Historias De Vida
De mendigar en las carreteras de La Guajira a campeón de kitesurf
Esta es la historia de Nelson Gómez, indígena wayuu en el Cabo de la Vela que no puede contener las lagrimas al recordar de dónde viene y hasta dónde ha llegado, junto con siete de sus diez hermanos. Ahora son referentes del deporte a nivel mundial.
En el Cabo de la Vela hay un contraste entre los hermosos paisajes de desierto y mar. Para los turistas que vistan La Guajira es impactante la realidad que viven los niños de esa región del país.
Ver su historia en video:
“Había comunidades que al lugar no nos llegaba agua o comida. El gobierno a veces se olvida de nosotros. Entonces acudíamos a mendigar”, dice Nelson Gómez, indígena wayuu, nativo del Cabo de la Vela, quien hoy tiene 22 años, y les enseña a los niños de su comunidad que no hay que hacer eso para salir adelante, que pueden volar tan alto como sus sueños y disciplina se lo permitan.
Lo más leído
Gómez recibió al equipo de SEMANA, un domingo de marzo en medio de la pandemia. Su casa es de madera, multi color, lo que hace juego con el azul del mar cristalino y tranquilo que está frente a su fachada, el mismo que ha sido cómplice de sus caprichos.
Mientras alista las tablas, las cometas y los cascos que utilizará para dar su clase de kitesurf no puede contener el llanto al decir “lo logramos, todo parecía tan difícil, pero lo logramos”. Menciona esa frase mientras se lleva sus manos a la cabeza y luego las baja y las une en señal de agradecimiento.
Nelson nació en una familia 100 % indígena. Su mamá tuvo 10 hijos. Los tres mayores no se dedican al Kitesurf, el resto han encontrado en este deporte la oportunidad de salir adelante.
Gómez recuerda que un turista que llegó al Cabo de la Vela hace 12 años, captó la atención de todos los pequeños de la zona. Por primera vez vieron cómo se podían deslizar en una tabla y luego volar sobre el imponente mar. Él quería aprender, pero muchas cosas estaban en su contra. La edad, la falta de recursos, las creencias de una comunidad que inicialmente le temía a los cambios.
“Yo no tenía dinero para pagar un curso de ‘kife’, así que empecé barriendo, ayudando a arreglar las tablas, ofreciéndome a ayudar a los turistas. Iba escuchando todo lo de las clases que daba Martín, mi maestro y así poco a poco fue aprendiendo”, dice Gómez. No fue fácil aprender y le costó más de cuatro años. Como era tan pequeño subirse en una taba era riesgoso.
Recuerda que su maestro lo motivaba a ir a clases, para que aprendiera el español, ya que solo hablaba su lengua madre el wayuunaiki. Además, le enseñó que correr detrás de los carros era riesgoso, que es mejor trabajar que mendigar. Por eso, después de clases, el extranjero lo dejaba que le ayudara por un rato y le daba algo de dinero para ayudar con los gastos de su casa.
“Llegar a la casa y decirle a mi mamá: mira traje esto para la comida, uno contribuía un montón. Con dos mil pesos compraba arroz, y era ayudar con el día a día y era felicidad”, dijo el deportista. Recuerda bien lo que compró con los primeros cinco mil pesos que recibió: “un poco de panela, café pan y gaseosa, lo recuerdo bien y ya fue suficiente, mi mamá tenía el café de la mañana con mi papá y ahorita voy con mis hermanos y ellos y comemos pan y gaseosa. La pasé perfecto, esa era la cena del día”, describe Gómez, con una enorme sonrisa en su rostro.
El joven wayuu, hoy habla cuatro idiomas, entre ellos, español, inglés, portugués y está aprendiendo francés. Su relación con los turistas lo ha ayudado mucho, también los viajes que a realizado para mostrar su talento como deportista. Se ha llevado los primeros puestos en eventos internacionales de kitesurf.
Cuando estuvo en Brasil, pensó que su carrera deportiva terminaría, pues tuvo un grave accidente que lo dejó incapacitado durante seis meses. Pero como el ave Fénix resurgió, en medio de la incapacidad. Cuando su maestro se marchó del Cabo, nació Awalayuu, su propia academia de kitesurf. Unos equipos de segunda que le dejó su maestro antes de abandonar como pago a un tiempo trabajado. Esa fue la base de su emprendimiento.
Awalayuu, significa hermanos en su lengua madre. Asegura que esa academia refleja la unión de hermanos. Con esa academia les enseña a más niños a salir adelante. Su primer alumno fue su hermano Beto Gómez, un año menor que él.
El sueño de Beto siempre fue ganar el kitefest en Argentina. Y lo cumplió. Además, consiguió importantes contratos. “Fue increíble”, dice Nelson con lágrimas de orgullo, se eriza al recordar cada alegría que le han dados sus hermanos.
“Cuando queremos algo y lo tenemos en mente, lo soñamos, todo lo podemos hacer posible, simplemente sigamos el camino que no hay nada, ni nadie que nos pueda parar, ni impedir hacer lo que queramos”, dijo Gómez antes de entrar al mar donde entrena casi seis horas diariamente.