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Su majestad la red: así ha cambiado la política

La política, el Gobierno y la ciudadanía jamás volverán a ser las mismas. Facebook, Twitter y otras cambiaron para siempre la relación entre la gente y sus gobernantes. Así han visto ese cambio los colombianos.

9 de febrero de 2019
Vía Twitter convocaron las manifestaciones contra el fiscal general el mes pasado. A su vez, fueron tendencia. | Foto: Diana Rey

Pocas cosas han transformado tanto la política como las redes sociales. En una década, la posibilidad de que cada persona se convierta en un medio de comunicación, y que Facebook, Twitter y WhatsApp permitan la instantaneidad, ha revolucionado el ejercicio del poder. Algunas veces, las nuevas prácticas son más democráticas, públicas y abiertas. Pero en otras favorecen el autoritarismo y la desinformación. Recientemente, en Colombia el poder de Twitter se ha visto materializado en dinámicas de control social, en la manera de hacer las campañas políticas, en el activismo ciudadano y en las formas de relación de los políticos entre sí, con la gente y con los medios.

En materia de control social, en menos de dos meses las redes tumbaron el nombramiento de dos candidatos a dirigir el Centro Nacional de Memoria Histórica. Al historiador Mario Javier Pacheco le sacaron en cara haber dicho, en alguna columna digital, que las Farc tenían “infiltrada” esa entidad. A Vicente Torrijos le hicieron viral una investigación que tenía abierta en la Universidad del Rosario. Y ahora, a Darío Acevedo –próximo a posesionarse en el cargo– lo tienen a punto de tirar la toalla. El lunes de la semana pasada, el portal Cuestión Pública sacó a la luz unos trinos del historiador en los que niega la existencia del conflicto armado. Horas después, influenciadores de la talla del abogado Ramiro Bejarano, el senador Iván Cepeda y el periodista Juan Pablo Calvás replicaron esos trinos. El presidente Iván Duque podría no ceder en el tercer intento de poner a alguien en el cargo. Pero, en todo caso, los internautas le generaron un problema de legitimidad al nuevo director del Centro, alertaron a la comunidad académica y motivaron a las víctimas a oponerse al nombramiento. Acevedo no la tendrá fácil.

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La salida de Juan Pablo Bieri de la gerencia de RTVC ofrece otro ejemplo de la presión de las redes. Algunos productores ya venían con críticas sobre los nuevos esquemas que estaba montando Bieri en la radio y la televisión públicas. Pero el debate sobre su papel se armó cuando Santiago Rivas publicó en redes que le habían suspendido una temporada de Los puros criollos. Muy poca gente conocía el programa, pero las redes casi explotan para pedir la salida del director porque había ejercido censura. Se encendieron aún más cuando La Pulla –el programa digital de El Espectador– publicó unos audios en los que Bieri criticaba a Rivas y ordenaba sacarlo del aire con el argumento de que criticaba a su empleador. El presidente no quería aceptar la renuncia de Bieri, e incluso la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez opinó en un trino que no había motivo para sacarlo. Pero al final la presión social ganó y Duque terminó por aceptar la renuncia.

Foto: La horizontalidad del movimiento estudiantil fue posible gracias a las redes sociales.

Las redes también potencian el activismo trasladado a las calles. Los líderes del movimiento estudiantil que llevó al gobierno a aumentar el presupuesto en educación reconocen que lo coordinaron por esas plataformas.

Pero también sirven para mejorar comportamientos: los ciudadanos por su conducto censuraron los actos de vandalismo que algunos cometieron en las marchas. De la misma manera denunciaron comportamientos del Esmad, como el que llevó a que Esteban Mosquera, estudiante de la Universidad del Cauca, perdiera un ojo. Cuando eso sucedió, miles de perfiles de Twitter pusieron la foto de la cara de Esteban en el perfil.

Antes de ese movimiento, otras causas ya habían logrado hacer convocatorias masivas. Las más recordadas, las marchas promovidas por el uribismo contra la ‘ideología de género’ en los meses previos al plebiscito por la paz y la movilización a favor del acuerdo con las Farc después de que ganó el No en ese plebiscito.

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En cuanto a los políticos, las redes cambiaron el mundo de las campañas. Eso comenzó a suceder en 2008, cuando Antanas Mockus decidió lanzarse a la Presidencia y activó Facebook como el principal mecanismo para sumar adeptos.

Eso se tradujo en la Ola Verde de 2010. Aunque terminó por ser más digital que real, se convirtió en un hito ciudadano. En ese año y en 2014, por primera vez los candidatos presidenciales tuvieron asesores digitales. Y en 2018, los aspirantes equipararon las calles al mundo virtual. Las redes de las campañas se inundaron de fotos de Germán Vargas, Sergio Fajardo, Gustavo Petro e Iván Duque, con las que los candidatos buscaban mostrar que convocaban más.

Tiene un sentido muy democrático que las redes impulsen la movilización y el control social, e involucren a la gente con las dinámicas políticas. De hecho, algunos consideran al mundo digital una especie de ágora política, a la que tienen acceso los ciudadanos sin distinción de edad, formación o nivel socioeconómico para expresar sus preferencias abiertamente. Es común ver perfiles de personas que se definen como ‘mamertas’ o de derecha, sin hipocresía alguna.

Foto:Las movilizaciones en oposición al acto del ELN contra la Escuela General Santander, convocadas en las redes, aglutinaron a todas las fuerzas políticas.

Pero las redes también van en contravía de lo políticamente correcto. Permiten el anonimato, aseguran espacios de intervención cortos y limitados, sus usuarios se valoran entre sí según su número de seguidores y simpatizantes, y tienden también a suscitar expresiones simplistas y autoritarias

Los expertos en Twitter, por ejemplo, lo definen como un medio para quejarse, mientras que Facebook está más abierto a las propuestas, e Instagram a la amabilidad. WhatsApp, formalmente no considerado una red social, es un gran canal de comunicación, pero también puede difundir con gran eficiencia las noticias falsas. Recientemente, un hombre murió linchado en Bogotá por una cadena que lo acusaba falsamente de haber abusado de un menor. Como ese, en materia política, hay miles de casos. Las redes no exigen contrapesos y generan tendencias sin importar si las promueven activistas, gente del común o robots.

Más allá de sus ventajas o desventajas, la comunicación por medio de las redes sociales es una realidad. Según los últimos datos del Dane sobre penetración digital, en 2017, el 81,5 por ciento de las personas de 5 años y más que usaron internet en Colombia lo hicieron para entrar a redes sociales. El 71 por ciento de los colombianos tiene un teléfono inteligente. Cerca de cuatro millones de personas usan Twitter y más de 15 millones tienen cuenta en Facebook. Colombia es el país número 14 en el mundo en el uso de esta red social.

También hay que preguntarse por el papel de las redes en la construcción de consensos. Desde que salieron los resultados electorales de Iván Duque y Gustavo Petro, el país entró en una dinámica de polarización política poco antes vista. En el Congreso, en la calle y en el mundo digital se enfrentan día tras día dos sistemas de valores antagónicos, alejados del centro político. Para evaluar los retos que plantean las redes a la democracia, SEMANA convocó a un ejercicio de diálogo entre improbables, políticos y tuiteros, cuyas conclusiones aparecen en las páginas anteriores.