POLÍTICA

Petro vs. López Obrador, ¿cuál es la diferencia?

El recién elegido presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha tenido una carrera muy parecida a la de Gustavo Petro. ¿Por qué uno pudo llegar al poder y el otro no?

7 de julio de 2018
La diferencia entre Petro y López Obrador radica en que este último logró convocar a buena parte de la sociedad y PUDO pasar del miedo a la expectativa

A Andrés Manuel López Obrador, conocido por todo México como AMLO, y a Gustavo Petro los persiguió el mismo fantasma mientras aspiraban a la presidencia de sus países: el castrochavismo. A ambos los compararon explícitamente con Hugo Chávez y los acusaron de encarnar el populismo de izquierda que llevaría a sus respectivos países por el desastroso camino de Venezuela.

Los dos, también, cargaron sobre los hombros un sentimiento difícil de rebatir en el electorado: el miedo. Y no era un sentimiento totalmente injustificado si se tiene en cuenta que detrás de los comienzos de ambos estaban la lucha de clases y el rechazo al establecimiento. Sobre esa línea ideológica, la historia ha enseñado una lección: gobernar contra los ricos no siempre favorece a los pobres. Y definitivamente Venezuela no es el único caso.

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A pesar de esos fantasmas, AMLO no solo logró ganar la presidencia de México, la semana pasada, sino que arrasó a sus contrincantes, derrotó al sistema partidista, ganó el Congreso y de paso marcó un hito en la historia: erigirse como la nueva figura de izquierda del continente, precisamente por el peso que tiene ese país en la región. Petro, en cambio, no pudo deshacerse del rechazo que generaba entre ciertos sectores del empresariado, la clase media y el poder tradicional. Su victoria se tradujo en la mayor votación en la historia de la izquierda en Colombia. Nada despreciable, pero insuficiente. ¿Por qué México sí y Colombia no?

Una estrategia fallida

La primera lección que queda, tras los resultados en ambos países, es que en México la amenaza del castrochavismo perdió por desgaste. Mucho ha pasado desde 2006 cuando el eslogan de los opositores de AMLO era “es un peligro para México”. Para esa época, Hugo Chávez era bastante impopular en la nación azteca por su pelea con el entonces presidente, Vicente Fox, a quien llamó “cachorro del imperio”, en una reunión de Naciones Unidas. Para los expertos, la asociación de Chávez con López Obrador influyó en la derrota de este último, quien disputó la presidencia con Felipe Calderón, el candidato del Partido Acción Nacional (PAN).

Esa derrota le dejó a López Obrador la conclusión de que era más fácil llegar al poder cooptando el establecimiento que atacándolo. Por eso, pasó varios años dedicado a tranquilizar al empresariado y a la opinión pública de su país. Su nueva estrategia fue convertirse en el abanderado de la lucha contra la corrupción. Eso también lo hizo Petro en la pasada contienda, pero le tocó compartir honores en ese tema con Sergio Fajardo y Claudia López. Esa causa, en la era de Odebrecht, congrega no solo a las masas, sino también a la clase media y al empresariado. Esa bandera les permitió, tanto al candidato mexicano como al colombiano, barrer a sus contendores con el voto de la juventud. Del lobo feroz contra el establecimiento, AMLO pasó a ser el perro guardián contra la corrupción. Los gobiernos de Calderón y Enrique Peña Nieto llegaron a tal nivel de desprestigio, que desapareció el miedo de que México se convirtiera en una segunda Venezuela porque nada parecía ser más grave que el PRI y el PAN.

López Obrador se define como un “luchador social”. A lo largo de la campaña repitió que su llegada al poder sería una revolución.

Todo lo anterior suena muy parecido a la carrera de Petro. La diferencia fue que el candidato de la Colombia Humana moderó su discurso demasiado tarde. Y más grave aún, todo el terreno que había ganado lo perdió con su actitud agresiva y desafiante después de la derrota. Por otra parte, la cercanía geográfica del país con Venezuela, en el que la crisis provocó una avalancha de migrantes en busca de un mejor futuro, hizo que fuera más difícil hacer desaparecer el fantasma del castrochavismo.

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Los partidos tradicionales

Petro y López Obrador lograron atraer a los votantes que no se dejaron amarrar por los partidos tradicionales y las maquinarias políticas. En el caso mexicano, los expertos coinciden en que la victoria de AMLO tuvo su eje en el desprestigio del PRI y del PAN, que han ostentado el poder por más de seis décadas.

Como explica el antropólogo social y politólogo mexicano Ignacio Lanzagorta, el establecimiento político tradicional está desgastado. Los mexicanos asocian al PAN con la violencia desatada a partir de la guerra contra el narcotráfico decretada por el gobierno de Felipe Calderón, quien lejos de ganarla, destapó la caja de Pandora de sangre que ahora atormenta a esa nación. A su vez, el PRI quedó maltrecho por las acusaciones de corrupción contra Enrique Peña Nieto.

