La situación de desabastecimiento que vive el país vecino llevó a que más de 200.000 personas cruzaran la frontera el fin de semana pasado en busca de víveres y medicinas. | Foto: Juan Pablo Bayona

MIGRACIÓN

El impresionante éxodo de venezolanos a Colombia

Cada vez más habitantes del vecino país están cruzando la frontera. ¿Es una migración temporal, mientras pasa la crisis, o es una tendencia de largo aliento?

23 de julio de 2016

Las imágenes de los últimos dos fines de semana en los noticieros de televisión han sido impactantes. En el puente fronterizo Simón Bolívar, que comunica a San Antonio del Táchira con Cúcuta, se veían multitudes de venezolanos que atravesaban hacia Colombia en busca de alimentos y medicinas que escasean en su país. En las últimas jornadas de sábado y domingo la cifra superó las 200.000 personas.

Para los vendedores cucuteños ha sido una gran temporada. En dos fines de semana han hecho su agosto. Para muchos venezolanos, ha sido una bendición, porque han conseguido artículos básicos que allá hace rato no ven en las estanterías.

Pero la situación no es tan buena para todos. Hace unos días las noticias también daban cuenta de la preocupación de la Alcaldía de Sincelejo por el arribo de centenares de familias venezolanas. Según reportó RCN, el secretario del Interior de este municipio, Teobaldo Núñez, lanzó un llamado de auxilio al gobierno nacional para que les ayude a enfrentar esta situación. Se estima que unas 300 personas han pedido ayuda.

Estos hechos reflejan el cambio que ha sufrido el vecino país en los últimos años. Miles de venezolanos han llegado en la última década. Las cifras de Migración Colombia muestran que el número va en aumento. De 202.624 personas que ingresaron en 2010, la cifra saltó a 329.478 el año pasado. En el primer semestre de 2016 han entrado 111.370. Y eso que el flujo se frenó desde agosto pasado, a raíz del cierre de la frontera decretada por el presidente Nicolás Maduro.

Según la investigadora María Clara Robayo, la crisis política y económica por la que está atravesando Venezuela es la principal causa de esta migración, que en su mayoría está compuesta por personas calificadas que se han ido insertando exitosamente en diversos sectores productivos.

La relación migratoria entre Colombia y Venezuela se ha modificado totalmente. A mediados de los años setenta, en el siglo pasado, muchos colombianos partieron para Venezuela, aprovechando la bonanza petrolera de ese país que demandó mano de obra barata para asumir una economía en crecimiento.

Mucho se ha especulado sobre cuántos compatriotas se fueron para el vecino país en esos años. Alguna parte de la prensa venezolana hablaba de 4 millones de colombianos que arribaron entre 1973 y 1979. En el imaginario colectivo está la idea de que eran pobres y sin educación los que se fueron en busca de mejores oportunidades.

Robayo dice que no todo lo que se ha dicho se puede comprobar. Un cálculo más realista indica que esa economía terminó recibiendo a más de un millón de colombianos, principalmente personas dedicadas al campo y al servicio doméstico y que, en gran medida, lograron integrarse plenamente a la sociedad venezolana. Esta migración, señala, se siguió nutriendo con el conflicto interno colombiano. Según la Acnur, desde finales de los noventa han sido expulsados cerca de 200.000 desplazados que han buscado amparo en las políticas incluyentes y flexibles de asilo y refugio que rigen al otro lado de la frontera desde 2001. Es poco probable que el número llegue a los 4 millones.

Hasta hace poco, lo común era hablar de una migración de colombianos hacia Venezuela, y no al revés. Pero ahora hay una nueva realidad. Los venezolanos comenzaron a llegar a Colombia hacia 2005. En ese entonces se produjo el despido masivo, durante el gobierno de Hugo Chávez, de 18.000 trabajadores de Pdvsa. Para muchos de los expertos petroleros, Colombia se convirtió en el destino más atractivo.

