PORTADA
¿Cuál es la mejor estrategia para reabrir el país?
La progresiva reactivación económica en medio de la pandemia será inevitable. ¿Se puede hacer sin perjudicar la salud de los colombianos?
Después de un mes de cuarentena obligada, los colombianos le están dando vueltas a una sola pregunta: ¿hasta cuándo? La respuesta no es fácil. El presidente Iván Duque ya dio la puntada de lo que se viene para el país con la ‘cuarentena inteligente’, una figura salomónica que busca mantener el difícil equilibrio entre salud y economía, entre aislamiento y recuperación.
Las presiones para abrir la nación son muy fuertes y vienen de todos lados. La economía necesita oxígeno, y lo reclaman desde los vendedores ambulantes hasta los grandes empresarios. Pero también hay miedo. Los epidemiólogos saben que lo peor está por venir. El virus está en su periodo de crecimiento exponencial y faltan todavía algunos días para que llegue a su pico. Por ahora, lo único cierto es que los tiempos de la economía coinciden con los de la pandemia y se entrelazan como dos luchadores de yudo donde resulta difícil separarlos. En marzo el PIB del país se desplomó y, según el propio ministro de Hacienda, este año va a tener el peor trimestre económico de la historia.
Y esto solo con un mes de confinamiento, porque cualquier escenario de un encierro prolongado tendría consecutivas sociales y económicas irreparables. Incluido el desafío de tener que decidir qué hacer con colegios y universidades, considerado un riesgoso vector de contagio asintomático. En el ramo educativo, la precaria conectividad y la falta de recursos de muchos sectores de la población, en particular la rural, generan una profunda desigualdad en el acceso a la educación.
Cómo lograr entonces que el país empiece a funcionar y al mismo tiempo mantener la pandemia controlada. Es decir, cómo convivir con el virus sin apagar a Colombia. ¿Es eso posible? ¿Cómo se lograría?
Las lecciones de afuera
Las puertas de este gran confinamiento global ya empezaron a abrirse. Las naciones más golpeadas de Europa, como Italia y España, ya permiten el funcionamiento de ciertos sectores económicos. En Italia, donde van 172.434 contagiados y más de 22.700 muertos, el Gobierno decidió esta semana abrir algunos negocios como papelerías, librerías y hasta ferreterías, pero las fábricas siguen cerradas hasta el 3 de mayo. Y en España, a pesar de que siguen muriendo más de 400 personas al día, hace pocos días empezaron a abrir gradualmente sectores de manufactura, construcción y servicios que no pueden operar virtualmente. En Alemania, una reunión entre la canciller Angela Merkel y los jefes de Gobiernos regionales decidió una apertura escalonada y cuidadosa del comercio y los colegios a partir del 4 de mayo. En los países nórdicos, donde la cuarentena no ha sido tan estricta, ya permiten salir a los parques y comienzan a reabrir colegios, guarderías y algunos comercios. Estas políticas han ido acompañadas de comités científicos de cada nación que le llevan el pulso a la curva de contagios, que viene en descenso hace ya varios días en Europa.
Quizá en el Viejo Continente solo Francia prolongó el confinamiento obligatorio hasta el 11 de mayo. El Gobierno quería tener más evidencia epidemiológica sobre los niveles de contagio.
Ninguna de estas decisiones está exenta de riesgo. En Singapur, un país minúsculo y estricto, que era ejemplo en el manejo de la pandemia, el Gobierno tuvo que volver a imponer una cuarentena debido a un rebrote del virus por la vía de los migrantes que trabajan en la construcción. En Wuhan, China –donde todo empezó– la vida se reabrió pero no volvió a la normalidad, ya que mucha gente no quiere salir y persiste el miedo al contagio. Así sucede también en Corea del Sur, donde están verificando si 90 personas que tuvieron el virus recayeron, con lo cual ha crecido el temor de una reinfección en esa nación.
El ministro de Salud, Fernando Ruiz, habló de una apertura gradual de la economía sujeta al comportamiento del virus.
