| Foto: Archivo particular

DENUNCIA

Así desaparecen más de 10 hectáreas de bosque amazónico cada hora

Incendios, talas, carreteras, ganadería, palma africana, minería, y coca diezman casi 400 hectáreas por día en la Amazonía colombiana. El tema del día en El Diario.

1 de octubre de 2018

Incendios, talas, carreteras que van a ninguna parte, fincas fantasma, ganadería, palma africana sin control, minería, y coca diezman casi 400 hectáreas por día solo en la Amazonia colombiana. Así desaparecieron más de 400.000 hectáreas en los últimos 5 años del que está considerado como uno de los mayores bosques tropicales intactos del planeta. 

Escuche el análisis de Ruby Marcela Pérez, directora de la Gran Alianza Contra la Deforestación y Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, en conversación con la directora de semana.com, Cristina Castro. 

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1. Arde la selva

En las sabanas del Yarí, en la zona límite entre Caquetá, Guaviare y Meta, les prenden fuego a los morichales.

Estos bosques que protegen y alimentan las aguas de las sabanas en época seca sirven de refugio a reptiles, aves y diversos mamíferos. Pero la escasez de agua en verano hace que la fauna de las sabanas compita con las vacas.

Por eso, quienes viven del ganado incendian los morichales para que la biodiversidad se disperse y el agua quede disponible. En estas sabanas nacen los ríos amazónicos más importantes y emblemáticos del país: Apaporis y Yarí. Allí se conecta la biodiversidad de los Andes con la del Amazonas desde hace millones de años.

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Con la quema, los responsables despejan un área que utilizarán para sembrar o para engordar ganado. El Instituto Sinchi monitorea los focos de calor y las cicatrices en el bosque con información de sensores de la NASA.

Entiende el foco de calor como un incendio que no alcanzó grandes magnitudes y las cicatrices como lo que queda después de la quema. Solo en el Guaviare, entre enero y mayo de 2018, registraron casi 9.000 focos de calor asociados a quemas. Entre enero y abril el Sinchi detectó más de 66.000 hectáreas afectadas por incendios en ese departamento.

2. No cabe el ganado

Según estudios del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, IGAC, en la Amazonía no hay una sola hectárea apta para la ganadería por los componentes del suelo y su condición, además del clima variable.

Aun así, el IGAC calculó en 2017 que en casi 2 millones de hectáreas de la Amazonía ya hay actividad pecuaria. La Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, FCDS, calcula, con monitoreos satelitales, que la cifra casi alcanza los 5 millones de hectáreas.

En el Amazonas se dice que “talan bosques para sembrar vacas” y una vaca necesita algo más de una hectárea recién talada. Con el tiempo, aumenta la necesidad de espacio: tres hectáreas a partir del quinto año y 10 hectáreas por vaca luego de 10 años.

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Eso tiene una razón clara: durante los primeros 5 años de talada un área para la ganadería se pierde hasta el 80 por ciento de la fertilidad química que dejaron miles de años de bosques amazónicos. A los 10 años ya se ha perdido por lo menos el 95 por ciento de esa fertilidad y las condiciones físicas creadas por las raíces del bosque.

Los suelos empobrecidos física y químicamente se compactan y empieza la erosión. Por eso la Amazonía no sirve para la ganadería. Los territorios ganaderos se concentran principalmente en las zonas occidentales de los departamentos de Caquetá (todo el piedemonte), Guaviare y Meta, además de algunos terrenos del Putumayo.

La foto corresponde al Parque Nacional Natural Serranía de La Macarena, donde, de acuerdo con la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, FCDS, existe desde hace más o menos 10 años el “potrero más grande de Colombia”, con 1.300 hectáreas.

3. Siembra de palma sin dueño

En la zona donde el río Ariari confluye con el río Guaviare, en los municipios de Puerto Rico y Puerto Concordia, en el Meta, grandes extensiones de palma africana marcan la diferencia en el paisaje por su uniformidad.

“Están en sitios donde no solo por deforestación o protección de rondas de río, o por ser zonas de alta sensibilidad o inundables o bosques riparios, simplemente no deberían estar”, dice Rodrigo Botero, director de la FCDS.

