EDUCACIÓN
Crisis en la Universidad del Rosario: esta es la historia desconocida de cómo tumbaron al rector Alejandro Cheyne
En un hecho sin antecedentes, los consiliarios de la Universidad del Rosario desvincularon de su cargo a Alejandro Cheyne. Esta es la historia desconocida de esa decisión y el complejo escenario que viene.
Esta semana, entre los egresados de la Universidad del Rosario, corría un cuento: que la primera constituyente que se vivirá en el gobierno de Petro es la del emblemático claustro. La crisis del tradicional centro académico no tiene precedentes en su historia reciente y podría sacudirlo completamente. No solo produjo un hecho inédito, tumbar a su rector, Alejandro Cheyne, sino que puso a prueba un elemento de su esencia, su antiquísimo sistema de gobierno y elección, conformado por los consiliarios y los colegiales, y las constituciones redactadas en 1654 por el fundador, fray Cristóbal de Torres.
Pocas cosas en el Rosario habían unido a voces tan diversas como la salida de Cheyne. Aunque la mecha la prendió el despido de profesores como Arlene Tickner y Manuel Quinche, el clamor por un cambio en la universidad correspondió a un cúmulo de malestares y dolores que la gestión del rector y la de algunos de sus decanos había profundizado, y que atizó el mismo Cheyne con su renuencia a dar un paso al costado.
Pero el miércoles de la semana pasada, hubo un hecho definitivo. Para este día, ya corrían más de diez cartas en las que se pedía su renuncia. Los profesores de planta fueron los primeros en hacer esa exigencia. También lo había hecho el Colegio de Abogados Rosaristas, la Asociación Rosarista, egresados de jurisprudencia, de Ciencias Humanas y de Relaciones Internacionales, los consejos estudiantiles de varias facultades, el movimiento estudiantil, el colectivo étnico de la universidad, entre otros.
Los estudiantes se habían congregado por centenares en la emblemática plazoleta. Las protestas, todas pacíficas, tenían un enorme simbolismo: una ronda humana alrededor del fundador, clases a cielo abierto, muestras de las comunidades étnicas. Un grupo de WhatsApp de 1.200 estudiantes les permitió estar cohesionados. “Logramos unir a personas con ideologías y carreras distintas, en pro de la misma causa: la universidad de la cual nos queremos graduar”, dice Nicolás Alfonso, uno de los líderes del movimiento.
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Mientras eso sucedía, el rector Cheyne se reunía por horas y a puerta cerrada con quienes habían sido sus antecesores. La cita fue en el Jockey y asistieron Hans Peter Knudsen, José Manuel Restrepo, Guillermo Salah, Rafael Riveros y María del Rosario Guerra. Solo un rector vivo se quedó por fuera, Álvaro Tafur.
La reunión fue tensa. Los exrectores acordaron no entrar en el fondo del debate: la situación financiera, los nombramientos y los conflictos de interés. Decidieron expresar solo su recomendación de dar un paso al costado, pues para ellos ya no había legitimidad ni confianza.
El encargado de transmitir ese mensaje y de abrir la reunión fue Knudsen, uno de los rectores más queridos y al mando del claustro por más tiempo (de 2002 a 2014). El rector Cheyne lo escuchó con tranquilidad, pero al final contestó que no pensaba renunciar. Defendió su gestión y agregó que confiaba en resolver la situación con diálogos internos. Mientras tanto, el movimiento estudiantil, empoderado, advirtió que, si Cheyne no se iba, ellos entrarían a paro el lunes.
La renuncia de Cheyne no se produjo y los exrectores decidieron emitir un comunicado. El documento tenía un enorme significado, no solo por su mensaje, sino porque lo firmaba también José Manuel Restrepo. El reputado economista fue quien llamó a Cheyne para ser su decano de Administración, y su salida de la universidad antes de terminar su periodo, para ser ministro de Iván Duque, fue la que produjo la elección a destiempo que llevó a la rectoría al entonces decano.
La Consiliatura es un organismo emblemático en el sistema de gobierno del Rosario. En sus 370 años de historia, ha sido conformado por cinco sabios de la tribu de este claustro. Su función es ser una especie de junta directiva de la universidad; actúan como administradores y responden por temas estructurales, como la solvencia financiera, uno de los ejes de la discusión. La institución había originado el malestar por conflictos de interés. Hace muchos años, este organismo había sido independiente y, en cierta medida, un contrapoder. Pero este perfil cambió y fueron nombrados subalternos del rector.
