NACIÓN
“Defender la democracia es el propósito de El Tiempo”, Andrés Mompotes
El nuevo director de El Tiempo habla sin tapujos sobre su más reciente nombramiento. Sostiene que su llegada asegura la continuidad de la línea editorial del diario y que el reto estará en seguir siendo líder en un escenario de competencia global y multimedia.
Luis Carlos Vélez: ¿Qué se siente llegar a la dirección de El Tiempo?
Andrés Mompotes: Se siente una responsabilidad inmensa. Se siente un agradecimiento, que es infinito, con la junta directiva, con los accionistas. Y se siente esa plena conciencia de lo que significa estar al frente de El Tiempo por lo que ha representado para la historia del país durante 110 años. Han sido 110 años de una historia periodística que ha sido fiel a unos principios y a unos valores que van a ser preservados, fortalecidos y cobijados por todos quienes trabajamos aquí. Es un legado que significa mantenerse firme frente a esos valores que han hecho de esta casa una de las líderes en los medios en Colombia.
L.C.V.: ¿Por qué se fue Roberto Pombo?
A.M.: El Tiempo le debe mucho a Roberto Pombo. En los últimos 12 años, él fortaleció el liderazgo del periódico y lo condujo con éxito por el camino de la transformación digital. Roberto, que para mí ha sido el mejor de los maestros, ha dicho que decidió retirarse porque consideraba que ya era el momento. Su decisión ha sido concertada con las accionistas, que han aplaudido de manera elocuente lo alcanzado por él durante su gran gestión. Y prueba de ello es que el equipo que Roberto formó es el que ahora recibe el voto de confianza para continuar al frente del periódico.
L.C.V.: Don Hernando Santos en su época decía que la dirección de El Tiempo era el segundo cargo más importante del país después de ser presidente. ¿Piensa lo mismo?
A.M.: Eso ha cambiado. Y ha cambiado porque la modernidad y la era digital han permitido el ingreso de muchos actores y muchos canales de comunicación. El Tiempo sigue siendo el diario más influyente, pero yo diría que no en el mismo nivel de la época de don Hernando. En todo caso, El Tiempo continúa siendo el medio fundamental para fijar la agenda de temas nacionales sobre los cuales se debe discutir y sobre los cuales la ciudadanía debe tener información confiable para tomar decisiones. Los medios como el nuestro y otros tradicionales y reconocidos siguen teniendo una credibilidad inmensa, y eso es muy importante de cara a contribuir al progreso de la sociedad. En conclusión, la dirección de El Tiempo ya no es el segundo cargo más importante del país, como se decía anteriormente, pero este periódico sí sigue siendo el más influyente de Colombia.
L.C.V.: ¿En qué va a cambiar la línea editorial de El Tiempo con su llegada?
A.M.: En nada. Aquí lo que hay es un mensaje de continuidad y de respeto por esa línea editorial que es institucional. El Tiempo ha sido un periódico institucional durante sus 110 años. La democracia es una institución y defenderla es el propósito de El Tiempo. La democracia, con todo lo que implica, es defender la libertad de expresión, la libre empresa, la oportunidad de acceder a muchos mecanismos de la vida ciudadana que permitan desarrollar a un país. Esa defensa institucional que El Tiempo ha mantenido va a continuar. Lo que se ha generado es un proceso de tranquilidad y de continuidad con esa línea editorial que los colombianos conocen.
L.C.V.: ¿Quién o qué es la mayor amenaza a la institucionalidad?
A.M.: Las amenazas a la institucionalidad tienen que ver con los fenómenos que puedan afectar las libertades. El Tiempo, en su historia, ha estado muy vigilante en representación de la ciudadanía para que ninguna situación o amenaza afecte esas libertades. Alguna gente dice que El Tiempo ha sido muy gobiernista. En la práctica, El Tiempo ha sido más o menos gobiernista dependiendo realmente de quién respete esas libertades. El periódico fue censurado en la época de Rojas Pinilla, precisamente, porque se consideró que su gobierno estaba coartando las libertades. Y, cuando llegue a suceder algo similar, El Tiempo estará vigilante como un faro para lograr que eso que hemos construido durante nuestra vida democrática se preserve, porque no se puede dar un paso atrás.
L.C.V.: Hoy, teniendo en cuenta la covid-19, la frágil situación económica y las redes sociales, ¿estamos más a merced del populismo que desestabiliza las libertades?
A.M.: Yo creo que estamos más a merced del populismo no solo en Colombia, sino en todo el mundo. Hemos visto casos en diferentes países en donde esos discursos han tomado mucha fuerza gracias a las redes sociales. Un gran reto que tenemos todos los medios de comunicación en Colombia es la campaña que se viene. Esto, por la agudización de la polarización, por unos debates que están cada vez más centrados en los ataques personales sobre las ideas. Por esa capacidad cada vez más dañina de las redes sociales a través de las bodegas. Es un escenario muy complejo para lograr que la gente esté informada de manera confiable y transparente, para que pueda tomar las decisiones más acertadas sobre el futuro del país. Los medios van a estar retados sobre esas hordas que prefieren estigmatizar a dar el debate público sobre las ideas.