El riesgo del rebrote siempre penderá como una espada de Damocles sobre el corazón de la reactivación económica y el regreso a una nueva normalidad. Lo cierto es que la decisión de empezar a abrir de nuevo, que han tomado los países europeos y asiáticos, ha dependido de cuatro variables: 1) los positivos efectos de la cuarentena en reducir el contagio, 2) la capacidad de los sistemas de salud para atender a los enfermos, 3) los niveles de pruebas de la población para contener el virus y 4) los estrictos protocolos para volver a salir a trabajar. Y el quinto, quizás no escrito pero esencial, tiene que ver con los niveles de cultura ciudadana y disciplina social para respetar las reglas y evitar nuevos contagios.
En Colombia, el Gobierno trabaja desde hace algunos días con el sector privado y de la mano de expertos en salud para definir cómo reabrirá el país. Como el presidente Iván Duque fijó el 26 de abril para terminar la primera fase del aislamiento, varios equipos determinan a marchas forzadas las condiciones y requisitos que habrá que cumplir. Coordinado por el Consejo Privado de Competitividad, en ese equipo trabajan, además, diversos gremios de la producción, así como altos funcionarios del Gobierno. El ministro de Salud dijo esta semana que la mayor parte del país deberá seguir en cuarentena, pero el 26 empezará una apertura gradual y cuidadosa de ciertos sectores de la economía.
"Cuando Duque tomó la decisión de cerrar el país, seguro pensó que era la más difícil de su mandato. Pero había una peor: cuándo reabrirlo".
Hasta ahora han planteado unos criterios y protocolos para determinar los sectores que podrán reiniciar labores en la nueva fase de aislamiento inteligente. En términos generales, tendrán en cuenta factores como los modelos productivos, la posibilidad de mantener patrones de aislamiento en espacios laborales y no laborales, el aporte al PIB, sus encadenamientos productivos, su generación de empleo, entre otros.
El proceso avanzará paso a paso y con la condición de que cada ramo tenga aprobado su respectivo protocolo de bioseguridad con las autoridades competentes, como el Instituto Nacional de Salud (INS). Así mismo, que las empresas ejerzan una autorregulación estricta para cumplirlos al pie de la letra. Esta semana reinició labores el sector de infraestructura, que por desarrollar su actividad a cielo abierto y en lugares apartados tiene menor impacto. Todo indica que seguirá el ramo de la construcción de vivienda (ver recuadro).
Un panorama sombrío
Es claro que la salud va primero, pero la reapertura en Colombia y en la región no da demasiada espera. En efecto, la informalidad pide a gritos volver a la calle, y el sector privado vive con respirador artificial y se le acaba el oxígeno.
En cuestión de un mes, la pandemia ha pulverizado todos los récords del desastre y las proyecciones para este año muestran que 2020 será un año negro para la historia. El PIB por habitante va a decrecer en 170 países y la economía mundial se contraerá un 3 por ciento, según el Fondo Monetario Internacional, para el que será la “peor recesión desde la Gran Depresión”. Las naciones que más afectarían el crecimiento mundial serían Italia, con -9,1 por ciento; España, con -8 por ciento; Francia, -7,2 por ciento; Alemania, -7 por ciento; y Reino Unido, con -6,5 por ciento. Para Estados Unidos proyectan una contracción de -5,9, mientras que para China pronostican un crecimiento de 1,2 por ciento al cierre de 2020.
Tendencias
Las imágenes de las calles desoladas esconden un drama económico.
Para América Latina estiman un decrecimiento del 5,2 por ciento, y Colombia sale mejor librado que los países grandes de la región. Brasil caerá 5,3 por ciento; México, 6,6 por ciento; Argentina, 5,7 por ciento; Chile y Perú, 4,5; y Colombia se contraería un 2,4 por ciento. El Banco Mundial también recortó sus proyecciones y espera una caída del 2 por ciento para la nación, frente a un desplome de 4,6 por ciento en América Latina.
Se trata de pronósticos con una alta dosis de incertidumbre, porque nadie sabe a ciencia cierta cómo se va a comportar la pandemia mientras llega la vacuna o los medicamentos para tratarla. Y porque nuevos confinamientos o rebrotes podrían golpear aún más las cifras ya proyectadas.
