PERFIL
De temida fiscal a vicepresidenta de Estados Unidos: la inspiradora vida de Kamala Harris
Kamala Harris, la primera vicepresidenta de Estados Unidos, tenía todo para ser discriminada, pero hoy hace historia como la mujer que más alto ha llegado en la política de la primera potencia del mundo. Así lo logró.
La temida exfiscal, cuyos tenaces interrogatorios en el Senado se volvían virales, muestra un singular palmarés: ser la primera en conquistar escenarios antes exclusivos para los hombres y los blancos. Fue la primera mujer fiscal de San Francisco, así como la primera afrodescendiente y con raíces en el sudeste asiático que ocupó el cargo. Luego, la primera persona de color y de raza india en ser fiscal de California. Solo dos mujeres negras han llegado al Senado y ella fue la segunda. Ahora, es la primera de su género en ocupar la vicepresidencia y se augura que seguiría con la presidencia; aunque eso está por verse, sobre todo en un país con altos estándares de democracia, pero preso de la fijación racial, que casi lo desintegra en la sangrienta guerra de Secesión. Cada cierto tiempo, estallan turbulentas protestas por la saña de la policía con la población de color, en tanto que las sombras de la supremacía blanca o la xenofobia motivan la honda división del país.
Un momento culmen de la cuestión racial fue la lucha por la abolición de la segregación en los años sesenta del siglo pasado, y Kamala Harris es justo una hija de la época. A comienzos de esa década revolucionaria, la joven Shyamala Gopalan llegaba de su natal India al mítico campus de la Universidad de California en Berkeley, tras vencer el machismo que no le permitía cursar bioquímica en su patria. El papá, quien le permitió irse sola al extranjero como no lo había hecho ninguna otra en su conservadora familia, era P. V. Gopalan, gran luchador por la independencia de India; de su mano ella aprendió las primeras nociones sobre la importancia de luchar por la libertad y los grandes valores.
Por esa fecha desembarcó Donald Jasper Harris en Berkeley, quien también transgredía las tradiciones de otra excolonia británica, Jamaica, donde lo usual era que los jóvenes pudientes como él se educaran en Inglaterra para perpetuar el añejo sistema de castas. Pero Harris había escuchado el jazz y sobre la efervescencia de cambio social en Estados Unidos y por eso terminó allí, en busca de su doctorado en nutrición y endocrinología. En medio de las protestas como miembros de la Afro-American Association, en la cual se codearon con los fundadores del partido Panteras Negras, Harris y Shyamala se conocieron y todo terminó en boda en 1963. Un año después nació Kamala, y, cuando solo tenía 5 años, sus padres protagonizaron un amargo divorcio por la custodia de ella y su hermana, Maya. Él le aseguró a The New York Times que el fallo que le negó la tutela fue motivado por el prejuicio racista de que “un negro de las islas terminaría devorando a sus hijas”.
Shyamala jamás quiso volver a ver a Harris y eso lo alejó de sus hijas, afirma él. Pero Meena Harris, sobrina de la vice, sostiene que él no quiso estar ahí para ellas. Como se lo reveló a The New Yorker, “La experiencia y relación de Kamala con la negritud le vino de crecer en la comunidad afro de Berkeley y Oakland, pero no a través de su ancestro caribe”.
Así, la relación padre e hija no es fluida y se notó la vez que Donald regañó en público a Kamala por decir, en chanza, que proviniendo de un jamaiquino era natural que hubiera probado la marihuana. Él fue el gran ausente en la reciente posesión, aunque ella seguro echó en falta a su madre, una destacada científica, fallecida en 2009. A sabiendas de lo complejo de una mezcla étnica tan rara en Estados Unidos, Shyamala eligió criar a sus hijas como negras, apoyada por matronas que cuidaban a Kamala y Maya cuando trabajaba hasta tarde. En ese ámbito, la vicepresidenta oyó los relatos de descendientes de esclavos vejados por el Ku Klux Klan o de la lucha por los derechos civiles. Como el activismo es para ella un derecho natural, se unió a la causa.
En el colegio, contempló el escándalo que estalló cuando varios congresistas, entre ellos Joe Biden, atacaron el plan que buscaba eliminar la segregación racial, facilitando el ingreso de niños negros en colegios de blancos. Kamala era beneficiaria y en los debates por la candidatura demócrata le sacó en cara ese desliz al presidente. Gracias a aquella polémica, comprendió que, si quería luchar contra la injusticia social, no podía ser una marginal, sino integrarse al sistema.
Concluyó ciencia política y economía en la Universidad de Howard, la más afamada alma mater de mayoría afro, y luego derecho en la Universidad de California. Desde su debut como fiscal, mostró su garra de tesa, pero no faltaron intentos para tumbarla. En 1994, como fiscal del condado de Alameda, estuvo de licencia para trabajar en dos importantes comités públicos muy bien pagados. La había nombrado Willie Brown, uno de los hombres más poderosos de California, con quien tenía una relación amorosa, aunque le llevaba 31 años y era casado. Terence Hallinan, su rival en una elección, quiso enlodarla por eso, pero ella le recordó que él también tenía su historia y no vacilaría en investigarlo apenas lo venciera en las urnas.
Harris es fluida en el activismo, pero a la vez se mueve cómodamente en lo más alto del establecimiento. Eso, junto con los logros como fiscal, allanó su camino al Senado, donde siguió siendo combativa, pues “aprendió que la suerte no favorece a las mujeres negras que se muestran dóciles en su línea de trabajo”, según The New York Times. Una vez, en un debate, Jeff Sessions, entonces fiscal general de Donald Trump, se sintió tan perturbado por ella que exclamó: “¡No puedo ir tan rápido! Me pone nervioso”.
Si en lo público marcó sonoros hitos, en lo privado no se queda atrás, pues el hogar multiétnico y recompuesto creado con su esposo, el abogado Douglas Emhoff, blanco y judío practicante, promete ensanchar las ideas sobre las dinámicas de familia y los roles de género, observó el Times. Emhoff, convertido ahora en el primer segundo caballero de Estados Unidos, era divorciado cuando se casaron en 2014. Ella no tiene sus propios retoños, pero dice que ser la madrastra de Cole y Ella, frutos del primer matrimonio de él, es su rol más significativo. Los jóvenes la llaman Momala y, para completar la dicha, es amiga de la madre de ellos, Kerstin Mackin. “Nuestra familia moderna es un poquito demasiado funcional”, bromea la vicepresidenta sobre su caso, fiel reflejo de los nuevos rumbos de la sociedad americana.