POLÍTICA
Coronavirus: Iván Duque y el reto de su vida
Hasta hace poco decían que este Gobierno no tenía banderas que fijaran un rumbo a los colombianos. El coronavirus acabó con ese debate. La era Duque será definida por la manera en la que el presidente enfrente este desafío.
Al presidente Iván Duque le han criticado mucho que su gobierno no tiene un norte. En otras palabras, que los colombianos sienten que el mandatario no tiene una hoja de ruta ni una causa visible que los aglomere. Las tres banderas que Duque ha esgrimido hasta ahora para que la gente identifique su gobierno no han funcionado: la economía naranja, el emprendimiento y la legalidad.
La primera no la entendió casi nadie y las otras dos suenan como lugares comunes. La economía naranja es importante, pero abarca tantas actividades que resulta difícil de asimilar. Y con conceptos como el emprendimiento y la legalidad nadie puede estar en desacuerdo, pero no apasionan.
Algunos gobiernos se definen por la visión del mandatario, otros por las crisis que le tocó manejar. En Colombia se ha visto de todo. Los casos más claros de presidentes con hoja de ruta propia han sido Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe. El primero por su proceso de paz y el segundo por sus éxitos militares contra la guerrilla. Si a cualquier colombiano le preguntan qué recuerda de esos dos gobiernos, sin duda va a señalar esos dos aspectos.
De ahí para atrás las cosas no están en blanco y negro. A Pastrana, al igual que a Santos, lo recuerdan por el proceso de paz del Caguán, con la diferencia de este fracasó. En cuanto a Ernesto Samper, el proceso 8.000 opacó el salto social logrado en su mandato.
En el gobierno de Gaviria pasaron cuatro cosas trascendentales: la Constituyente, la apertura económica, la Catedral y el apagón. Sin embargo, la Constitución de 1991, que no nació por iniciativa de él, acabó por definir su mandato. A Virgilio Barco lo recordarán por la guerra que le tocó enfrentar contra el narcoterrorismo y por su mano tendida que desembocó en la desmovilización del M-19. A Belisario Betancur las tragedias del Palacio de Justicia y de Armero le relegaron a un segundo plano las buenas intenciones de su proceso de paz.
Con estos antecedentes como referencia, ¿cómo recordará la historia a Iván Duque? Hasta hace unos días muchos decían que el Gobierno no tenía rumbo y que el presidente era una buena persona, pero inexperto y sin agenda. Todo cambió con el coronavirus. Hoy Colombia está en guerra contra un enemigo invisible y el presidente está en el frente. Ya es claro que su lugar en la historia no dependerá de la economía naranja, del emprendimiento o de la legalidad, sino de la manera como enfrente el reto que le ha caído.
Aunque esa cruzada apenas comienza, Duque ha estado a la altura de las circunstancias. Ha actuado bien y con prontitud. Ha mostrado conocimiento del tema, responsabilidad y empatía. A pesar de las críticas, Colombia tomó –antes que otros países– decisiones como cerrar aeropuertos y fronteras, además de decretar la cuarentena nacional.
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El Gobierno también ha tomado medidas en el frente económico, en el social y en el de la salud. Decretó el estado de emergencia social y económica y expidió una artillería de nuevos decretos que incluyen medidas como la que exime del pago de servicios a los estratos bajos, el aislamiento de los colombianos en sus casas y la creación del Fondo de Mitigación de la Emergencias, con recursos provenientes del Fondo de Pensiones Territoriales y el Fondo de Ahorro y Estabilización, por un valor superior a los 15 billones de pesos. En todo esto el presidente ha mostrado liderazgo, cosa que sus críticos no le han reconocido hasta ahora. Sin embargo, en la crisis actual Duque está sorteando una tormenta para la que ningún presidente estuvo jamás preparado.
Nadie sabe todavía si el barco llegará a buen puerto. La responsabilidad y las buenas intenciones nada garantizan ante una pandemia sin antecedentes en el mundo contemporáneo. Controlar la propagación con la medida de aislar a la gente puede producir el colapso de la economía. Y retornar antes de tiempo a la normalidad para evitar ese colapso puede producir millones de contagiados y docenas de miles de muertos. El Gobierno no tiene opciones entre lo bueno y lo malo, sino entre lo malo y lo catastrófico.
Si para aplanar la curva del contagio se paraliza la economía, cientos de miles de colombianos que están en el mercado laboral perderán su empleo y no tendrán con qué comer. Y eso por no hablar de la otra mitad que vive en el mundo de la informalidad y alimenta a sus familias con los pocos pesos del rebusque diario.
Solo dos países han tenido éxito en la guerra contra el coronavirus: China y Corea del Sur. El primero, al imponer drásticas medidas de confinamiento y protección estatal de las que solo puede producir un régimen totalitario. Y Corea del Sur ganó la batalla mediante la detección temprana de los contagios con un programa de testeo masivo de los ciudadanos. Colombia no tiene el régimen dictatorial para lo primero, ni los equipos médicos para lo segundo. A esto se suma que los colombianos están muy lejos de tener la disciplina y la obediencia de los orientales o la capacidad de construir un hospital en diez días como hizo China.
Es cierto que la personalidad de Duque venía recibiendo elogios por su empatía, pero no había un punto de encuentro que le permitiera tender puentes con los partidos, ni mucho menos con sus opositores. Ahora la lucha frontal contra el coronavirus es el común denominador que une a todos, afines y opositores, con la Casa de Nariño. Pero como no hay mal que por bien no venga, la unión nacional que tanto había buscado infructuosamente el presidente la puede acabar encontrando con la pandemia del coronavirus. Duque tuvo con Claudia López un enfrentamiento inicial de egos, pero eso ya quedó en el pasado y la alcaldesa y el primer mandatario hoy están en el mismo barco. Otro signo de paz política fue la llamada telefónica que le hizo Duque a Gustavo Petro y la positiva reacción de este al apoyar decisiones difíciles como la cuarentena obligatoria o la creación de un fondo económico para la emergencia.
En todo caso, hoy en Colombia nadie habla de confrontación entre el petrismo y el uribismo. Se trata de una tregua transitoria, pero esa solidaridad es necesaria para superar la crisis. La covid-19 tiene muchas consecuencias nefastas, pero ha tenido la virtud de reducir las tensiones entres los colombianos y de crear una solidaridad nacional que no parecía posible en el país polarizado de hace unos días.