HISTORIA
Para conocer los Santanderes
En libros, comidas, festividades y monumentos, los santandereanos y nortesantandereanos han dejado la huella de su cultura e idiosincrasia. Muchas de estas obras ya no solo representan a una región, sino al país en general.
El bocadillo veleño
Es la variante santandereana del tradicional dulce de guayaba colombiano fabricado en los municipios de Vélez, Barbosa y Guavatá. El bocadillo se fabrica en pequeños bloques cuadrados de aproximadamente 5 centímetros de lado y 2 de ancho; en dos de sus lados tiene unas bandas delgadas de color claro hechas con dulce de guayaba blanca y se envuelve en hojas secas de bijao. Esta golosina se hizo mundialmente famosa en los años ochenta cuando entró a formar parte del avituallamiento de los ciclistas colombianos en Europa.
Crédito: Jaime Moreno
Puede leer: “En Colombia se debe cambiar la forma de enseñar historia”: Jorge Orlando Melo
El Señor del Humilladero
Del enigmático Santo Cristo del Humilladero, patrono de Pamplona, nada se sabe: ni quién lo esculpió, ni cuándo ni por qué. Se presume que un español realizó la imagen en la segunda mitad del siglo XVI. Sin embargo, esta escultura, objeto de veneración y peregrinación desde hace siglos, tiene una leyenda que cuenta cómo apareció en la Cofradía de la Veracruz, hoy conocida como la ermita del Señor del Humilladero. Según el relato, unos ángeles con apariecia de extranjeros, rubios y de ojos claros, dejaron la escultura cuando se quedaron en la cofradía de la Veracruz y desaparecieron sin que nadie se diera cuenta.
Crédito: Antonio Díez
La arepa ocañera
Emblema de la ciudad de Ocaña, es una de las comidas más apetecidas en Norte de Santander. Es una masa hecha con harina de maíz, extremadamente delgada y rellena de queso, por lo general, costeño. En Ocaña y el resto del departamento centenares de microempresas las elaboran.
Le recomendamos: Semana lanza ‘Colombia, la historia contada desde las regiones‘
‘Sendero de espinas’
José María Peláez Salcedo
Publicada en 1963, la novela costumbrista de este nortesantandereano cuenta la vida en la Ocaña de comienzos del siglo XX. En sus 138 páginas, Salcedo describe en detalle los tipos y las costumbres de su tierra, lo que lo convierte en un escrito sociológico y etnográfico sobre la cultura nortesantandereana.
Lo más leído
‘Dianas tristes’
Este libro, publicado en Barraquilla en 1905, contiene 13 relatos cortos escritos por el historiador y escritor santandereano Enrique Otero Acosta. Narran los horrores de la guerra de los Mil Días, que de acuerdo con el autor, en muchas ocasiones son indescriptibles: “Lo espantoso de aquel choque, lo violento de aquel ataque, lo recio de aquella tormenta no tiene palabras para describirse”. Con este texto se inauguró una tradición literaria santandereana que pone como eje los hechos de esta guerra civil.
Le puede interesar: La importancia de la historia en los colegios: el debate de Jorge Orlando Melo, Antonio Caballero y Álvaro Tirado
Crédito: Álbum Röthilisberger – A.C.H Universidad Nacional
‘Guabina veleña’
Es un canto a capela de coplas con interludios de trinares de tiple o requinto característico de los municipios santandereanos de Vélez, Guavatá, Puente Nacional, Bolívar, Chipatá, Jesús María, La Paz, Aguada, Güepsa y Barbosa. Tradicionalmente, las mujeres la cantaban en sus labores agrícolas, artesanales o de la casa, y, por lo general, para comunicar un lamento. Hoy forma parte esencial de la cultura veleña y la mujer continúa en el papel protagónico.
Crédito: Carlos Pineda
Las procesiones de Semana Santa en Pamplona
Una de las tradiciones religiosas más antiguas de los Santanderes nació con la conformación de la Cofradía de la Veracruz en 1553. Las organizaba el primer párroco de Pamplona, Alonso Velazco, y con el tiempo se institucionalizaron y cobraron renombre en el territorio. Hoy en día constituyen una de las celebraciones más importantes de los católicos colombianos junto con las procesiones de la Semana Mayor en Popayán.
Le sugerimos: Mil días que transformaron un siglo
Crédito: Gabriel Pérez- Gobernación de Norte de Santander
‘La otra raya del tigre’
Pedro Gómez Valderrama
Esta novela histórica publicada en 1977 recrea la sociedad de los Santanderes a mediados del siglo XIX. Cuenta la historia y las extravagancias de Geo von Lengerke, quien llegó a estas tierras a comerciar con quina. Gómez narra la vida del alemán con el trasfondo de las tramas políticas que ocurrían por esa época en el estado soberano de Santander, las guerras civiles y los conflictos sociales entre artesanos y extranjeros. Para buena parte de los críticos literarios este libro es una de las mejores novelas históricas escritas sobre Santander.
Crédito: Archivo Semana
Cestería de motilones-barís
En Norte de Santander, los indígenas motilones-barís luchan a diario para mantener viva su cultura ancestral. Y lo hacen elaborando cestos que los acompañan en sus actividades diarias o que venden en algunos pueblos del departamento. Se encargan de esto las mujeres, que usan el ‘bejuco de monte’ y el palmiche.
Crédito: Icanh
El fique
Santander es el mayor productor de fique del país. Esa tradición, que viene desde epocas prehispánicas, fundamentó la economía santandereana los siglos XIX y XX. Alrededor de esta fibra se ha constituido una clase artesanal dedicada a elaborar bolsos, sombreros y demás artesanías de exportación. Pese al descenso del cultivo de la planta, científicos santandereanos y de otros lugares del país trabajan para darle nuevos usos. Es así como la Universidad Industrial de Santander desarrolló un nanofique para purificar el agua contaminada con tinturas.
Le recomendamos: Se habla Creole
Crédito: Carlos Pineda
Kola Hipinto
Por ahí dicen que santandereano que se respete siempre pide una “rojita”, una gaseosa con sabor a piña y kola creada en 1924 por Hipólito Pinto Herrera, que no puede faltar en la gastronomía santandereana. Además de acompañar comidas, usan la Kola Hipinto para hacer refajo y cocteles. Antes de que Postobón comprara la empresa de don Hipólito, esta gaseosa no tenía rival en los Santanderes; tanto es así que se decía que las madres destapaban una botella y le ponían chupo para alimentar sus bebés.
Puede leer: ¿Por qué Colombia creció entre urbes y provincias?
Templo histórico de Villa del Rosario
Hoy solo quedan las ruinas de la iglesia devastada por un terremoto en 1875, que el padre Manuel María Lizardo trató de reconstruir en 1886, aunque solo pudo levantar la cúpula. El afán por recuperar ese edificio se debió a que en su sacristía se reunieron Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Antonio Nariño y otros héroes de la Independencia para promulgar la Constitución de 1821, que dio vida a la segunda república, conocida después como la Gran Colombia.
Crédito: Juan Carlos Sierra