De los cinco consiliarios, tres trabajan hoy en la universidad: el psiquiatra Alberto Fergusson es profesor titular del Centro de Estudios Psicosociales; Merlin Grueso, doctora en Psicología Social, es profesora de la Escuela de Administración y directora de UR STEAM, y Alejandro Useche Arévalo, también doctor, es profesor de Economía. Un cuarto, el abogado Alberto Salcedo, es el secretario general de Colsubsidio, caja de compensación de cuyo consejo directivo Cheyne es miembro. Así, solo había una miembro sin ningún lazo con Cheyne, Martha Isabel Woodcock, presidenta ejecutiva del Banco Santander.
Esa composición de la consiliatura, más los nombramientos de colegiales que participaron en la elección del rector en posiciones relevantes de la universidad, crearon un enorme malestar y la idea de que imperaba el sistema “yo te elijo, tú me eliges”. Esa sensación se alivió en algo cuando el jueves, en un hecho sin antecedentes, los consiliarios desvincularon al rector Alejandro Cheyne de su cargo.
Ahora, el escenario que vive la universidad es inédito. En reemplazo de Cheyne, quedará temporalmente el médico Gustavo Quintero, quien es hoy el vicerrector y había sido decano de Medicina. Su papel allí había sido clave. Mientras otras facultades vivieron con intensidad la crisis de las matrículas, en la escuela de Ciencias de la Salud se pasó de 226 inscritos al año a 657 en 2022. Hoy, uno de cada tres estudiantes del Rosario es de esa área. Se espera que Quintero pueda guiar una transición rápida para la elección de un nuevo rector. Los estudiantes aseguran que no permitirán que este tiempo sea extenso.
La persona que llegue tendrá que enfrentar una situación nada fácil. Primero, por la situación económica. El entonces rector Cheyne explicó que el Rosario no estaba quebrado, que el año pasado cerró con 2.265 millones de excedentes y que este año esa cifra superaba ya los 7.000. Agregó que la universidad tenía cómo pagar la cuestionada deuda que había contraído con los bancos por 120.000 millones. Sin embargo, el claustro solía tener cifras más holgadas. Por ejemplo, para el cierre de la rectoría de José Manuel Restrepo, los excedentes eran de 24.167 millones. El Rosario no tenía deudas y el endowment de la universidad superaba los 50.000 millones de pesos.
También tendrá que resolver el problema de infraestructura de la universidad, que, como gran dolor, no cuenta con un campus de primer nivel. La compra de edificios quedó en medio de la polémica de la gestión de Cheyne, porque, ante la caída de ingresos, la universidad mantuvo unos gastos fijos muy altos y no se midió en esas inversiones, lo cual lo llevó a recortar personal.
Pero este es un malestar que se ha intentado resolver sin éxito desde la frustrada sede norte, que se adquirió en el año 2005 y nunca se pudo levantar, pues el lote no tenía permisos de construcción, y que espera ser en parte resuelto con el proyecto de renovación urbana en la Quinta de Mutis, en el barrio Siete de Agosto, que está en curso.
La gran pregunta ahora, sin embargo, es quiénes aspiran a este cargo y cómo se dará la elección. En el Rosario hay voces divididas. Un sector de los estudiantes plantea que llegó el momento de reformar completamente las constituciones y darle paso a un rector elegido por un sistema más democrático. No considera que esta colegiatura ni la consiliatura tienen la autoridad para designar su reemplazo. Ese frente también cree que la situación no se soluciona simplemente con la salida del rector, pues siguen en sus cargos la mayoría de sus más cercanos colaboradores, incluidos sus decanos.
De otro lado, hay quienes piensan que el gobierno de la universidad demostró que tenía la capacidad de regularse y tomar decisiones. La mayoría de egresados y miembros de la comunidad espera una salida por esa vía de la institucionalidad. A favor está que los 15 colegiales actuales son en su mayoría nuevos y no participaron en la elección de Cheyne, aunque él si participó en la de ellos, y los estudiantes los han cuestionado.
En el entre tanto, ante la polémica, el Ministerio de Educación escruta a la universidad. La visita se produjo el lunes pasado y hay gran expectativa de lo que pueda pasar.
Lo que sí se vive en el Rosario es felicidad ante los vientos de cambio y ante el hecho de que se vuelva a sacudir la historia. “Siento que el Rosario despertó, que volvió a ser la cuna de la Independencia, la de la Séptima Papeleta”, le dijo a SEMANA el abogado Jaime Lombana.