar lo necesario: garantías de seguridad y discreción para llevar acabo el encuentro exploratorio. Es un honor para ellos que 44 se lleven a cabo estos diálogos en su territorio. La paz de Colombia es prioridad para Cuba y hay precedentes de la participación cubana en este tipo de acercamientos.

La paz es de los colombianos y los garantes pueden apoyar y cooperar, pero no hacer la paz. Cuba cree en la integración latinoamericana, y para lograr esto se necesita la paz entre los países y dentro de los países. La paz de Colombia es necesaria para América Latina y para el Caribe.

Habla a continuación el delegado de Noruega, Dag Nylander, joven pero experimentado funcionario de su Cancillería, con mucho recorrido en el tema del conflicto armado colombiano.

Enumera entonces las razones de Noruega para participar en iniciativas de paz a nivel mundial: reducir el sufrimiento asociado a conflictos armados; convicción de que los conflictos se resuelven con diálogos; promoción de la paz a nivel mundial por razones de seguridad nacional propias. Las motivaciones de Noruega son tanto humanitarias como de interés propio.

La paz es una política de Estado de Noruega, con amplio apoyo de la sociedad. Su gobierno recibe muchas solicitudes de todo el mundo para promover iniciativas de paz. Antes de aceptarlas se evalúan varios puntos: motivaciones de las partes para entablar diálogos, coyuntura nacional e internacional que sea propicia para la paz, evaluación de quiénes son los otros garantes internacionales y evaluar si Noruega tiene alguna experiencia en el conflicto que hay 45 que resolver y la voluntad política necesaria para acompa- ñar el proceso hasta el final.

Noruega reconoce los riesgos políticos y personales que ambas partes han asumido para llegar a este encuentro exploratorio, y las felicita. El trabajo de su país es guiado por imparcialidad, transparencia y confidencialidad. Advierte que la imparcialidad no significa neutralidad frente a acciones moralmente cuestionables que puedan cometer las partes, de uno u otro lado.

Noruega no tiene la fórmula para llegar a la paz en Colombia. Se necesita un conocimiento profundo de las realidades del país. Gobierno y guerrilla tienen ese conocimiento y se espera que tengan la audacia para hacer la paz.

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Enrique Santos Calderón reunido con Timochenko y Carlos Lozada. Foto: NCprensa

El Gobierno muestra sus cartas

El ambiente es tenso, pero cada vez más relajado. Hacia las once de la mañana corresponde la intervención de los voceros del Gobierno de Colombia. Primero, palabras del delegado personal del Presidente. Me llega el momento. Hablo como veinte minutos (aquí cablegráficamente resumidos, el lector puede leer el texto completo que preparé para la ocasión en los anexos, p. 169) y empiezo con un recuento de mi historia personal acompañando iniciativas de paz del pasado.

Desde comienzos de los ochenta, como miembro de la primera Comisión de Diálogo con el M-19 y el Epl, en el gobierno Betancur, hasta finales de los noventa en el Caguán, en reuniones separadas con Joaquín Gómez y Alfonso Cano, de la cúpula de las Farc. Hago énfasis en que a estos últimos les insistí respecto a que, con sus desafueros durante el despeje del Caguán, las Farc estaban derechizando al país e iban a elegir a Álvaro Uribe, pero no pareció importarles.

He sido testigo directo de demasiados años del eterno proceso de diálogos frustrados. Una acumulación de fracasos que debe terminar ya. Son muchas las decepciones. Mucha la sangre derramada. Y muchos los cambios que en el entretanto han sucedido.

Es de realismo elemental entender el nuevo entorno internacional, regional y nacional. En lo internacional, un complejo panorama jurídico que pone delicadas limitaciones legales al gobierno colombiano. En lo regional, un entorno muy favorable a esta iniciativa de paz. En lo nacional, un clima adverso a nuevos diálogos con la guerrilla y a cualquier reedición de las experiencias del Caguán.

Les recalco que la hostilidad interna es real (no manipulada por los medios) y que cuenta con sectores beligerantes e influyentes. No se pueden subestimar las fuerzas opuestas a un diálogo, ni el terreno que están ganando. El espacio polí- tico para una negociación puede cerrarse cada vez más.