L.C.V.: Hablando de esas hordas, ¿lo digital mató al papel?
A.M.: Lo digital no mató al papel y no lo va a matar. Lo digital sí cambió el rol del papel, pero el papel no se va a morir ni tan temprano como esperaban algunos ni tan tarde como se podrán imaginar otros. El papel se va a reducir cada vez más, pero tendrá una función relacionada con unos grupos de influencia y de opinión muy importantes. El papel se va a mantener en una audiencia con unos intereses muy particulares, y un segmento que seguramente está atado a las decisiones políticas. Pero al papel como tal, hoy por hoy, le quedan muchos años. Esa es una convicción que tenemos en El Tiempo, aunque estamos metidos profundamente en la estrategia digital. Nuestro propósito es seguir siendo el diario de Colombia con mayor circulación y seguir teniendo esa influencia a través del papel.
L.C.V.: ¿Qué es más importante, lo que la gente quiere leer o lo que la gente necesita saber?
A.M.: Ambas cosas. Esa discusión es fundamental en el mundo digital. Nunca antes como ahora sabemos qué es lo que la gente quiere leer. Tenemos todas las herramientas y las facultades técnicas para saber qué quiere leer la gente en este mismo instante y qué quiere leer un grupo específico. Ese es un escenario fascinante y probablemente nos lo imaginábamos hace muchos años. Sin embargo, creer que esa es la única salida de los medios es un error. Se trata de una combinación de ambas cosas.
L.C.V.: Hablemos de las presiones. ¿Ser director de El Tiempo lo convierte en objeto de presiones del Gobierno, los accionistas o, incluso, de sus propios periodistas?
A.M.: Ser director de El Tiempo es la primera línea de batalla de todo tipo de presiones. Pero no solamente en El Tiempo, en todos los medios. Los medios que tienen una relevancia en la sociedad tienen esa responsabilidad y deben asumir las presiones y responsabilidades con todos los sectores. Yo, en lugar de presiones, prefiero hablar de momentos en los que hay discusiones que son fundamentales. El director de El Tiempo tiene que escuchar todas las voces y discutir con todos los sectores para poder, sobre esa discusión, tomar las mejores decisiones de su línea editorial y enfoques periodísticos. Eso es muy importante porque, al final, lo que sale de esas discusiones es lo que genera un resultado con la inclusión de todas las voces, y la perspectiva más sana y transparente sobre lo que debe decidir el director de El Tiempo frente a una circunstancia difícil.
L.C.V.: Hablando de todas las voces, ¿hay una línea que no pueden cruzar los columnistas del diario?
A.M.: Absolutamente. No solo los columnistas, sino también los periodistas. Estar en un medio de comunicación es una responsabilidad inmensa. No se puede asumir que a un columnista o a un periodista se le permita lanzar injurias o calumnias sin sustento y ningún tipo de contexto en contra de una persona. La libertad de expresión termina cuando se afecta la libertad de tener un buen nombre y conservar una buena honra por parte de los ciudadanos. Esas obligaciones de los columnistas son muy importantes. Nosotros tenemos un manual de redacción que consigna unos puntos para los columnistas, los blogueros, los videoblogueros. Y en esos puntos el más importante es el que señala que no se pueden usar los espacios de El Tiempo para lanzar injurias, calumnias o agravios contra ninguna persona, cualquiera que ella sea.
L.C.V.: Hace años, la gran competencia de El Tiempo era El Espectador. ¿Hoy quién es?
A.M.: Hoy como competencia están todos los medios de Colombia que tienen un alcance digital. Lo que pasó con la erupción de la era digital es que nos puso a todos en un mismo plano de comunicación con la audiencia y tenemos varios frentes de competencia. En el impreso somos los primeros y, evidentemente, ahí la competencia son varios diarios impresos. Pero en el frente digital hay otros competidores que son SEMANA, Caracol Televisión o nativos digitales, como Pulzo. Incluso, nativos digitales que nacieron en otros países y están viniendo a Colombia a pelear por esa audiencia digital con Infobae. Hoy el panorama de jugadores que están compitiendo por esa audiencia digital es muy amplio, distinto, variado, exigente, pero muy emocionante. Porque se ven diferentes voces y oportunidades de atender todas las necesidades de los lectores en Colombia.
L.C.V.: ¿El director de El Tiempo va a trinar?
A.M.: El director de El Tiempo trina y va a seguir trinando sobre la base de algo muy importante. Cada palabra y letra de un tuit difícilmente se puede asumir como una opinión personal mientras uno trabaje en un medio. Mientras un periodista trabaje para un medio y haga una afirmación en redes sociales, es muy difícil desligar esa afirmación a la credibilidad del medio para el cual trabaja. Eso genera confusiones en el lector, en las fuentes y en la audiencia. La responsabilidad es que lo que uno dice en las redes no afecte esa función que tenemos los periodistas de comunicar e informar con transparencia.