Tanto a Petro como a AMLO les sirvió armar un movimiento aparte. Petro perteneció al Polo Democrático durante sus inicios, pero tuvo su mejor resultado en el movimiento que formó, la Colombia Humana. López Obrador hizo casi lo mismo: fue parte del Partido de la Revolución Democrática –movimiento parecido al Polo–, y años más tarde tomó una organización civil nacida en 2012, conocida como Movimiento Regeneración Nacional (Morena), y la convirtió en el partido político que lo llevó al poder.

El largo camino hacia el centro

Pero, entonces, ¿qué hizo de más AMLO que Petro? La diferencia entre los dos radica en que el mexicano logró convocar a buena parte de la sociedad y pasar del miedo a la expectativa. Terminó por volcarse hacia el centro del espectro político e hizo concesiones, incluso con una parte de la élite política mexicana, algo que hace unos años era impensable, a tal punto que recibió el espaldarazo clave del empresariado. También pudo limar asperezas con Televisa y TV Azteca, a los que acusó al inicio de su campaña de desinformar a la población.

Por otro lado, mostró una gran capacidad de maniobra política. Aunque es de izquierda, López Obrador es conservador frente a algunos de los nuevos derechos políticos y sociales. Por ejemplo, no acepta del todo las uniones de parejas del mismo sexo, la legalización de las drogas o la diversidad sexual. Sin embargo, durante la campaña cedió en estos puntos, lo que le permitió conectarse con una parte importante del electorado. Esta decisión no le impidió aliarse con conservadores como el partido Encuentro Social, fundado por evangélicos que se oponen a los temas de la izquierda más progresista como el matrimonio igualitario y la interrupción del embarazo. Ese malabarismo, que a alguien menos hábil le hubiera acarreado críticas por inconsistente, le sirvió para demostrar que podría gobernar para todos.

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El talante conciliador de López Obrador en estas elecciones también le permitió consolidar la mayoría en el Congreso. Entre Morena y los partidos aliados lograron algo inédito en el país, lo que les hará más sencillo gobernar. Petro no hubiera tenido ese respaldo en el Legislativo, pues más allá de la Lista de la Decencia, el Polo y la Alianza Verde, el grueso de los parlamentarios hubieran estado en la oposición.

Como alcaldes

Otro elemento que los une es que los dos fueron alcaldes de sus respectivas capitales, solo que a López Obrador le sirvió más que a Petro, pues mientras este tuvo una gestión muy criticada y con visos autoritarios, AMLO como jefe de gobierno puso a Ciudad de México como el faro de las libertades y de la agenda progresista en el país. Según el politólogo mexicano José Merino, aunque en la administración de AMLO no hubo un cambio radical sí hubo una tendencia hacia el progreso. Manejó responsablemente las finanzas, puso en marcha obras de infraestructura discutibles, pero que abrieron un patrón en el país, como el sistema de transporte articulado. Creó programas replicados en otros estados, como la pensión universal para adultos mayores. Su gestión sin duda tuvo críticas, pero terminó su mandato con una popularidad que rebasaba los 85 puntos.

En el caso de Petro hay más zonas grises. Tal vez uno de los episodios que más le pesan fue el cambio del sistema de recolección de basuras, por el que salió de su cargo durante un mes. Sin embargo, en temas sociales tuvo mejor desempeño. Por ejemplo, logró reducir a la tercera parte el Índice de Pobreza Multidimensional. No en vano se dice que tanto Petro como López Obrador gobernaron más para los pobres que para la elite a la que tanto han criticado. Y si bien en segunda vuelta los bogotanos le dieron su voto de confianza, su imagen nacional se vio deteriorada.

A donde quiera que llegaba, Petro convocaba a cientos, incluso a miles. Se convirtió en una celebridad política.

López Obrador y Petro tienen en común la elocuencia y una extraordinaria capacidad de conectarse con las bases populares. Pero también comparten promesas gaseosas y poco aterrizadas; los dos quieren acabar con la desigualdad social, la corrupción y cambiar la historia. Pero solo el mexicano tendrá la posibilidad de demostrarlo, al menos por ahora.

En populismo AMLO le ganó a Petro. Muchas de sus propuestas tuvieron más valor simbólico que real. Por ejemplo, propuso bajarse el salario a la mitad, vender el avión presidencial, no tener esquema de seguridad, cancelar la pensión de los expresidentes y no vivir en Los Pinos, la residencia presidencial que quiere convertir en un centro de arte. Eso proyectaba la imagen de un Pepe Mujica azteca, pero en el fondo no servía para nada, más allá de dar un mensaje de austeridad.

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Sin embargo, había propuestas no tan inofensivas. Aseguró que se debía cancelar y revisar la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, que cuesta más de 11.000 millones de dólares, lo que le parece un despilfarro. Pero fue tal la polvareda que propuso concesionar la obra. También quiere revisar los contratos de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, para garantizar que no haya corrupción. Lo que busca AMLO es que el Estado tenga un mayor control de las inversiones y concesiones.

Por todo lo anterior, el futuro político de Petro dependerá no solo de cómo le vaya a ir a Iván Duque, sino también de cómo le vaya a López Obrador. Si el mexicano demuestra que sus ideas de izquierda son el camino correcto, Petro tendrá a su favor un ejemplo poderoso, mejor que el de Venezuela, para convencer al sector del electorado que todavía le tiene miedo.