Denuncia
Desaparición de mascotas enciende alarmas por falta de reglamentación en guarderías caninas; este es el preocupante problema
Guarderías, colegios y hoteles caninos tienen cada vez más auge, pero la desaparición de varias mascotas deja al descubierto la falta de reglamentación de estos lugares. ¿Qué está pasando?
Desde hace ocho años, Kiara asiste a colegios caninos. Es una bernés de la montaña tranquila y consentida. Camilo Jaramillo, su dueño, dejaba lista la maleta para que la llevaran a la guardería y no se quedara sola mientras iba a trabajar. Son una familia. Salen a la tienda, pasean, duermen y juegan juntos. “Es como mi hija.
Llevo un mes sin verla. El 26 de octubre me llamaron de la guardería y me dijeron que se perdió, como si se tratara de un bien y no del ser que me ha acompañado en mi vida”, dice el hombre con tristeza y decepción. La guardería que la dejó perder es conocida como Mashi y está ubicada en La Calera, Cundinamarca.
Desde hace dos años, la rutina era la misma. Incluso, Camilo les permitió a los dueños y delegados del colegio entrar al apartamento para llevarse a Kiara a las ocho de la mañana y devolverla antes de que cayera la tarde. Ese ejercicio se repetía cuatro días a la semana. Pagaba una mensualidad que supera los 300.000 pesos, llegó allí por recomendación y, asimismo, él la recomendó.
El voz a voz funciona muy bien para este tipo de negocios, que van en aumento. Estudios de mercado especializados en mascotas coinciden en indicar que en Colombia el 40 por ciento de los hogares tienen al menos un animal que es tratado, en su mayoría, como un hijo más. Por eso no escatiman en brindarle bienestar. Camilo estaba fuera de la ciudad y a las siete de la noche de ese miércoles 26 de octubre recibió la llamada que le causó el dolor que a diario se intensifica: “Don Camilo, Kiara se perdió mientras caminaba por la montaña”, recuerda que le dijeron.
Tendencias
Inicialmente, se negaba a aceptarlo. Por su edad Kiara es tranquila y obediente, según describen quienes la conocen. Esa misma noche los familiares de Camilo fueron a La Calera para buscarla y denuncian que la guardería no lo estaba haciendo. Manifiesta que encontraron varias fallas en la seguridad del lugar y no hay suficientes cámaras de vigilancia en el sector. Con el paso del tiempo, Camilo piensa que se trata de un hurto, por lo que interpuso la denuncia ante la Fiscalía para que se investigue.
El secretario de Medio Ambiente de La Calera, Javier Barrantes, dice que “las guarderías, colegios y hoteles caninos se han convertido en un problema”. Argumenta que después de la pandemia llegaron muchas personas a montar este tipo de negocios sin control alguno. Las autoridades han recorrido las 36 veredas del municipio y han identificado unas 76 guarderías, de las cuales el 60 por ciento son informales. Son varios los casos de perros perdidos en guarderías y en el último año se incrementaron.
Joropo se perdió de una de ellas, ubicada en la vereda El Hato. Sus dueños viajaron a Argentina durante tres semanas, así que lo dejaron allí junto con su hermana, Negra, los dos criollos y rescatados. Joropo llevaba viviendo en la familia 12 años. Durante el segundo día de viaje les dijeron que se perdió, nadie sabe cómo. Todo sucedió el 27 de mayo. María José y su esposo han gastado varios millones de pesos buscándolo, contratando drones, rescatistas que caminan a diario la montaña, pegando afiches y hasta pagando médiums.
En medio de la necesidad de reglamentar las guarderías, se habla de una cláusula en la que se contemple el pago de seguros y pólizas de responsabilidad civil que tendrían que asumir estos establecimientos en caso de que un perro se extravíe. Sin embargo, María José y otros dueños de mascotas aseguran que, más que eso, se debería trabajar en la prevención, pues nada alcanza a indemnizar la pérdida de un ser querido.
