VIDA MODERNA

“Yo no creo que el vallenato clásico desaparezca”

Esta semana comienza la edición 50 del festival vallenato. Semana.com habló con el periodista Daniel Samper Pizano, vallenatólogo experto, sobre la importancia de ese ritmo musical para Colombia.

23 de abril de 2017
| Foto: Daniel Samper Pizano que hay esfuerzos por promover el vallenato en el país

Semana.com: Este año el festival vallenato llega a su edición número 50. Todo un hito porque hace varias décadas el vallenato era un ritmo menor, propio de las clases bajas de la Costa, ¿cómo se convirtió en el símbolo de Colombia?

Daniel Samper Pizano: Hubo un esfuerzo por promover el vallenato en todo el país. En eso jugó un papel central el Festival de la Leyenda Vallenata, que es hijo de Consuelo ‘La cacica’ Araujo, Rafael Escalona, Alfonso López Michelsen, Darío Pavajeau y varios amigos de Valledupar. Ellos tenían buenos contactos con gente de Bogotá y empezaron a divulgar el género en la ciudad. Muchos se contagiaron y lo llevaron por toda Colombia.

Semana.com: Y el ritmo pegó…

D.S.P.: Mucho. Pero el impulso definitivo fue cuando empezó a salir en los medios de comunicación. Consuelo Araujo, por ejemplo, tenía una columna en El Espectador, y las emisoras y canales de televisión comenzaron a interesarse por los músicos. Luego se dio el fenómeno mundial de Gabo, quien dijo que Cien años de soledad era un vallenato de 500 páginas e incluyó a Rafael Escalona y Francisco el Hombre en el libro. Todo eso reunido empujó el vallenato más allá de la Costa y luego, más allá del país.

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Semana.com: ¿Qué papel jugó la creación del departamento del cesar en ese proceso?

D.S.P.: Cuando el departamento del Cesar se quería separar de lo que hace 50 años era el gran departamento del Magdalena, se produjo un gran movimiento de personas de la zona que viajan por todo el país para empujar la ley que crea el nuevo departamento. Grupos vallenatos se desplazaron por varias ciudades, fueron a los periódicos, a las emisoras de radio, a la televisión. El esfuerzo para promover al Cesar como departamento independiente se realizó a fuerza de acordeón y eso fue determinante para su popularidad actual.

Semana.com: Pero, ¿por qué el vallenato gustó tanto?

D.S.P: Mire lo curioso: en esa época (a finales de los sesenta) la música colombiana más popular en el exterior era la cumbia. Muchos años atrás había sido el Bambuco. Pero el vallenato logró arrebatarles el puesto porque tenía un encanto especial que no tenían los otros ritmos musicales: su capacidad narrativa. Las historias que se contaban a través de sus canciones, como las de Rafael Escalona, eran extraordinarias. Eran composiciones que tenían algo especial: no eran para bailar ni para escuchar de fondo, eran para narrar historias interesantes y para contar lo que sucedía en la región.

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Semana.com: ¿El hecho de que solo sean tres instrumentos básicos ayudó a propagarlo?

D.S.P: Sí. Además eso gusta, porque el conjunto de esos tres instrumentos sintetiza la mezcla étnica colombiana: la caja es del negro, la guacharaca es del indígena y el acordeón o la gaita (porque con gaita también se hace vallenato) es del europeo. Es un ritmo musical que representa muy bien a Colombia.

Semana.com: El vallenato nació siendo de pueblo, pero hoy está muy ligado con el poder. Al festival van presidentes, senadores y ministros, ¿cómo se dio ese cambio?

D.S.P: Los primeros compositores y acordeoneros eran personas analfabetas, que no sabían leer ni escribir. Simplemente iban de pueblo en pueblo y de feria en feria cantando las noticias y lo que habían visto por el camino. Pero el vallenato empezó a llegar a las clases altas a través de las ‘colitas’: como les llamaban a las fiestas que los empleados del servicio hacían en las cocinas de las grandes casas.

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Semana.com: ¿Cómo funcionaban?

D.S.P: En esa época, cuando los patrones hacían grandes fiestas contrataban orquestas de música europea porque lo demás estaba mal visto. Pero al final, muchos invitados se iban a la cocina, se mezclaban con los empleados y hacían una especie de remate en el que escuchaban música autóctona. Así el vallenato empezó a llegar a las capas más altas de la sociedad en la Costa Caribe. Se enamoraron del ritmo y mucho después comenzaron a aparecer compositores e intérpretes entre ellos. El primero fue Enrique Pumarejo y el segundo, sin duda alguna, Rafael Escalona, que era sobrino de un obispo. Esas mismas élites fueron las que años después llevaron el vallenato a Bogotá. 

Semana.com: Usted es muy crítico del vallenato de hoy, dice que no tiene nada que ver con el clásico, que los compositores hacían en esa época…

D.S.P: El mismo éxito del vallenato terminó produciendo un vallenato fabricado, al que yo llamo vallenato salchicha, que ya no tiene el mismo placer por narrar historias. Es música de caseta, hecha para bailar y ser pegajosa. Sus letras ya no dicen nada, pero llevan los sonidos del acordeón. Pero el vallenato clásico es el que realmente ilumina y el que se ha ganado un espacio en Colombia y en el mundo. Yo no creo que el vallenato clásico desaparezca, aún tiene su nicho, como lo tiene la música clásica. De hecho aún está vivo Adolfo Pacheco, uno de los antiguos: El más grande compositor vallenato actual.