El impacto económico y social tiene tal magnitud que estas circunstancias extremas permiten entender lo que significa el contacto social y la interdependencia comercial para la supervivencia de los países. En Italia, la octava economía del mundo, en solo seis meses han perdido 45.000 millones de dólares de riqueza, equivalente a todo el PIB de Bolivia, de acuerdo con el Centro de Estudios de Confindustria (CSC).
En Estados Unidos, en cuestión de tres semanas han registrado más de 22 millones de solicitudes de subsidios de desempleo, algo que no había ocurrido nunca en tan poco tiempo. Según estimaciones, la tasa de desocupación podría pasar del 3,5 al 20 por ciento. Para la Organización Internacional del Trabajo, la pandemia destruirá más de 195 millones de empleos de tiempo completo en el mundo en los próximos tres meses, un efecto devastador no experimentado desde la Segunda Guerra Mundial.
En Wuhan, donde todo empezó, la ciudad ya reabrió, pero no todo volvió a la normalidad. Hoy continúan los controles y la gente sigue temerosa.
Ante la magnitud del colapso, las naciones productoras de petróleo dejaron momentáneamente sus rivalidades políticas –Trump llamó a Putin– y acordaron bajar la producción de crudo en 10 millones de barriles. Pero esto no le hizo ni cosquillas al mercado. El precio del barril sigue por los 25 dólares, sin mucha perspectiva de que suba más allá de los 35 dólares ante el brutal golpe que ha recibido el consumo en el mundo. Eso es una muy mala noticia para Colombia, cuyas exportaciones de petróleo representan una tercera parte de las ventas totales al exterior y donde el crudo ha alcanzado a representar hasta una cuarta parte de los ingresos del Gobierno.
"La consigna general es que todos los colombianos que puedan seguir trabajando en casa lo hagan el mayor tiempo posible".
Cómo responderá Colombia
El país, a pesar de esta tragedia global, tiene dos factores que lo dejan mejor parado que las demás naciones del hemisferio. El primero, que su situación económica es mejor que la de otros países de América Latina. Y segundo, que tomó rápidamente decisiones contra la pandemia y hoy es reconocida como una de las naciones que mejor la ha enfrentado.
Los colegios y las universidades regresarían a clase en el segundo semestre si la curva de contagio se controla, dado que los jóvenes son un vector asintomático del virus.
No obstante, esos puntos de apoyo no significan un respiro. Tan solo en cuatro semanas de cuarentena, los efectos sociales y laborales han devastado a los trabajadores independientes e informales, así como a las microempresas, que representan el 92 por ciento del tejido empresarial del país.
El sector productivo está en cuidados intensivos y pide salvavidas a los cuatro vientos. Una encuesta realizada por Confecámaras a más de 9.000 empresas reveló que 94 por ciento reporta una reducción dramática en sus ventas desde el aislamiento. Y estima que, si se extiende, podría mantener su nómina máximo entre uno y dos meses. Esto significa que las compañías ya se están quedando sin plata para pagar el salario y las prestaciones de sus trabajadores.
La Andi confirmó esa situación al asegurar que el 60 por ciento de las empresas tiene flujo de caja de un mes o menos para pagar la nómina. Casi el 30 por ciento no puede pagar más de un mes de salario y el 56 por ciento tiene para dos meses antes de quedarse sin liquidez, dice el gremio empresarial. Y ya pasó un mes.
Bruce Mac Master, presidente de la Andi.
Por eso, Acopi, gremio que representa a las micro, pequeñas y medianas empresas, ha insistido en que el Gobierno nacional subsidie la nómina para generar la liquidez que requieren 1,6 millones de Mipymes y mantener la capacidad de compra de 8,3 millones de trabajadores. Eso evitaría la debacle financiera en este crucial ramo de la economía que genera el 80 por ciento del empleo en Colombia.
Entre los sectores que la pasan más mal están los bares y restaurantes. Los gremios que representan estos negocios le han pedido al Gobierno congelar los cánones de arrendamiento de los locales, así no sea en su totalidad, para que los establecimientos no se llenen de deudas y tengan que cerrar. Fenalco, el gremio de los comerciantes, pidió incluso modificar las condiciones de los contratos laborales mientras dura la crisis, a fin de garantizar que se mantenga la nómina.