Pero, al mismo tiempo, hay factores excepcionalmente favorables que ellos deben entender. Lo entiende Juan Manuel Santos, que se juega una carta arriesgada y peligrosa. Tiene la visión histórica de que en su gobierno puede ci- 47 mentarse la paz en Colombia. Conozco a mi hermano. Es audaz y toma riesgos. Está dispuesto y por algo estamos aquí. Tiene mandato y capital político. Cuenta con gobernabilidad interna y credibilidad externa. Quiere invertirlas si encuentra disposición de ustedes. Si no, las invertirá en otras cosas. Este gobierno puede durar ocho años, pero no va a esperar indefinidamente.

En esta reunión, averigüemos si se puede, o no, vislumbrar la salida del conflicto armado. Existe una singular oportunidad, que puede ser la última. Aprovechar mientras dura esta excepcional coyuntura. Reconocer las nuevas realidades que ha introducido el Gobierno: viraje en política exterior, distanciamiento con Uribe, clima político diferente, reconocimiento del «conflicto armado», autocríticas del Estado, voluntad de corregir injusticias históricas...

Enfatizo el contexto regional favorable. Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina... Todos verían con buenos ojos que comenzaran diálogos de paz en Colombia. Les aseguro que Estados Unidos también y que Europa, ni hablar...

En el ámbito nacional, iniciativas como la Ley de Tierras y Víctimas crean nuevo ambiente político. Van a la nuez del conflicto, que es la tierra, pero tienen profundas resistencias. Será una prueba de fuego para el Gobierno, que tendrá que jugarse a fondo para volverla realidad. Significará pulso decisivo con el narcoparamilitarismo en zonas cruciales.

Ustedes pueden –les dije– jugar un papel en todo esto, porque tiene que ver con la esencia de su lucha agraria. De- 48 ben entender las posibles conexiones entre la agenda histórica de las Farc y lo que está planteando el Gobierno en cuanto a desarrollo del campo.

Hay que encontrar ya una «salida civilizada» del conflicto armado, como planteó su jefe Cano. Nos importa, como colombianos, que dejemos de matarnos. Queremos saber si ustedes creen que podemos avanzar en conversaciones distintas de las del pasado. Repetir experiencias de anteriores gobiernos no es una opción. Sería como si nada hubiera cambiado en Colombia ni en el mundo. Como si nada se hubiera aprendido de los fracasos.

Tenemos la esperanza de que sea esta vez diferente, y no los diálogos como forma de fortalecer su lucha militar. Si es así, si existe una visión compartida, no perdamos tiempo y arranquemos en esa dirección.

Ustedes tienen una existencia de medio siglo que, querámoslo o no, forma parte de la historia de Colombia. Y bases sociales, allí donde el Estado ha brillado por su ausencia. Hay más de una coincidencia en lo social y agrario entre la agenda de las Farc y lo que este gobierno se propone. Pero la agenda del país como tal debe ser la de no más despojos, no más corrupción, no más captación del Estado por grupos armados ilegales.

Las Farc han desaprovechado oportunidades históricas. La Constituyente del 91 o el despeje del Caguán bajo Pastrana, por ejemplo. Entretanto, se consolidaron paramilitarismo, narcotráfico, «bacrim», lo que hace más difíciles las salidas negociadas.  

Mi llamado sincero es a que no los deje otra vez el tren de la Historia. Cada vez será más difícil volver a montarse.

Miremos alrededor. Al mundo y a nuestro propio vecindario. ¿Cómo no ver que el escenario es el de la lucha política legal, abierta, de cara al pueblo?

Su historia está ligada a la lucha armada, pero esta es hoy un lastre fatal para sus metas políticas. No tiene futuro cuando se puede acceder al poder político, nacional o regional por las vías legales.

Así lo entendieron Eta en España, el Ira en Irlanda, el Epl maoísta de Nepal, la guerrilla islámica de Filipinas... Hay que mirar alrededor para ver a exguerrilleros en la jefatura del Estado de sus países. En Brasil, en Uruguay, en Nicaragua, en El Salvador... Bogotá, hoy gobernada por un ex M-19. El estigma no es haber empuñado las armas. Es no saber deponerlas.

