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Cómo Rodríguez Orejuela se inventó el mercado de la droga en Europa aprovechando la mala hora de Escobar y los hermanos Ochoa
El Cartel de Cali se alió con contrabandistas de tabaco en España y la mafia italiana para inundar de cocaína Europa y otras partes del mundo.
A sus 83 años, murió este miércoles Gilberto Rodríguez Orejuela, quien estaba preso en una cárcel federal de Butner, en Carolina del Norte, Estados Unidos. Junto con su hermano Miguel, lideró el Cartel de Cali, que se dice llegó a controlar hasta el 80 % de la cocaína exportada a Estados Unidos, después de la muerte de Pablo Escobar en 1993.
Aunque Escobar pudo haber acaparado los titulares en todo el mundo, fue el Cartel de Cali el que realmente revolucionó el comercio internacional de drogas y lo convirtió en una empresa criminal multinacional global. La cocaína colombiana llegó no solo a Estados Unidos sino también a Europa y otras partes del mundo.
¿Cómo lo lograron? En 1984 el ahora fallecido Gilberto hizo un viaje a España que ayudó a alimentar un problema de abuso de drogas que los europeos se han visto obligados a enfrentar desde entonces. Dijo que fue a ese país de vacaciones, pero como hombre de negocios oscuros, en realidad estaba buscando nuevos mercados para su cocaína.
De acuerdo con Ron Chepesiuk, autor del libro Narcos Inc: The Rise and Fall of the Cali Cartel, en el cual se basa parte de la tercera temporada de la popular serie de Netflix Narcos, a mediados de la década de 1980 el mercado estadounidense de cocaína estaba saturado. El precio de venta de la droga en la calle había bajado casi dos tercios, mientras que la cocaína se vendía cuatro veces más en las calles de Belfast, Dublín, Berlín y Londres.
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Por eso, el Cartel de Cali desarrolló una relación de trabajo con contrabandistas de tabaco de Galicia en España, quienes conocían bien la costa de la región y las instalaciones de almacenamiento que podrían usarse para contrabandear drogas ilícitas. Al principio, el cartel comenzó a usar botes para recoger la droga de los barcos de alta mar y llevarla a tierra, y para lavar su dinero, el cartel estableció una red de cuentas entre bancos españoles y panameños e invirtió en bienes raíces.
Gradualmente, el Cartel de Cali se acercó a las comunidades de inmigrantes en Europa para desarrollar la infraestructura y redes de distribución similares a las que habían establecido en Estados Unidos y América Latina.
El Cartel de Cali desarrolló una alianza estratégica con la poderosa mafia italiana, particularmente la llamada Camorra. Cali suministró la cocaína y la mafia italiana se encargó de la distribución. Las dos organizaciones se llevaban bien, su relación se fortaleció en parte por su amor mutuo por el fútbol y el respeto de Cali por el estilo criminal de la mafia italiana.
A los pocos años de la visita de Gilberto a España, el Cartel de Cali estaba firmemente establecido en Europa, pero recién estaba comenzando. Dos eventos importantes incrementaron dramáticamente el potencial de expansión del cartel en Europa. El primero fue el colapso del comunismo, que siguió a la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética el 1 de enero de 1993. El segundo fue el advenimiento de un continente sin fronteras luego de que se eliminaran las barreras comerciales europeas en 1992.
Tras la caída del Muro de Berlín, los primeros vínculos que se establecieron entre Oriente y Occidente fueron los de los sindicatos del crimen organizado. El Cartel de Cali y otros grupos criminales importantes, como las mafias rusa e italiana, comenzaron a celebrar cumbres a principios de la década de 1990 para ver cómo podían cooperar mejor para promover sus intereses criminales.
La colaboración no tardó mucho en dar resultados. En los tres primeros meses de 1993 se incautaron unos 2.300 kilogramos de cocaína. En un período correspondiente a 1994, esa cifra saltó a 4.200 kilogramos, relató Chepesiuk.
A principios de la década de 1990, los colombianos formaron una alianza particularmente lucrativa con criminales emprendedores de Liverpool, liderados por el exladrón Curtis Warren, quien era un traficante de drogas nato: trabajador, atractivo, astuto, intrépido y despiadado. Tenía contactos en todas partes, incluidos Belfast y Dublín.
A través de contactos personales, Warren conoció en Ámsterdam a un joven sudamericano llamado Mario Halley, una especie de vendedor europeo del Cartel de Cali, y pronto estaba organizando gigantescos envíos de cocaína sellada dentro de pesados lingotes de plomo.
En 1992, los funcionarios de aduanas incautaron una carga de 905 kilos, el mayor de un solo recorrido encontrado en el Reino Unido hasta ese momento. Según el libro de Chepesiuk, Warren fue absuelto en la corte y reubicado en los Países Bajos, desde donde continuó inundando su país de origen con cocaína, heroína, éxtasis y cannabis hasta su eventual captura en octubre de 1996.
A mediados de la década de 1990, aproximadamente una década después de que Gilberto Rodríguez Orejuela viajara a España, el Cartel de Cali tenía un alcance global que quizás no tenía paralelo en la historia del crimen organizado. En Colombia, el cartel de Medellín estaba contra las cuerdas. Pablo Escobar estaba escondido, los hermanos Ochoa estaban en la cárcel y el socio de Escobar, Rodríguez Gacha, estaba muerto. El Cartel de Cali, por otro lado, parecía intocable. Dominaba el tráfico de cocaína y parecía no tener límites en su crecimiento como multinacional del crimen.
Pero el Cartel de Cali pronto dejaría de existir, derribado a mediados de los 90 en la investigación más grande y más larga en la historia de la DEA. Los hermanos Rodríguez Orejuela fueron extraditados a los Estados Unidos a mediados de la década de 2000 y este miércoles falleció uno de ellos en una cárcel federal de Butner.