Para no mencionar los sectores que dependen de la aglomeración de personas como los eventos y espectáculos, los parques de diversiones, hoteles, gimnasios, casinos y conciertos, entre muchos otros. Un estudio de la Universidad de los Andes indica que habría más de 9 millones de empleados en estas actividades paralizadas, con lo que el desempleo podría elevarse a niveles insospechados.
El Gobierno ha anunciado todo tipo de medidas para evitar que las empresas despidan a sus trabajadores. Ha incentivado adoptar esquemas de vacaciones anticipadas y trabajo en casa, y lanzó una ambiciosa línea de crédito por medio de Bancóldex que incluye garantías hasta del 90 por ciento por medio del Fondo Nacional de Garantías, con el objetivo de que los bancos les sigan prestando a las compañías en problemas para el pago de nómina. También les difirió el pago de impuestos, y aplazó el pago de las contribuciones a pensiones por un par de meses. Así mismo, el Gobierno creó programas para apoyar a personas no cubiertas por los planes sociales del Estado, como Ingreso Solidario, entre muchas otras medidas.
Los sectores del comercio, el entretenimiento y la cultura, que viven de la afluencia de gente, son algunos de los más golpeados con esta pandemia.
A pesar de los enormes esfuerzos, nada parece suficiente. Hay quejas de que las líneas de crédito especial no fluyen fácilmente en los bancos, que los giros tardan en llegar a la población más vulnerable y que parte de la gente necesitada no está recibiendo los mercados. Todos los sectores reclaman medidas más concretas y ayudas efectivas para mejorar la liquidez y no quebrar. Las necesidades ciertamente son descomunales, pero los recursos no son infinitos.
¿Cuándo abrir?
Para la reapertura, la clave está en desarrollar una estrategia masiva de pruebas y rastreo de la población. Es la única manera de establecer la verdadera prevalencia de la enfermedad y desarrollar aislamientos focalizados y selectivos, junto con un robusto sistema de monitoreo para evitar rebrotes del virus y nuevos confinamientos.
Las pruebas a la población para detectar a los infectados y aislarlos son determinantes para controlar la pandemia y reactivar el país. Hoy se hacen 1.083 por millón de habitantes, pero se necesitan más de 5.000 para conocer la dispersión del virus.
Es fundamental entender que la cuarentena es una forma de ganar tiempo y aplanar la curva mientras crece la capacidad instalada del sistema de salud y se desarrolla una infraestructura efectiva de pruebas del virus. Antes de la cuarentena, el índice de contagio estaba en 2,4 personas, es decir que cada individuo infectado contagiaba a 2,4. Hoy, con la cuarentena está en 1,6 (y decreciendo) y el objetivo es bajarlo a 1.
En el estado actual de la epidemia hay que detectar quién es portador, pues eso ayudaría a abrir la economía con mayor seguridad. Para eso es necesario hacer más pruebas de PCR o las llamadas moleculares. Hasta hoy han hecho 52.085 en el país, alrededor de 1.083 por cada millón de habitantes. De acuerdo con algunos, esa cifra es baja, pues para conocer la dispersión del virus hay que hacer 5.000 pruebas por millón de habitantes.
En Bogotá han realizado 2.216 por cada millón, lo cual no es un mal número, pero resulta insuficiente. El INS anunció que este frente va a mejorar gracias a que de 32 departamentos, 10 han logrado desarrollar capacidad diagnóstica. Además, para el regreso de ciertos sectores a la economía planea examinar a casi 100.000 trabajadores de la infraestructura, el agro, las cárceles, así como al personal de salud, entre otros.
