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Cyrillus Swinne: el apóstol de los desvalidos

No hay que rezar tanto, hay más bien que hacer.

6 de septiembre de 2014
Cyrillus Swinne

No hay que rezar tanto, hay más bien que hacer. Esa es la consigna de Cyrillus Swinne, el holandés más ‘costeñizado’ de Colombia, un sacerdote que desembarcó en Barranquilla desde Ámsterdam en 1977. Eran días de carnaval y esa vivacidad cuadró de inmediato con él, quien se considera el fruto de la alegría por el fin de la Segunda Guerra Mundial (nació en 1945). Es tan difícil quebrar su sonrisa como su terquedad para combatir la pobreza y la injusticia. Este religioso de la orden de Los Camilos más que hostias, reparte obras que hoy inciden en la vida de unas 80.000 personas del sur-occidente de Barranquilla. Se trata de un centro de salud, varios colegios de educación básica, media y técnica, un ancianato, un centro de rehabilitación para niños discapacitados, una biblioteca, un centro cultural y de información, una emisora comunitaria, un polideportivo, una cooperativa, un programa de almuerzos para los más vulnerables, una plaza central y un plan de ayuda humanitaria para los desplazados. 

Se ordenó solo después de estudiar cuatro años de enfermería en Holanda, pues solo así se sintió preparado para servir en América Latina. Esta región lo atrajo por dos razones: había todo por hacer y la Teología de la Liberación le permitía, a su juicio, ser un pastor de la Iglesia en vez de un científico teológico. 

No le interesa convertir a las personas porque dice que nadie es dueño de Dios ni de la verdad; solo busca, inspirado en Jesús, luchar por los desvalidos y acompañarlos en la construcción de su futuro, lo que le ha valido múltiples ataques de ciertos poderosos. Pese a que muchos le insisten que se lance a la Alcaldía de La Arenosa, se ha mantenido firme en no perder las tres cosas que lo hacen grande: la humildad, la autenticidad y la convicción de que el motor de la fe es la acción. 

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