POLÍTICA
Ni para adelante ni para atrás
La esperada cumbre entre el presidente y los partidos no logró los resultados esperados en materia de gobernabilidad. ¿Qué pasó?
Esta semana el gobierno jugó una de sus cartas más importantes en materia de gobernabilidad con las esperadas reuniones entre el Ejecutivo, los partidos gobiernistas (Centro Democrático, Conservador, La U, Mira y ASI) y los independientes. De estos últimos solo tuvo lugar el encuentro con Cambio Radical, pues los liberales, liderados por César Gaviria, no asistieron.
Aunque en las reuniones hubo cordialidad, al Gobierno no le fue bien. El pretexto era discutir el Plan de Desarrollo. Pero detrás estaba la idea de ampliar la coalición oficialista para sacar adelante de forma menos traumática proyectos considerados estratégicos.
El Gobierno esperaba aumentar el número de parlamentarios de la coalición para, al menos, pasar de 53 a 70 senadores y de 86 a 100 representantes. Pero no lo logró.
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La reunión con el Centro Democrático, como era predecible, resultó la más fluída. Sus miembros han dejado atrás muchas de las prevenciones que tenían con el mandatario cuando asumió el cargo. Este, al fortalecer sus posiciones de mano dura tras el atentado del ELN, dejó contentos a los sectores más radicales que esperaban que Duque retomara la política de seguridad democrática de su mentor.
Sin embargo, a otros partidos, como Colombia Justa y el Conservador, se les notó el interés sutil en hacer parte del Gobierno. Mientras que los evangélicos recalcaron que no eran “convidados de piedra”, los conservadores insistieron en que su participación en la alianza no era de segunda categoría. Se referían a la posibilidad de recuperar algunos cargos burocráticos, por un lado, y al interés en tomar definiciones prontas frente a alianzas de cara a las elecciones de octubre, por el otro. “Estamos con usted, presidente Duque”, aseguró Hernán Andrade, jefe del Directorio Conservador. Sin embargo, días antes, en Semana en vivo, criticó que el Gobierno siguiera asociando la mermelada a la representación. De su lado estarían otros pesos pesados.
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Con La U, el otro partido formalmente integrante de la coalición, el encuentro resultó tenso. A pesar de que solo faltó el senador Armando Benedetti, el presidente de la colectividad, Aurelio Iragorri, fue enfático. Dijo que en cualquier democracia quienes apoyan al Gobierno tienen derecho a participar en él. Por los orígenes santistas de La U y por no tener un proyecto ideológico definido, concertar con este partido no es fácil. Seguirá en la coalición, pero no con mucho entusiasmo. Y aunque el Gobierno ha tenido a algunos de sus parlamentarios cerca, sobre todo al mantenerles cuotas del pasado, es difícil decir que cuenta con el apoyo de toda la bancada.
Tampoco fue sencillo el encuentro con Cambio Radical. Figuras como los senadores Germán Varón y Rodrigo Lara y el representante José Daniel López insistieron, después de reunirse con Germán Vargas, en mantenerse en la independencia. Así, le ganaron el pulso al sector cercano a la casa Char y cercano al uribismo. Hicieron una reflexión similar a la de La U: apoyar al Gobierno también implica participar en él.
El partido del exvicepresidente, ya sin su mediación, expresó preocupaciones en materia fiscal y de seguridad, así como un descontento con la “indiferencia” del Gobierno frente a la agenda legislativa promovida por la bancada.
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Pero el mayor trauma tuvo lugar con los liberales. Gaviria argumentó que no sabía para qué los habían convocado, y antes de la fecha establecida para el encuentro publicó un video para defender la autonomía de la JEP y el acuerdo de paz. Días antes había liderado el movimiento de partidos (con Cambio y La U) a favor de que el Gobierno cumpliera los protocolos con el ELN. Algunos especularon que la actitud de Gaviria se debía a su malestar porque Planeación Nacional estaría desconociendo varios logros de su hijo, Simón, en esa entidad en el periodo anterior. Pero esas versiones tienen menos credibilidad que las diferencias ideológicas, sumadas al malestar porque no hay liberales en puestos clave.
Los congresistas de la oposición están hambrientos de poder. La negativa del Gobierno a darles cuotas en lo nacional no ha alcanzado tanta popularidad como para superar la tensión entre el Ejecutivo y el Legislativo. Y a menos que el presidente Duque reemplace esa representación por un nuevo modelo de gobernabilidad, el Congreso seguirá marcando su propio paso. La discusión del Plan de Desarrollo planteará la próxima prueba de fuego para la debilitada gobernabilidad.