Estamos aquí para averiguar si se puede poner fin al conflicto armado. Si ustedes comparten esta visión. Queremos creer que sí. Y que el momento es ahora. No lo dejemos pasar, les insisto. La nueva generación de colombianos juzgará si estuvimos a la altura de esta histórica oportunidad.

Sergio Jaramillo tiene ahora la palabra y, en su estilo sobrio y profesoral, el jefe de la delegación agradece de entrada el apoyo de Cuba, Noruega y Venezuela.

Reconoce que las Farc han mostrado seriedad y honrado su palabra hasta el momento. Como también la ha honrado el presidente Juan Manuel Santos.

Desde el comienzo deja en claro que no estamos aquí para exigirles nada o para pedirles que hagan esto o lo otro. Estamos aquí para explorar la posibilidad de terminar definitivamente el conflicto armado en Colombia. Con dignidad, con respeto, con realismo y con seriedad. Estamos aquí para eso. Y para nada más.

Pensamos que hay una singular oportunidad para salir del conflicto y queremos saber si ustedes piensan lo mismo, dice.

El Presidente está en una posición única: tiene un amplio apoyo popular y cómodas mayorías en el Congreso. Al haber sido exitoso ministro de Defensa tiene, además, autoridad y mando sobre las Fuerzas Militares.

Juan Manuel Santos no da pasos en falso, pero cuando ve un resultado posible se la juega a fondo. Sabe esto porque lleva cinco años trabajando muy cerca de él.

Advierte que la situación actual no se volverá a repetir. Por un lado, el entorno regional tan favorable en América Latina; y, por el otro, las políticas agresivas que adelanta el Gobierno para revertir las condiciones que han alimentado el conflicto (política de tierras, Ley de Víctimas, etcétera).

Estamos ante una decisión que deben tomar ustedes. ¿Quieren ser parte del problema o parte de la solución? Las oportunidades llegan y se van. La opinión pública es cada vez menos tolerante y así lo muestran las encuestas. Hay un problema de credibilidad. Y ustedes –les dijo– van a tener que ganarse el espacio de opinión. El secuestro ha dejado 51 una herida profunda en todos los colombianos. Ustedes tendrán que mirar qué acciones tomar. No demorar las liberaciones anunciadas, por ejemplo.

El espacio jurídico es cada vez menor. Luego de los tribunales de Yugoslavia, Ruanda y el Estatuto de Roma, la situación es otra porque hoy existe responsabilidad penal internacional individual por crímenes cometidos. Esto no depende del Gobierno. Son obligaciones internacionales. Y luego está el narcotráfico, que carcome todo.

Hay quienes apuestan a que el conflicto terminará en pura criminalidad. Nosotros le apostamos a una salida digna. Partimos de la base de que ustedes están dispuestos a tomar la decisión de renunciar a la lucha armada. Y tenemos claro que el fin del conflicto no consiste simplemente en la desmovilización de las Farc. Se requiere una serie de medidas políticas, sociales y jurídicas.

A pesar del clima adverso de la opinión pública, el Gobierno no vaciló para venir acá. A reunirse con ustedes. A aprovechar una oportunidad real de poner fin al conflicto. Preocupa que se dejen llevar por la tentación de utilizar el diálogo como espacio para visibilizarse, sin renunciar a la pretensión de toma del poder por las armas. Recomendamos dejar a un lado la tentación táctica, porque aquí estamos apuntando a lo estratégico.

Se trata de poner fin al conflicto con realismo y con dignidad, repitió Sergio. Estamos acá para ver si nos podemos poner de acuerdo en cuatro puntos: acordar que se trata de terminar el conflicto armado; definir cuáles son los puntos que se deben discutir para lograr un fin realista del mismo; definir las «reglas del juego» con que vamos a jugar; concretar el plan, tiempos y hoja de ruta.

Si lo vamos a hacer, debe ser de manera explícita. Nosotros vemos una posibilidad real de poner fin al conflicto con dignidad, concluyó.

