Análisis
De no pretender nada a quererlo todo: así va el regreso a la política de Ingrid Betancourt
La candidata del Verde Oxígeno llegó a Colombia para unir al centro. Ahora, después de dinamitarlo desde adentro, hace todo para fortalecer su candidatura presidencial.
La errática y ambiciosa campaña a la Presidencia de Ingrid Betancourt no deja de causar polémica. Este viernes -primero de abril- se confirmó que la candidata del Partido Verde Oxígeno estaría buscando una alianza con el Centro Democrático con base en “acabar con las maquinarias”.
Esto dejó dudas sobre la coherencia de su discurso y cuáles son sus límites. El Centro Democrático, un partido liderado por Álvaro Uribe Vélez, que funciona como uno tradicional y cuenta con figuras que echan mano de viejas prácticas políticas, sería admisible para Ingrid.
Todo esto mientras implosionó la coalición Centro Esperanza por acercamientos individuales hacia Alejandro Gaviria, los cuales nunca fueron a nombre de partidos políticos enteros.
En el momento, nadie entiende cuál es el rumbo de Ingrid y cuál es su estrategia para buscar llegar a la Presidencia. Por ahora, sus argumentos de campaña son confusos y queda en duda la frase más reiterativa en sus declaraciones: jaque a la corrupción.
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Por esto, es difícil pensar en que la candidatura no era prevista y, en principio, una mesurada y conciliadora Betancourt se tropezó con la posibilidad de volver a la política en una visita programada por otros asuntos.
En junio de 2021, Betancourt compareció ante la Comisión de la Verdad en un estremecedor acto de reconocimiento en el que habló sobre su experiencia en el secuestro.
Fue ahí que aprovechó para reunirse con todos los miembros de la coalición de la Esperanza, la cual llevaba varios meses en marcha y construyendo una opción moderada para 2022. En ese momento, con libros en mano, Angélica Lozano comenzó a introducir la posibilidad de la candidatura de Alejandro Gaviria.
Desde ese momento, Betancourt comenzó a tener actividad política. Después del fallo que revivió al partido Nuevo Liberalismo, la exsecuestrada le solicitó al Consejo Nacional Electoral hacer lo mismo con su colectividad. Este sería su boleto a tomar un liderazgo más fuerte en la coalición de la Esperanza, donde ya venía conversando.
Según personas cercanas, que se le devolviera la personería jurídica a Verde Oxígeno fue una sorpresa para ella. Desde ahí pidió pista para que, junto a figuras como Lozano y Goebertus, le permitieran ser mediadora para engrandecer la convergencia de centro e incluir a Gaviria.
Así lo hizo y hasta leyó los puntos que concertó la convergencia en el cónclave sostenido en noviembre. Lo firmó como garante junto a Humberto de la Calle. Su rol era estelar y contaba con la confianza del grupo. Entre sus atributos, tal como el del exjefe negociador, estaba el hecho de que no era candidata presidencial y no existían motivos ulteriores en su injerencia.
Incluso, puso el Verde Oxígeno al servicio de sus compañeros de coalición. Le dio el aval a la Presidencia a Carlos Amaya en un acto conmemorativo del compromiso ambiental de la colectividad. De la misma manera, le dio la candidatura al Senado a Humberto de la Calle, convenciéndolo de aspirar.
Todo estaba bien para Betancourt y mantenía una imagen conciliadora sin pretensiones. Sin embargo, los problemas comenzaron cuando decidió, como muchos pidieron, que se lanzaba a la Presidencia de la República.
Este movimiento lo llevó a cabo después de meses de negarlo en privado y ella solo sostenía que quería ayudar y contribuir. Muchos le dijeron que su candidatura dividía, pero ella siguió adelante con ella y sus compañeros aceptaron su decisión.
Fue ahí cuando ocurrió la famosa y mediática implosión, que también concordó con el primer debate amplio al que asistía, en el que comenzó a mencionar la maquinaria, su polémico foco discursivo.
“No voy a dejar que los lobos entren a donde están las ovejas”, dijo en un cara a cara organizado por SEMANA y El Tiempo.
En ese momento, Gaviria aseguró que se trató de “hipocresía y oportunismo”.
Desde ahí, por las adhesiones de Gaviria, Ingrid mostró inconformidad hasta que terminó en ultimátum. Tres, para ser exactos. Estas advertencias fueron más incómodas internamente que los apoyos del exrector de la Universidad de los Andes.
El drama terminó en la renuncia de Betancourt a la coalición que construyó, advirtiéndole a la ciudadanía que se trataba de un sector apólogo a las maquinarias y corrupción política. Esto llamó la atención y exacerbó las diferencias entre los candidatos de centro.
Ingrid ganó reconocimiento. Después del escandaloso rompimiento, la encuesta del Centro Nacional de Consultoría para SEMANA la evidenció en el tercer puesto en intención de voto.
Ingrid siguió con su campaña por su cuenta y pensó en atraer al centro con un discurso volcado casi por completo a la lucha contra la corrupción. Sin embargo, sus argumentos nunca se presentaron con precisión o fondo, lo cual provocó críticas en redes sociales.
La Centro Esperanza no se recuperó de ese duro golpe. De ahí, casi en el mismo estilo caníbal, los aspirantes comenzaron una guerra interna que no supieron solventar en privado. Ninguno ganó y el castigo fue el 13 de marzo, cuando fueron la coalición menos votada.
A raíz de esto, declaró “huérfano” al centro y se presentó como una mejor opción a la de Fajardo. Sin embargo, era claro que ya no solo le apostaba al centro.
Betancourt escogió al coronel (r) José Luis Esparza como fórmula, quien también se desempeñó como cerebro de la Operación Jaque. Ese no fue el único guiño hacia la fuerza pública, ya que le dio un aval al Senado a John Frank Pinchao, un oficial de la Policía secuestrado.
Ahí hubo una mirada hacia la derecha, que, con la noticia de que se encuentra en conversaciones con el uribismo, solidifica.
Es cuestión de tiempo para saber si la candidatura de Betancourt mantiene algún significado o coherencia. El centro, resentido por la implosión que causó, refuerza sus reparos por la posible alianza con el Centro Democrático. Los votantes de derecha, por su antecedente alternativo, no la consideran la mejor opción.
La estrategia de Betancourt es el todo por el todo, lo cual podría ser costoso a la hora de la votación. Por ahora, entre inconsistencias, lo que sí se ve es una clara intención de ganar. Así ya no tenga sentido su pelea con Alejandro Gaviria, quien refuerza lo que le dijo en ese enfrentamiento: “Hipócrita y oportunista”.