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Estos cultivos avanzan sobre zonas de sabana de transición entre la Orinoquía y la selva amazónica, y sobre bosques inundables, muy cerca de territorios de alta sensibilidad cultural, como el resguardo nukak, donde está la última tribu nómada en contacto reciente del Amazonas colombiano, además del Parque Nacional Natural Sierra de La Macarena.

La FCDS trabaja actualmente con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) y Fedepalma en la identificación de quienes están produciendo esta palma y la trazabilidad de los productos.

4. Carreteras fantasma

La guerrilla de las FARC abrió hace algo más de dos décadas la conocida carretera Calamar- Miraflores, en el Guaviare, 180 kilómetros que atraviesan la Reserva Forestal de la Amazonía. Los usuarios y los gobiernos locales la mantienen en época de lluvia. De hecho, quedó incluida en el plan vial departamental del Guaviare.

La región ‘normalizó’ su uso pese a que las FARC la construyeron sin consideraciones ambientales ni de ordenamiento territorial. Su existencia disparó el mercado de tierras en la zona porque le abrió paso a la colonización de una reserva, además de que generó presión, especialmente por la expansión ganadera, sobre los resguardos indígenas del Amazonas.

Claro que también alteró la conectividad ecológica entre la Reserva Nacional Natural Nukak y el recientemente declarado patrimonio de la humanidad, el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete. De no hacerse nada, según los ambienta- listas, dentro de 30 o 40 años la zona podría ser ya un desierto.

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La carretera que comunica las veredas La Libertad y La Paz, en el municipio de El Retorno, en el Guaviare, también serpentea transversal a la Reserva Nacional Natural Nukak. No existe información de quién la abrió.

Los monitoreos satelitales de la FCDS iden- tificaron carreteras que comunican fincas o que no van a ningún lado en la mitad del bosque. La Fundación estima que existen al menos 13.000 kilómetros lineales de accesos viales no pavimentados solo en zonas aledañas a los municipios de La Macarena (Meta), San Vicente del Caguán y Cartagena del Chairá (Caquetá).

5. Inversionistas de tierra vecina al patrimonio de la humanidad

En la cuenca alta del río Camuya, en el Caquetá, el bosque aledaño ya es potrero. En un lapso de 90 días se convirtió en una gran finca que primero tuvo postes y luego vacas. Es el acceso al Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, un territorio donde existen pueblos ancestrales en aislamiento voluntario.

Una vez el terreno queda ‘limpio’ de bosque, una parte de la madera se quema en un lapso de 2 a 3 días y los predios talados se seccionan con cercas y quedan listas para la venta a cualquier inversionista que no quiera pagar impuestos.

En dos semanas pueden estar alambradas por lo menos 600 a 800 hectáreas, de acuerdo con estimativos de la FCDS, casi siempre con una carretera ilegal cercana. El Minambiente y el Ideam identificaron y tipificaron esto en el último informe de deforestación, dado a conocer a mediados de este año, como “usurpación de baldíos de la nación por parte de manos criminales” o “cambio en las reglas locales de uso del suelo”.

Los terrenos se venden con o sin vacas.En la foto aérea tomada en un sobrevuelo de la FCDS se ve una finca sin dueño cerca a la carretera Calamar-Miraflores.

6. Coca por bosque

El informe sobre cultivos ilícitos que entregó la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Delito la semana pasada, alertó sobre el riesgo que corren las zonas protegidas del país por cuenta de estos cultivos. Hoy, el 34 por ciento de los cultivos de coca están en áreas que eran bosque hasta hace 4 años.

El informe dice que la coca sigue siendo una gran amenaza para la diversidad biológica y cultural del país. Para la región amazónica, a diciembre de 2017, Caquetá tenía 11.793 hectáreas de coca; Meta, 5.577 hectáreas, y Guaviare, 4.923 hectáreas. La Policía Antinarcóticos, a su vez, dijo que 1,4 hectáreas de bosque se pierden por cada hectárea de coca sembrada y que incide directamente sobre al menos 134 especies de anfibios, 85 de mamíferos y por lo menos 864 especies de aves y 600 de peces.

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Solo por cuenta de la coca, según cifras de Antinarcóticos, se han deforestado 11.024 hectáreas en parques nacionales naturales, donde a la fecha hay más de 7.874 hectáreas de coca sembradas. En la foto, sembrados de coca en el nacimiento del río Inírida, dentro de la Reserva Nacional Natural Nukak.