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Las Farc responden

El turno les corresponde ahora a las Farc y, con voz pausada y tono menor, Mauricio Jaramillo, el comandante del Bloque Oriental, jefe de la delegación guerrillera, dice que ellos reconocen que las dos partes han cumplido lo que se acordó para llegar a este encuentro y agradecen a Cuba y Noruega por su apoyo.

Saludan que el Presidente ha hecho lo posible por cumplir y valoran en ese sentido la presencia de Enrique Santos. Las Farc no tienen temas vedados y creen que hoy hay voluntad del Gobierno. Asegura que ellos siempre han mostrado voluntad de paz.

Aclara que él no tiene una historia de participación activa en este tipo de eventos. Alfonso Cano fue uno de los principales promotores de la paz dentro de las Farc y, pese a su lamentable pérdida, aquí están para hacer lo posible para sacar esto adelante.

La confianza que ha depositado la población en quienes están en esta mesa es muy grande. El pueblo no aguanta más violencia.

Vamos a tener el tiempo para discutir todo y construir un verdadero acuerdo de voluntades. Con los planes trazados por el Gobierno, todo el mundo está esperando un cambio.

Hay mucha violencia y desplazamiento en el campo. El proceso tiene altibajos y muchos compromisos. Hay muchas cosas que hablar y precisar, dice, pero por ahora quiere dejar en claro que la voluntad política de las Farc es toda.

Hacia el mediodía hace uso de la palabra Rodrigo Granda (hoy figura como Ricardo Téllez), que, a diferencia de Mauricio Jaramillo, es un botafuego al hablar.

Las Farc no comenzaron esta violencia, dice categó- ricamente. Fue el Estado. No están de acuerdo en que esta sea la última oportunidad. Esto lo han oído de muchos gobiernos anteriores durante muchos años. Ellos no están cansados ni derrotados. Además, en este momento la crisis mundial del capitalismo es algo para tener en cuenta.

La meta suya es llegar al poder, pero la lucha armada no es la única forma de hacerlo. Si existen las garantías políticas para participar, pues listos. Pero ¿de qué democracia se habla si cuando trataron de participar los sacaron a tiro limpio? En el Putumayo, hoy les están dando bala a organizaciones de las comunidades que simpatizan con la izquierda revolucionaria.

Si el Gobierno tiene seriedad y está listo a proponer algo, pues que lo haga. Lo que no van a arriesgar las Farc es la seguridad de sus miembros. A plomo los sacaron del escenario político con la up. Él estaba en Medellín en esa época. ¿Qué canales de participación van a dar? ¿Qué garantías van a ofrecer? Juan Manuel Santos ha tomado algunas banderas que ellos tienen, pero el Gobierno no puede decir qué se va a hacer y qué no, ni cerrarles espacios a las Farc para sus propuestas.

Hay que mirar también temas como los «falsos positivos». Y las masacres que han cometido sucesivos gobiernos; por eso también se tiene que responder. Aquí Granda hace referencia a una columna «Contraescape» que yo escribí en febrero de 1987 sobre la Unión Patriótica. Ellos están aquí invitados por el Gobierno. Acompañan a Juan Manuel Santos a hacer historia, pero tiene que haber cambios profundos. No están cansados de la guerra, pero se puede evitar más sangre si se para la confrontación.

Si se puede llegar a acuerdos para evitar más muertes, están interesados en una solución. Les gusta este mecanismo exploratorio confidencial. Entienden que Juan Manuel Santos ha hecho gran esfuerzo para mandar esta delegación. Del Caguán hay mucho que no se ha dicho, continúa Granda. Hay cosas malas, pero también hay cosas buenas. Y no olvidar que la agenda del Caguán fue firmada por el Estado. ¿Se va a hablar solo de la desmovilización? ¿O de los problemas grandes donde las Farc pueden también ser constructoras?

El hecho de que estén aquí después de la muerte de unos camaradas muy valiosos –algo que ha podido hacer explotar este proceso– es muestra de que están en serio. Tienen gran aceptación en muchas áreas del país, así como también hay mucha gente que los odia. Pero son colombianos y quieren ver la paz en Colombia.

Hay que ver si estos pocos días son suficientes. Del afán no queda sino el cansancio. Toca escuchar qué es lo que el Gobierno ofrece. Lo que nos une es la terminación del conflicto. Y hay que hacer esto con seriedad, con objetividad y con realismo. A Tras esta intervención la sesión inaugural llega a su fin, hacia la una de la tarde.