Esta primera ola de venezolanos pertenecía a una elite adinerada, que llegó a invertir en Colombia y que se insertó muy bien en los círculos sociales y de poder del país. La investigadora Robayo dice que la segunda ola se inició en 2010 y se intensificó en 2011 con la llegada de empresarios y de personas de clases acomodadas. “Huyeron con el fin de salvar su capital de la política de expropiación, de una alta inflación y de la frecuente devaluación del bolívar. Razones por las que llegaron a crear empresa a un país geográficamente cercano y con el que comparten el idioma, las costumbres y algo muy importante, una forma similar de consumo”.

A estas dos olas, le siguió una tercera, pero ahora de clase media y media-baja. Esta se produjo hacia 2014, después de una serie de protestas contra el gobierno de Maduro. En esa tanda llegaron a Colombia muchos jóvenes. Ante el deterioro económico y social, muchas madres enviaron a sus hijos a estudiar a Bogotá y otras ciudades.

No es fácil precisar cuántos venezolanos están viviendo en Colombia. El director de Migración Colombia, Christian Krüger, dice que hay registro de unos 30.000. No es un gran volumen, pero ha venido en ascenso. Hace dos años se estimaban unos 22.000. El asunto es que en este dato no están contabilizados los que tienen doble nacionalidad, que puede ser un alto número de personas.

El fenómeno migratorio también ha cambiado en la relación de los colombianos que pasan a Venezuela. Por años, los principales destinos han sido Estados Unidos en primer lugar, y Venezuela en segundo. Pero la situación se ha transformado, especialmente, a partir de agosto del año pasado, cuando se cerró la frontera. En 2015, Venezuela pasó a ser el tercer destino de los colombianos y este año, según las proyecciones de Migración Colombia, descenderá al séptimo u octavo lugar.

Entre enero y junio de 2016, se contabilizaron 30.000 colombianos que salieron hacia Venezuela. La cifra es mínima, si se compara con años anteriores: en 2015 salieron 371.521 colombianos, en 2014 se registraron 522.562 salidas, y en 2013 se fueron 606.651. Según Migración Colombia, el 83 por ciento tiene motivaciones turísticas. Isla Margarita, por ejemplo, resulta muy atractiva por su belleza, cercanía y precios, en comparación con otros destinos del Caribe. Solo un 9 por ciento sale en busca de una nueva residencia; un 3 por ciento por trabajo y un 2 por ciento por estudio.

Las imágenes dramáticas de miles de personas atravesando la frontera no se van a volver a ver en los próximos días. Las autoridades decidieron interrumpirlas, con el fin de evitar los riesgos que genera la aglutinación de tanta gente, con necesidades apremiantes y en un lugar inseguro como es la zona fronteriza. Lo que es un hecho es que la situación no puede dejarse al garete, y sin solución, en forma indefinida.

La canciller María Ángela Holguín estuvo en Cúcuta la semana pasada, y luego de pasar revista a la situación dijo que en las próximas semanas los dos gobiernos trabajarán en busca de una solución. Las reuniones incluirán un encuentro de cancilleres. Y aunque, en principio, hay voluntad en ambos lados de la frontera de construir condiciones para una reapertura, el asunto no es sencillo.

Hay que recordar las palabras del presidente Maduro hace casi un año, cuando ordenó el cierre, con actitudes y con frases que fueron consideradas ofensivas contra Colombia. Según decía, este era necesario para controlar el desabastecimiento de productos en los mercados venezolanos. El paso de los meses, con todo y el puente bloqueado, no ha mermado la escasez, y la llegada masiva de compradores a Cúcuta más bien indica que el flujo de productos va de Colombia a Venezuela, y no al revés.

Una eventual reapertura requeriría de mayores controles –como la exigencia de documentos de identidad- y de medidas acordadas por los dos gobiernos en materias como la seguridad de la zona fronteriza y el control del contrabando. Hasta ahora las relaciones bilaterales no han tenido una comunicación fluida para tratar asuntos tan sensibles. ¿Cambiará ahora? Todo indica que hay intenciones en Bogotá y en Caracas, pero aun así, una eventual reapertura no será inmediata ni será igual a la que prevalecía antes de agosto de 2015, cuando Nicolás Maduro ordenó el cierre unilateral.