Las pruebas pasan por cuatro etapas en su proceso. Actualmente, el cuello de botella está en el segundo paso, el momento más difícil y complejo, ya que es cuando se hace la extracción del RNA viral. Es el nudo gordiano porque tanto en el INS como en la Secretaría de Salud de Bogotá no hay suficientes reactivos para la máquina que hace este proceso. Esos cartuchos en realidad están desabastecidos en el mundo y no se consiguen. En foros, algunos expertos, como el exministro Mauricio Cárdenas, han propuesto que las compañías farmacéuticas liberen la patente del reactivo con el fin de tener la receta para producirlo en Colombia. Otra alternativa es ahorrar reactivo, como hacen en Chile y otros países de la región. Eso se logra al introducir al menos cinco personas en la misma prueba: si dan negativo, se resuelve la situación de ese grupo con una sola prueba; y si dan positivo, las repiten a cada uno. Eso evitaría perder tanto material biológico escaso en pruebas negativas.
"El primer sector que ya abrió fue el de infraestructura por sus condiciones de cielo abierto, lejanía e impacto en la economía. Le seguirá la construcción de vivienda".
En Colombia, el INS ha certificado 37 laboratorios en diez departamentos, que ya son autosuficientes para realizar los test y ayudan a descongestionar el grave cuello de botella que hay en esa materia. El gran reto es que la biología molecular y la tecnología contribuyan en la estrategia general contra la epidemia, el mismo camino que lideran Alemania, Corea y Singapur.
Por lo pronto, el confinamiento ha servido para darle tiempo al sistema de salud de prepararse para lo que viene. El objetivo es en menos de diez semanas triplicar la capacidad hospitalaria de la nación y, en particular, pasar de 5.350 a más 8.000 camas en unidades de cuidados intensivos (UCI). De la misma manera, el país debe tener más de 13.350 respiradores para los pacientes críticos, aparatos hoy escasos y caros en el mundo. Dotar de uci y proteger el personal médico también se han vuelto indispensable a la hora de preparar la primera línea de defensa contra la covid-19. Para esto habrá que alinear a los alcaldes y gobernadores con las decisiones del Gobierno.
El presidente Duque dijo que la fase 2 sería una cuarentena inteligente, con equilibrio entre aislamiento y recuperación económica.
La economía en Colombia, como ocurre en el mundo, se está empezando a abrir. La pregunta es cómo, qué sectores, a qué ritmo y en qué condiciones para proteger la vida y la salud de los colombianos, pero así mismo cuidar el empleo y el tejido social y empresarial.
Cómo reactivar la economía
Durante la cuarentena no todo el país paró. Cerca de 7,5 millones de colombianos tuvieron que seguir trabajando en los sectores esenciales de salud, alimentos, agro, transporte, logística, telecomunicaciones y servicios públicos, entre otros. La decisión de empezar a reactivar el aparato productivo se hará gradualmente y con estrictos protocolos de bioseguridad.
Sandra Forero, presidenta de CAMACOL.
El Gobierno lleva trabajando varias semanas con el sector privado, encabezado por el Consejo Privado de Competitividad y el Consejo Gremial, junto con epidemiólogos y expertos de la salud, para establecer las nuevas reglas del juego que protejan la salud de los trabajadores que reiniciarán sus labores. Cada uno de los gremios o sectores productivos presenta sus propuestas porque conoce los riesgos y características del trabajo de sus empresas, y a instancias de los comités público-privados, analizan los protocolos y definen las reglas que deben cumplir.
En el agro, por ejemplo, los cafeteros se preparan desde hace algunas semanas para definir los protocolos de sanidad de 135.000 recolectores que esta semana empiezan a recoger una cosecha de más de 6,5 millones de sacos, cuando los precios están en uno de sus mejores momentos.
La semana pasada el sector de infraestructura se convirtió en el primero de la economía en reabrir. Era uno de los que venía impulsando la economía y generando empleo. El año pasado creció 10,7 por ciento y respondió por cerca del 6,8 por ciento de la ocupación en la nación. Y al ser obras a cielo abierto, las posibilidades de contagio son menores a las de otras actividades.
José Manuel Restrepo, ministro de comercio.
Además, la reactivación de obras como vías, puentes y carreteras tiene un importante impacto regional y jalona la ejecución de las regalías. El Ministerio de Transporte lanzó incluso su campaña ‘Héroes en la vía’ para exaltar el trabajo y sacrificio de quienes no han parado o están empezando a hacerlo.