La reunión se desarrolló en un ambiente distendido, con buen tono y lenguaje. Mauricio Jaramillo y Granda siguieron con mucha atención ambas intervenciones nuestras, mientras que Andrés París y Marcos Calarcá no pararon de tomar notas (está prohibido grabar). Antes de disolvernos, las Farc plantean que los garantes internacionales estén presentes en todas las sesiones y no solo en la inaugural y la final, como estaba inicialmente propuesto.

El cubano Fernández comenta que ellos están a 56 disposición de lo que decidamos. Sergio Jaramillo dice que eso lo hablamos por la tarde (aunque ya habíamos decidido que era conveniente la presencia de los testigos internacionales en todas las reuniones).

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Diálogos: qué viene tras el 23 de marzo

Foto: Semana.

La sesión de la tarde está prevista para las 2:30 p. m., pero se aplaza para las 3:00 p. m. porque el ministro de Relaciones de Cuba, Bruno Rodríguez, nos ha invitado a almorzar a Jaramillo, a Pearl y a mí. La cita es en una cercana casa de protocolo y allí nos recibe el joven canciller, que orienta la política exterior de Cuba.

En torno de una mesa de blancos manteles de lino con vista sobre El Laguito, hablamos con nuestro anfitrión sobre temas de la actualidad internacional: los problemas de Obama, el malestar social en Europa, la enfermedad de Chávez (quien, se nos informa, llega esta tarde a Cuba para continuar su tratamiento médico), las relaciones bilaterales, el papel de Estados Unidos y, por supuesto, en términos muy generales, del gran significado del diálogo que hoy han iniciado el Gobierno de Colombia y las Farc.

A las tres en punto estamos sentados de nuevo a la mesa de Casa de Piedra sin la presencia de los garantes internacionales, que se encuentran en el segundo piso a la espera de nuestra decisión. No tenemos objeción alguna –decimos– a que estén los internacionales, siempre y cuando sea como simples testigos.

No intervienen ni participan, salvo por petición expresa de las partes. Aclarado esto, cubanos y noruegos se unen a la mesa. Sergio propone que acordemos que la terminación del conflicto armado es un objetivo común del encuentro y que comencemos a desarrollar los puntos de una eventual agenda, fijando reglas del juego y una hoja de ruta.

Granda interrumpe para pedir que antes les aclararen cómo es la delegación del Gobierno y quiénes son los plenipotenciarios. Se les explica que el equipo técnico son Jaime Avendaño y Alejandro Eder, reforzados por Lucía Jaramillo. Los plenipotenciarios son Sergio Jaramillo y Frank Pearl.

Enrique Santos es delegado personal del Presidente y pidió expresamente no figurar como plenipotenciario por considerar que estos deben ser miembros del Gobierno y que su condición de hermano del Presidente le genera limitaciones y posibles incompatibilidades.

Manifiestan cierto desconcierto con esto y Granda pide que se me otorgue ese estatus. Sergio explica que esto es un formalismo innecesario y que lo que quiere decir plenipotenciario es simplemente que tiene la última palabra como representante del Gobierno.

Superado este punto, entramos en materia y arranca un sostenido y largo contrapunteo que habría de vaticinar las arduas sesiones por venir. Esa tarde tocamos por encima muchos de los temas candentes. Algunos de los cuales figurarían luego en la agenda acordada. Problema agrario, justicia transicional, participación social, garantías políticas, coca, narcotráfico, minería, víctimas, medios de comunicación, Fuerza Pública...

Nosotros insistimos en comenzar a definir los titulares que deben figurar en un acuerdo marco. En ser concretos, específicos y tener muy en cuenta el factor tiempo, que corría en contra del proceso. Ellos desde el inicio dan a entender que no tienen afán, que primero hay que aclarar muchas cosas, que no se puede desconocer todo lo del Caguán, que ellos fueron invitados a este encuentro por el Gobierno y que Juan Manuel Santos les había mandado decir en septiembre que su programa histórico de doce puntos (el que reiteraron hasta la saciedad durante los diálogos del Caguán) era «comprensible y obvio». Esto último desconcierta a más de uno de nuestra delegación. ¿A qué mensaje se referían? Todo indica que fue un equívoco en el inicial intercambio de razones entre el emisario de Pablo Catatumbo y el Gobierno, que no quiso decir lo que aparentemente dijo sobre los doce puntos de las Farc como «un programa mínimo».