“Mis papás se divorciaron desde que yo tenía 4 años. Tiempo después me fui a vivir con mi papá para reconstruir nuestra relación. Joropo llegó para la misma época y ayudó a que tuviéramos un vínculo con mi padre porque hacíamos planes los tres”, explica María José. Joropo la acompañó en su grado como universitaria y el día del matrimonio. Al mes de la desaparición de Joropo su padre falleció.
“Siento como si hubiera muerto dos veces mi papá, Joropo era lo que nos conectaba”. Lo dice sin poder contener las lágrimas mientras mira cada recuerdo de Joropo en su casa, como la correa, el plato de la comida y su cobija. No sabe si seguir esperando su llegada. Es un perro anciano, con problemas en el páncreas. A pesar de que es de carácter fuerte, la soledad lo aminora, y el invierno en La Calera disminuye la posibilidad de que se encuentre en buen estado. Una de las médiums contratadas asegura que pudo hablar con el alma del padre de María José y que le aseguró que Joropo estaba con él.
Cuando un perro se extravía, tiende a ser encontrado con rapidez porque los animales buscan una casa cercana donde les den comida o abrigo, señala Javier Hincapié, director del colegio canino 8 Perros, uno de los legalmente constituidos.
“Los que nos dedicamos a este negocio debemos entender que tenemos la misma responsabilidad como si cuidáramos niños”, advierte. Por eso, los cuidados deben ser estandarizados, extremos y tener un protocolo que incluya chips de rastreo, cámaras y personal calificado.
Todo esto para evitar casos como el de Max, un perro que el 29 de junio de 2021 se cayó de la ruta en Chapinero mientras lo transportaban de la guardería Los Amigos de tu Mascota, en La Calera. La mascota salió corriendo. La dueña, Lizeth Villafañe, dice que la guardería nunca ayudó en la búsqueda. Un mes después, una familia reportó que un perro como el de unos afiches en los que se buscaba a Max había llegado a su barrio. Este caso tuvo un final feliz, pero la familia sufrió durante un mes. La guardería fue reportada ante la Superintendencia de Industria y Comercio.
El reencuentro de Max con Lizeth fue tan emotivo que las lágrimas y los ladridos duraron largos minutos. Esto mismo sueña Camilo con Kiara. El dueño de la guardería Mashi, donde se perdió Kiara, es Óscar Barrera, que asegura estar sufriendo por la pérdida de la bernés. Admite que pecó por confiado debido a que nunca se había presentado un problema similar y porque Kiara era muy juiciosa, así que su equipo de paseadores les prestaron más atención a los perros jóvenes y juguetones.
Pero deja claro que él no es un criminal y, por el contrario, en las redes sociales ha sido víctima de amenazas. No descarta la idea de que Kiara hubiese sido acogida por una familia que se encariñó y no la quiera devolver, pues es una perrita esterilizada y ya vieja. “Le pido a quien la tenga que la devuelva, merece estar con don Camilo. Ella no va a ser feliz con nadie más”, solicita Óscar.
Sin embargo, las dudas sobre este caso se mantienen. La guardería avisó a Camilo cinco horas después de que supuestamente Kiara se perdiera, no hay videos de lo ocurrido y uno de los empleados fue despedido extrañamente. Sobre esto nada han querido decir. Para el alcalde de La Calera, Carlos Escobar, las escenas de dolor se evitarían si existiera una normativa que regulara este tipo de establecimientos comerciales: “Es que no es solamente alquilar un terreno y poner una polisombra”.
Recalca que la administración está censando y trabajando en establecer procesos que controlen este auge de guarderías. Si hay algo más cruel que la muerte de una mascota es el no saber qué pasó con ella. Cuando un perro desaparece, se siente que lo ven en cada esquina y tienen que vivir con un dolor constante.
Por la indolencia de algunos que pusieron estos negocios, lucrativos por cierto, no se están implementando las medidas de seguridad para evitar que ocurran casos como los de Joropo y Kiara, y que se repitan casi que a diario con otros perros. Mientras se crea una reglamentación, solo resta que los dueños tengan mucho cuidado al elegir el lugar que cuidará a su mascota.