Juan Martín Caicedo Ferrer, presidente de la Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI), dice que había alrededor de 1.025 proyectos de obras civiles suspendidos en el país por un total de 30 billones de pesos. De estos, el 26 por ciento corresponde a iniciativas en cabeza de entidades regionales o municipales. Ya esta semana varias obras se reactivaron.
Juan Martín Caicedo, presidente de la CCI.
Para hacerlo tuvieron que cumplir protocolos de operación en temas de seguridad e higiene, limpieza y desinfección, detección temprana y respuesta inmediata, así como restricciones de comportamiento social dentro y fuera de entornos de trabajo. De esta manera tendrán que proceder todos los sectores que quieran volver a operar.
Las empresas que esperan reabrir deberán trabajar de la mano del INS y el MinSalud para implantar los protocolos en fábricas y oficinas, establecer horarios y controlar el estado de salud de los empleados. Aquí la autorregulación del sector privado será determinante.
"En la fase 2 de cuarentena inteligente algunos sectores y empresas arrancarán de manera gradual y al ritmo que lo indiquen las pruebas de monitoreo del virus".
En esta fase 2, de aislamiento inteligente, algunos sectores y empresas arrancarán de manera escalonada y al ritmo que indiquen las pruebas y las curvas de contagio.
Con toda seguridad se mantendrá el aislamiento para los más vulnerables: adultos mayores de 65 años y enfermos crónicos o de base. Y dado que los niños y jóvenes son vectores de contagio asintomático, ya se anunció que colegios y universidades reiniciarían, por ahora, en el segundo semestre.
La consigna general es que todos aquellos que puedan seguir trabajando desde la casa lo hagan el mayor tiempo posible. Eso significa varios meses más.
Ángela maría orozco Ministra de Transporte.
Los sectores más perjudicados son aquellos que viven de la afluencia de público o de la alta interacción de personas, tales como eventos corporativos, bares, conciertos y fútbol, que seguirán paralizados indefinidamente.
En Alemania, país ejemplo en el manejo de la pandemia, el Gobierno piensa reabrir estos sectores de alto riesgo en septiembre si todo está bajo control. Tristemente, la cultura y el entretenimiento en vivo han recibido con este virus un golpe que los ha mandado a la lona, al menos por un tiempo, y necesitarán un salvavidas temporal.
“La estrategia es mantener el aislamiento preventivo obligatorio para grupos específicos y cuarentena a toda la población, con opción de apertura global muy sistemática, gradual y controlada de sectores de la economía, pero si se genera riesgo volverá a haber cierre”, advirtió el ministro de Salud, Fernando Ruiz.
En Europa, la semana pasada varios países empezaron a abrir lentamente sus economías, como Italia, España y los nórdicos. En Alemania, Angela Merkel decidió que a partir del 4 de mayo reabrirán gradualmente colegios y comercio.
Los detalles estarán en un decreto que alista el presidente, con la asesoría de epidemiólogos. Los protocolos de bioseguridad regularán la actividad económica y social, así como el día a día para los funcionarios públicos.
Escuche el pódcast sobre la procedencia del coronavirus en Colombia
Comportamientos como solidaridad, colaboración y disciplina social, en una nación no reconocida precisamente por su cultura ciudadana, serán vitales para lo que viene. “Este va a ser el más grande reto de nuestra historia: por un lado enfrentar la pandemia y por otro lado, recuperar a Colombia, la economía, los empleos, nuestra motivación social”, aseguró Duque.
Por áreas de la economía, la situación es la siguiente. El Gobierno estudia la reapertura de los centros comerciales, pero con condiciones. Los locales deberán controlar el ingreso de clientes y habrá protocolos. Por ejemplo, los almacenes de ropa no podrán manipular algunos productos.
En la industria aeronáutica, una de las más golpeadas, los vuelos internacionales seguirán prohibidos por un tiempo adicional. Esto tiene que ver también con que la mayoría de los aeropuertos del mundo están cerrados. Por ahora, el Ministerio de Transporte evalúa la posibilidad de hacer vuelos nacionales, aunque la decisión final dependerá del control de la curva de contagio. El Gobierno revisa los protocolos, pues hay temores de que lleguen vuelos a zonas que siguen sin reportar personas contagiadas de coronavirus.