La cosa no pasa a mayores, aunque esto lo sacarían a relucir más de una vez. Dicen que quieren escucharnos más, pero antes proponen un «esqueleto de temas» para hablar de manera «cruda, clara y sin barnices».

Estamos de acuerdo y queremos escuchar qué piensan sobre los puntos de coincidencia que podemos tener. Sergio y Frank les explican que el Gobierno está desarrollando una serie de políticas en distintos frentes para la consolidación de la paz. En el tema del despojo de la tierra, por ejemplo, está poniendo en marcha medidas para frenar y revertir eso, así como programas de erradicación manual acompañados de desarrollo integral para afrontar el problema de los cultivos de coca. Se les informa en detalle, además, de la ley de desarrollo rural que el Gobierno va a presentar ante el Congreso.

En este tema, yo comento que la seguridad física del campesinado despojado también es un desafío para el Gobierno, que no puede seguir tolerando el asesinato de voceros de la restitución de tierras. En cuanto a la participación política, deben saber que el Gobierno tiene un proyecto de ley con un estatuto de garantías para la oposición. De otro lado, la justicia transicional requiere esclarecimiento del pasado, lo que el Gobierno está haciendo con la creación del Centro de Memoria Histórica. Y, por supuesto, está la cuestión central de las víctimas, pues en Colombia no se puede hablar de la terminación del conflicto sin hablar de víctimas.

Se trata –enfatiza Sergio– de un paquete integral, donde las medidas se refuerzan e implementan de manera simultánea. La delegación de las Farc escucha atentamente y dice que ese paquete debe plantearse entero antes de ellos opinar, pero comienzan a expresar dudas y objeciones. Mauricio dice que en el Guaviare y otras zonas hay mucha coca y lo que se ve son bombardeos y fumigaciones, pero no desarrollo. Describe los estragos ecológicos de las aspersiones con glifosato en regiones cocaleras y denuncia que en otras zonas del país la gente no puede vender leche o maíz sin una certificación de las multinacionales.

Granda se manifiesta de acuerdo con la ley de restitución, pero cuestiona que Juan Manuel Santos tenga la voluntad para hacer una reforma agraria integral. Sobre la justicia transicional (jt), dice que no puede estar colgando sobre sus cabezas como una espada de Damocles y duda de que con la Constitución del 91 se pueda garantizar el interés supremo de la paz en Colombia. Y vuelve sobre las causas de fondo del conflicto, que hay que abordar para poder resolverlo. París sostiene con vehemencia que no es gratuito que la lucha armada se haya mantenido tanto tiempo y que las Farc nunca aceptarán algo que huela a rendición.

Jaramillo, el nuestro, insiste en que la justicia transicional no es un asunto arbitrario del Gobierno, pues tiene que ver con compromisos internacionales, el tema de víctimas y el esclarecimiento de la verdad. Frank Pearl añade que lo que se busca es un balance entre los cuatro factores de la jt –verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición– y que esto no es tarea exclusiva del Gobierno, sino también de ellos y de la sociedad en su conjunto.

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Surge aquí el tema de la participación social y ellos hablan de hacer un referendo o plebiscito para darle piso a lo que se pacte. Estamos de acuerdo en que sin consenso social no hay pacto de paz posible, pero advirtiendo que un referendo por sí solo tal vez no resuelve el problema jurídico, por los compromisos que obligan a Colombia a cumplir con el Derecho Internacional Humanitario.

La reunión sigue con puntadas de parte y parte sobre temas que ellos espontáneamente plantean. Que las Farc se consideran víctimas del Estado; que tanto Gobierno como ellos, y los sectores democráticos en general, tendrán que enfrentar a la extrema derecha enemiga de la paz; que hay que ver qué doctrina militar se va a aplicar en Colombia y si en un eventual posconflicto se justifica un Ejército de 500 mil hombres...

