Nación
Denuncian impunidad en el caso del capitán Jesús Solano, asesinado en Soacha durante una revuelta de encapuchados
Dos de los tres implicados en el homicidio se encuentran en libertad. Cercanos al proceso advierten por graves maniobras dilatorias para evitar condenas.
Con desilusión han visto los familiares del capitán Jesús Solano, jefe de la Sijin de Soacha, cómo la justicia colombiana ha actuado en el proceso judicial que busca establecer los responsables del crimen del oficial ocurrido hace dos años en Soacha, durante las violentas manifestaciones que se dieron en el marco del paro nacional.
SEMANA consultó con fuentes del proceso que indicaron que el caso en la actualidad se encuentra en la impunidad debido a la falta de celeridad de las actuaciones de la Fiscalía, de la Procuraduría y de los jueces de la república.
El caso se encuentra dividido en dos. En el primer proceso están vinculados los hermanos Sebastián y Maicol Vélez Mesa, quienes presuntamente participaron en el homicidio del oficial, sin embargo, pasados dos años de proceso el caso no ha llegado a juicio y los implicados se encuentran en libertad.
Por otro lado, se encuentra vinculado Jesús Castillo, quien en la actualidad es el único detenido por el crimen del capitán Solano, y quien según fuentes cercanas al caso podría quedar prontamente en libertad por vencimiento de términos.
La otra punta que tiene con preocupación a los familiares del asesinado uniformado es la falta de celeridad en las investigaciones internas que tiene que hacer la Policía, pues para los allegados al policía en su caso hay varias circunstancias que no encajan.
La primera de ellas, y por la cual están pidiendo una explicación a la Policía, es saber por qué el oficial fue objeto de varios traslados seis meses antes de ser asesinado, segundo, por qué hubo una especie de omisión de auxilio para el capitán cuando fue atacado, pues no llegaron los refuerzos a tiempo, y tercero, quieren conocer por qué el uniformado se encontraba solo el día que fue agredido con puñal.
Para los familiares, la Policía también se ha demorado en entregar respuestas a sus interrogantes.
Quienes están pendientes del proceso del capitán Solano aseguran que ha habido presuntas maniobras dilatorias por parte de la defensa de los implicados, lo que ha impedido que el proceso se desarrolle con normalidad y se busque la prescripción.
Oficial destacado
El capitán Jesús Alberto Solano tenía 34 años, era oriundo del municipio de Ubalá, Cundinamarca. En enero de 2007 decidió ingresar a la Escuela de Cadetes de la Policía General Francisco de Paula Santander, donde fue carabinero por más de 10 años.
La Policía lo reconoció como un destacado oficial, debido a que llevaba una carrera en ascenso en la institución. Fue jefe de evaluación y calidad, y logró la primera acreditación en alta calidad del programa de formación de patrulleros. Era criminalístico y unos de los primeros investigadores categorizados ante Colciencias. Estaba a punto de sustentar su tesis doctoral en educación en la Universidad de La Salle.
Además de sus 13 años en la Policía prestando servicio, Solano era casado y tenía una hija de cinco años que hoy llora su pérdida.
El día del crimen
En la noche del miércoles 28 de abril del 2020, las tensiones entre la Policía y los manifestantes crecían conforme pasaba el tiempo y los vándalos hacían de las suyas destruyendo y saqueando todo lo que estuviera a su paso.
En medio de los actos de violencia, el capitán Solano se percató de que un grupo de delincuentes intentaba robar un cajero automático de Bancolombia en la Autopista Sur con calle 22, por lo que se enfrentó a ellos para detenerlos. En medio del encuentro, Solano recibió cinco puñaladas de los sujetos.
Durante el ataque, y luchando contra la muerte, el oficial fue despojado de su arma de dotación, el carné policial y el radio de comunicaciones. Sin embargo, el momento más difícil ocurrió cuando los delincuentes notaron que tenía un chaleco antibalas.
Inmediatamente, reaccionaron alegando que era un infiltrado. “Es un infiltrado, infiltrado, tiene un chaleco y es Policía. Lo van a dejar morir sus propios socios”, gritaban en medio de los desmanes y los restos de rocas.