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¿Cómo operaban los espías rusos en Colombia? Tenemos mapas, videos y fotografías exclusivas
La Operación Enigma, que duró dos años, descubrió que los diplomáticos Belousov y Paristov se extralimitaban en sus funciones y realizaban espionaje a importantes empresas públicas y privadas del país.
Con la Operación Enigma, la inteligencia colombiana siguió casi cuerpo a cuerpo a dos diplomáticos rusos que se movían sigilosamente como espías en Bogotá. Quizá lo que más llamó la atención de los miembros de inteligencia fueron los exóticos desplazamientos de Aleksandr Nikolayevich Belousov y Aleksandr Paristov. Su táctica era sorprendente y propia de una película de espionaje.
Primero hay que decir que estos diplomáticos no eran una rueda suelta ni actuaban a nombre propio, pues formaban parte del GRU (Servicio de Inteligencia Militar), que se concentra en la búsqueda de información de alto valor en materia militar, y del SVR (Servicio de Inteligencia Extranjera), que enfoca su actividad en recolectar información y desarrollar operaciones de influencia política, económica, científica y de diversas áreas de interés para el Kremlin.
Pues bien, estos hombres tenían como objetivo conseguir información, especialmente, sobre la infraestructura energética de Colombia, la capacidad en tecnología e incluso tenían intereses en la inteligencia militar del país. En manos de las autoridades colombianas están los mapas de los desplazamientos que los rusos hacían de hasta cinco y seis horas antes de cada reunión con sus fuentes humanas, aunque casi todas las reuniones eran citadas a pocas cuadras de la sede de su embajada en Bogotá.
Los rusos tenían una táctica específica que seguían milimétricamente. El día de la cita en la que obtendrían información, salían muy temprano de la sede diplomática. Por lo general andaban solos, tomaban diferentes vehículos, se dirigían a concurridos barrios de Bogotá, visitaban pequeñas cafeterías, hacían alguna compra, caminaban cuadras y cuadras, todo esto para detectar o evitar cualquier seguimiento. Finalmente, tras varias horas de recorrido, regresaban muy cerca de la embajada rusa para reunirse con su fuente, tomar la información y pagar altas sumas de dinero por el servicio.
Belousov y Paristov se movían por la zona de la Basílica Menor de Nuestra Señora de Lourdes, caminaban por Chapinero, recorrían los barrios El Retiro y El Nogal, la zona de la Universidad Sergio Arboleda y el Antiguo Country.
Cada seguimiento que realizaba la inteligencia colombiana era dispendioso, al fin y al cabo la Operación Enigma duró más de setecientos días. Requerían hasta siete vehículos, cuatro motocicletas, drones y decenas de agentes con la más alta calificación en inteligencia.
La Operación Enigma fue efectiva. Los rusos no pudieron evitar que la inteligencia colombiana pudiera infiltrar sus fuentes humanas. SEMANA tiene en su poder todos los videos, audios y fotografías, incluso, con las identidades de los ciudadanos que pasaban información a los rusos en territorio colombiano. Sabemos que entre estas fuentes había altos funcionarios de empresas petroleras y energéticas que operan en Colombia, que tenían información privilegiada de entidades privadas y públicas del país. Dichas identidades serán mantenidas en reserva para no entorpecer las investigaciones.
Muchos de estos encuentros entre los diplomáticos rusos y sus fuentes se realizaron en centros comerciales, cafeterías o simplemente en la calle, en un intercambio rápido de información y dinero. Los investigadores detectaron que la táctica de los rusos era tan exacta y perfecta, que si tenían una leve sospecha de seguimientos en sus largos recorridos, abortaban su cita y toda la operación volvía a empezar. Eran tan cuidadosos, que no usaban sus teléfonos para hacer sus contactos o recibir información.
Una de las conclusiones de la Operación Enigma es que todo esto no se trataba de un trabajo de espionaje individual, sino que era un plan organizado y estructurado por las agencias de inteligencia rusas que, como es sabido, no se mueven sin una orden directa del Kremlin.
Y una de las cosas más graves de toda esta novela de espías es que los diplomáticos rusos violaron los estatutos contemplados en la Convención de Viena sobre las relaciones diplomáticas.
La decisión de pedir la salida de los diplomáticos rusos se tomó cuando la Cancillería y el Gobierno estuvieron informados de todos los resultados de la operación de contraespionaje. Estaba claro que los espías rusos representaban un peligro para la seguridad nacional.