Un verdadero coctel temático que anticipa la diferencia de concepción que nos separa sobre casi todos los puntos. Como hemos acordado que se puede hablar libremente y con derecho a interrumpir, cada cual –ellos y nosotros– mete la cucharada o echa su perorata. A A las 4:30 p. m. acordamos un receso para café y cigarrillo.

En la sesión matutina se había fumado sin parar (de nuestro lado, solo yo), pero, por petición de los garantes (la noruega Elizabeth estaba embarazada), decidimos que solo habría humo durante los coffee breaks. Aprovecho la pausa para hablar de tú a tú con Mauricio y encuentro a un hombre atento y cauteloso, que mide bien sus palabras.

Él sabe que carga con el liderazgo de su equipo y representa la entraña militar de las Farc. Me reitera el compromiso profundo de su organización con la paz y se muestra molesto y un tanto desconcertado con la permanente y fogosa retórica del ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, contra las Farc.

Le digo que no hay que pararle tantas bolas a eso, que forma parte del discurso de quien representa al estamento castrense, y le insisto más bien en que ellos tienen que dar pasos y hacer gestos para ganar legitimidad pública y política. Por ejemplo, liberar cuanto antes a todos los secuestrados y miembros de la Fuerza Pública aún en su poder, tal como lo habían prometido.

Le reitero que conozco a mi hermano y que está dispuesto a jugársela por sacar adelante este proceso. Pero que hay que entender las limitaciones del Gobierno, sus dificultades internas y el complicado clima de opinión, que se muestra adverso a diálogos con concesiones a la guerrilla. Es necesario ir creando, pues, un consenso político y social más favorable para que, si logramos un acuerdo, este no caiga en el vacío cuando se le anuncie al país.

Me dice que sí entiende todo esto, pero que las Farc también deben crear su consenso interno con mandos y «guerrillerada», y la delegación de La Habana tendrá que estar consultando.

Volvemos a la mesa, donde la discusión se reinicia animada, pero cordial. Sobre el problema de la coca se explayan con argumentos varios, muchos de ellos válidos. Un tema –dicen– son los cultivos y otro, el narcotráfico, contra el cual sí se requieren medidas coercitivas. La gente que siembra coca viene de dos o tres desplazamientos y lo que necesita no es represión y fumigación, sino real sustitución de cultivos con desarrollo e infraestructura, para que sea viable, eficaz y les permita mejorar de vida.

La producción de coca no es una política de las Farc y si se enteran de que alguien de la organización lo está haciendo, lo sancionan. Niegan enfáticamente que sean narcotraficantes, pero que otro cuento es pelear una guerra, para la cual toca cobrar impuestos. A ellos nadie les regala las armas.

Recuerdan que durante los diálogos del Caguán, Marulanda planteó una propuesta de erradicación sin represión con base en un plan piloto en Cartagena del Chairá, pero que la sabotearon con «el escándalo del collar bomba».

El tema de la coca nos lleva a los de medioambiente y frontera agrícola y, por supuesto, al asunto caliente del momento: la minería. Viene fuerte discusión sobre todas las variantes del fenómeno en Colombia: la legal, la artesanal, la ilegal...

Frank, en ese entonces ministro de Ambiente, arremete contra la «minería criminal», lo que genera enérgica respuesta de Mauricio, quien no acepta que se criminalice a gente que recurre a la minería artesanal para sobrevivir, o porque les militarizaron las zonas donde antes habitaban. Los criminales –dice– son las empresas transnacionales que están sacando el oro y quedándose con la tierra. Pearl hace entonces un resumen de la política minera y medioambiental del Gobierno.

Asegura que no está autorizando explotación minera en zonas de reserva naturales y que está negando licencias de operación o de expansión a empresas que no cumplan con proyectos sociales o metas ambientales.

De ahí brincamos al tema de la participación política, sobre el cual nos interesa mucho oír sus inquietudes. Y aquí tienen mucho que decir. Empezando por la trágica experiencia de la Unión Patriótica (up), que tienen grabada con hierro candente en la memoria. Sus alegatos son extensos.