Entre las limitaciones, de autorizar de nuevo los vuelos nacionales, está la prohibición de usar las sillas centrales. Es decir, las empresas solo podrían vender los asientos en la ventana y al lado de los pasillos. También será obligatorio usar el tapabocas y las azafatas no podrán servir alimentos. Una de las opciones es contar con controles de temperatura en las terminales aéreas, como ocurre en China.
En el transporte masivo también están evaluando, en ciudades como Bogotá, horarios variables y capacidad máxima de 30 por ciento de los buses para evitar una masiva afluencia de pasajeros en TransMilenio.
Julián Domínguez, presidente de Confecámaras.
Por eso, el plan apunta a que la gente conviva en una “nueva normalidad”, expresión acuñada por la Organización Mundial de la Salud. Colombia mira, como el periódico de ayer, lo que han decidido países como España y Alemania, para levantar paulatinamente algunas restricciones.
Frente al trabajo de los informales y los independientes, el Gobierno no ha mencionado hasta ahora qué hará después del 27. Por lo pronto, ha destinado ayudas como Ingreso Solidario y Familias en Acción para atenderlos. Pero la población reclama cada vez más, y ya comienzan los cacerolazos y las manifestaciones sociales por más ayuda y comida, como ha sucedido en el sur de Bogotá.
Crisis y oportunidad
Más allá de la angustia y el miedo que ha despertado este implacable virus global, su devastador paso ha dejado en evidencia muchos problemas estructurales no resueltos, que reflejan la fragilidad de los países, las instituciones y las sociedades. El matoneo de las naciones poderosas sobre las débiles en la rapiña por los materiales para defenderse de la pandemia; las profundas desigualdades sociales, no solo en los países pobres y emergentes; la creciente estigmatización, y hasta la evidencia de que a pesar de los avances tecnológicos –supuestamente el gran elixir de la modernidad–, en un abrir y cerrar de ojos la humanidad puede volver a la edad de piedra.
Esta pandemia tendrá uno de sus mayores efectos sobre el empleo. En la crisis que vivió Colombia en 1999, el desempleo llegó a 20 por ciento y el país tardó una década en bajarlo a la mitad.
Para Colombia, quizá el reto más grande una vez atienda el desafío humanitario y encuentre la manera de ir reactivando la economía es recuperar el empleo. En la crisis hipotecaria de finales de los noventa el desempleo alcanzó casi un 20 por ciento, y el país tardó más de una década en llevarlo nuevamente a niveles de un dígito. Con más de 9 millones de trabajadores en sectores totalmente paralizados, esta crisis tiene pronósticos inciertos. Pero todo indica que podría batir todos los récords.
Sin embargo, este difícil momento también es una oportunidad para tomar decisiones de otra manera imposibles o económicamente inviables. En momentos en los que urge encontrar nuevos horarios laborales, tener menos gente en las oficinas, y preservar el trabajo, es necesario plantear el debate sobre una flexibilización laboral que proteja el empleo. Con los altos niveles de contagio de los billetes, la coyuntura es ideal para minimizar el uso de dinero en efectivo y así darle un golpe a la yugular al contrabando y el narcotráfico. O, dada la necesidad de liquidez y el nuevo paradigma de endeudamiento global, es la oportunidad para invertir en grande en proyectos que modernicen la nación y generen empleo al mejor estilo de Roosevelt con el New Deal en Estados Unidos después de la crisis de 1929. Lo único que no puede pasar es que los billones de pesos que se necesitan terminen en las venas abiertas de la corrupción o en subsidios mal orientados.
Hace un mes, cuando el presidente decidió cerrar el país, seguramente pensó que era la decisión más difícil de su mandato. Pero no se imaginó que había una peor: cuándo y cómo abrirlo. La primera era una decisión difícil y llena de sacrificios. Aunque estaba en línea con los demás Gobiernos del mundo y respaldada por el imperativo moral de proteger la salud de los colombianos. La idea de abrir el país es un camino culebrero, lleno de espinas, más solitario, y donde la mejor decisión siempre será escoger el mal menor para salir adelante mientras pasa esta pesadilla.