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Con el aumento de la migración venezolana, también ha crecido la xenofobia

El condenable rechazo de ciertos sectores contra los venezolanos demuestra que este problema podría aumentar la violencia si el país no toma medidas para reducirlo a su mínima expresión.

10 de febrero de 2018

Con el dramático aumento de la migración venezolana, también crece la xenofobia. Los venezolanos que día a día llegan a TransMilenio a rebuscarse su sustento cuentan que el disgusto de los usuarios contra ellos ha aumentado en los últimos tiempos. En muchas ocasiones reciben improperios de personas que les dicen “vagos”, “regresen a su país”, “no vengan a volver mierda nuestra país como lo hicieron con el suyo”, sin contar los constantes enfrentamientos que tienen con vendedores ambulantes locales. En los barrios populares de Bosa, Suba y Soacha se han producido refriegas entre colombianos y ciudadanos del país vecino a quienes señalan de ser una amenaza.

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Situación similar se vive en las redes sociales. Si bien muchos internautas continúan apoyando a los venezolanos, también han aumentado los mensajes de rechazo; incluso se ha empezado a popularizar el terminó zamuro (ave de rapiña que acá se conoce como chulo), usado para referirse al venezolano como “aquel chavista que después que fue cómplice (sic) de la destrucción de Venezuela anda zamuriando otro país”.

Todo parece indicar que con el aumento de venezolanos en el país la solidaridad irrestricta de los colombianos hacia ellos disminuye. Más aún por cuenta de esa oleada migratoria que comienza a generar emergencias sociales en sectores claves para los colombianos como la salud y la educación, y porque algunos pocos venezolanos hacen parte de bandas delincuenciales.

Roland Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad de Rosario, explica que los episodios xenófobos se hacen cada vez más frecuentes cuando la población nativa que acoge a los extranjeros siente que ellos les van a quitar recursos básicos como el acceso a puestos de trabajo. En ese momento, el migrante se convierte en un enemigo que “vive en la casa” y tiene la culpa de los males de la sociedad.

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De hecho, una encuesta realizada por la Universidad de Medellín en octubre pasado monitoreó la opinión de los habitantes de la zona metropolitana acerca de la migración venezolana. Reveló que más del 80 por ciento de los paisas creen que con la llegada de ciudadanos del vecino país aumentaría la prostitución, la delincuencia, la sobrepoblación y las ventas ambulantes. Por otra parte, el 74 por ciento considera que el desarrollo social y la generación de empleo serían el aspecto más vulnerable para los colombianos con la llegada masiva de los vecinos.

Los expertos consultados por SEMANA coinciden en que desafortunadamente todo proceso migratorio viene acompañado de la xenofobia y Colombia no es la excepción; sin embargo, aquí otros factores profundizan ese fenómeno. Colombia, a diferencia de otros de la región, nunca ha sido un país de inmigrantes, y menos en esas proporciones. Además, como explica Rodríguez, gracias a la violencia y al conflicto armado, los colombianos siempre han construido un enemigo al cual culpar de los males de la sociedad y en esa lógica los venezolanos son candidatos perfectos.

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De acuerdo con Rocía Castañeda, oficial de información de ACNUR, esa xenofobia ha aumentado gracias a los medios y a la contienda electoral. De hecho ella sita un estudio estudio de la Acnur que muestra cómo los hechos delictivos en los que están involucrados venezolanos han abonado desde los medios el terreno para la xenofobia. Por otra parte, ciertos grupos políticos comenzaron a utilizar esta migración para influir en los votantes. Por ejemplo, difunden mentiras como que el gobierno colombiano va a darles cédulas a los venezolanos para que voten por Timochenko y así instaurar un régimen castrochavista.

Si la migración venezolana desbordó al Estado, la xenofobia puede detonar un nuevo capítulo de violencia. Por eso el gobierno y la sociedad en general deben tomar en serio el problema de la xenofobia y buscar mecanismos para reducirlo a su mínima expresión. Los colombianos deben comprender que gran parte de los que llegaron se van a quedar. También deben ponerse en sus zapatos y recordar que ellos están en una situación que no es extraña para los colombianos, que durante décadas emigraron a su país en busca de oportunidades económicas y cargaron con el lastre de que los llamaran delincuentes o narcotraficantes.