Dicen que habrá que ver cómo se amplía la democracia en el país porque ellos trataron con la up y los masacraron. Perdieron a una generación de amigos. Aquí todo lo que sea de la izquierda revolucionaria (no la «cooptada», como califican a los grupos armados que se desmovilizaron: M-19, Epl, Prt, Quintín Lame) es tildado de guerrillero y perseguido. Como está sucediendo hoy en Meta, Caquetá, Arauca, Antioquia...

Los triunfos electorales de la up en 1986 fueron recibidos a tiros y muchos no pudieron ni posesionarse. El Estado participó en esas matanzas. Muchos de sus compañeros, que eran protegidos por el Das, fueron delatados con información entregada por sus propios protectores para que los mataran.

Granda cuenta que estaba de jefe de la up en Medellín para las elecciones de marzo del 86 cuando le informaron que a un muchacho de la Juco (Juventud Comunista) y a su padre, que habían sido elegidos concejales de Fredonia, los mataron. Era el comienzo de la guerra contra la up, con todas sus matanzas. Insiste en que esas eran las garantías: tres metros para que los enterraran. Ningún tiro se perdió. Donde disparaban caía alguien. El Estado, quieto mientras mataban a cinco mil personas. A muchos les tocó correr y terminar en las Farc por defensa propia.

Tras escucharlos a todos, indagamos sobre el error que cometieron las Farc al montar un partido político y mantenerse en armas; y si esto, y la continuación del secuestro, no fue una fatal provocación que luego pagaron con sangre los miembros de la up.

Su respuesta a este interrogante, que planteamos más de una vez, transluce cierta ambigüedad. Por un lado, que no; que la up no estaba armada, que la política del establecimiento era su eliminación física porque había cogido vuelo... Pero que, por otro lado, se haya identificado a la up con la combinación de todas las formas de lucha sí ha podido ser un error...

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Volvemos al punto de las garantías y reclaman que los dejen hacer política para ver si la gente los quiere o no los quiere. Que les han puesto una mordaza y no tienen acceso a los medios de comunicación. Les recuerdo que durante la época del despeje del Caguán yo le ofrecí a Alfonso Cano una columna mensual en El Tiempo para que las Farc plantearan sus puntos de vista y que él envió una, que se publicó (con reacción muy adversa de los lectores, dicho sea de paso), pero que luego no aceptó la propuesta de regularizarla. Como no aceptó una de rcn de participar en un debate por televisión con Carlos Casta- ño.

Comentaron que «muy interesante eso», pero no más. Con el ánimo de aterrizar el tema, les pedimos que nos digan más concretamente qué significa tener garantías. Advirtiendo que es discusión para profundizar más adelante en la mesa, nos sueltan un amplio anticipo: tener acceso igualitario a los medios masivos; que no haya persecución política y se respete la vida de quienes están en la oposición; que se den condiciones electorales especiales durante un tiempo; que de verdad sea un proceso democrático, porque los costos de una campaña electoral, el fraude y la corrupción no lo permiten. Ya oscurece y es hora de ir cerrando esta primera sesión exploratoria.

Sergio, que ha venido asumiendo con lucidez su rol de jefe del equipo del Gobierno, dice que hay que ir recogiendo los temas, y que así como hoy hablamos de participación de las Farc en política, reforma agrícola, coca, minería ilegal, necesitamos saber qué piensan sobre la combinación de las formas de lucha.

Porque para el Gobierno todo esto es sobre la base de que ellos ya tomaron, o están tomando, o van a tomar, la decisión de dejar las armas y reincorporarse a la vida civil. Rodrigo Granda, que ha llevado la voz cantante de las Farc, afirma que lo del desarme no hay que entenderlo como un acto único, sino como un proceso; y si al final del proceso todo se cumple, ¿qué necesidad tienen de seguir echando tiros?

Asegura que el de hoy ha sido un ejercicio muy productivo, y recomienda que mañana sigamos hablando en la misma tónica. Todos de acuerdo. Se les recuerda, a manera de despedida, que hay que buscar un acuerdo marco de varios componentes que, una vez aprobados, se aplicarían al mismo tiempo. Y que el tiempo apremia. A las seis y media se levanta la sesión y quedamos en reanudar mañana, a las nueve en punto.