Nación
Desgarrador: por despecho, niño colombiano tomó fentanilo; esta es su historia
El menor, que desde los 12 años de edad ha tenido contacto con sustancias alucinógenas, llegaba bajo los efectos de las drogas a clase, sin que sus profesoras lo notaran.
En medio de la investigación que ha realizado el equipo periodístico de SEMANA sobre el fentanilo en Colombia, se conoció la historia de ‘Nicolás’: así llamaremos al menor de edad que decidió contar su experiencia con el opioide y la agonía que ha tenido que vivir por su adicción. La sustancia la consigue en las famosas chiquitecas. La mayoría a las que asiste son en las localidades de Bosa y Kennedy. Sabe que consumir fentanilo “es un viaje muy teso” que, hoy es consiente, lo puede llevar a la muerte.
“Una vez consumí puro el fenta, fue por una mujer. Ella me fue infiel, llevábamos como año y medio de relación, estaba muy triste y en la rumba el man que me surte me dice que me tenía fenta”. Cuenta que pagó $ 75.000 por la ampolleta con la que pretendía olvidar a otra niña de su misma edad.
“Yo no sabia cómo se usaba eso sin mezclar y lo que hice fue destapar esa vaina y tomármela, me la tomé porque no sabía cómo más y estaba con una ansiedad repaila”. Asegura que literalmente fue el trago más amargo de su vida, le sabia horrible, pero en ese momento era lo que menos le importaba.
Describió lo que vino después: “Como que llegué a la casa, mi hermano me vio, yo sentí que me fui, los ojos como que se me fueron, porque mi hermano me contó, yo creo que también fue porque ese día consumí muchas cosas. Yo estaba remalo, sudaba, y así tuve que irme a estudiar al otro día. Llegué pálido, mis compañeros me dijeron que si era que todavía iba drogado. Recuerdo que vomité antes de salir de la casa y también en el colegio. Las profesoras solo me dijeron que si amanecí enfermó y les dije que sí, que como que me iba a dar como una virosis, y ya después pasó todo”.
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Recuerda que la ampolleta era de color oscuro y su tamaño no superaba el largo de su dedo anular”. Yo no recuerdo si estaba marcada o no, solo sé que con una de esas normalmente se hacen unos 10 puntos (dosis de tusi)”, dice.
Confiesa que no era su primer acercamiento con el fentanilo: ”Yo hacía plan con mis amigos de cocinar (hacer el tusi, nosotros mismos) en los apartamentos que estuvieran solos, es decir que nos rotábamos donde no hubieran papás ni hermanos mayores. En una de esas me dijo un amigo que el parce que le vendía los insumos esta vez le ofreció fenta, que si me animaba a probar el pase con eso y yo le dije que de una, porque me dijo que eso se le echaba pa’ que pegara más fuerte”.
Asegura que en realidad el efecto que se siente bajo esa sustancia es diferente a lo que produce cualquiera de las otras con las que ha intoxicado su delgado cuerpo. “Sí, es diferente, esa vez fue una traba ¡ufff!, lo embomba a uno, no sé como explicarle, lo embomba, es como viajar solo, yo ni me acuerdo qué música estaba escuchando, como que se le va la audición y uno empieza a sentir pérdida de equilibrio”.
Lo preparan de manera coloquial y agregan el fentanilo a los cocteles de droga, sin medir el riesgo que representa. “Esa vez que cocinamos yo me acuerdo que mi amigo sacó la ampolleta y cuando la destapo sacó ese liquido y le metió el jeringazo al agua completa y eso se mezcló con la keta y las otras cositas; hasta saborizantes se le echa pa’ que quede rico”.
Asegura que después de que probó el fentanilo se volvió más dependiente: “Desde que probé el fenta sí consumo más fuerte, es que es un viaje muy profundo, es muy distinto a los demás, como que lo aísla del mundo, pero también se le mete éxtasis a la mezcla, entonces eso como que lo equilibra a uno. Yo en mis vacaciones nunca estaba sobrio, metía más y más, sobre todo después de que lo probé con el fenta”.
Dice que hacía lo que fuera para conseguir el dinero con el que pagaba el medicamento: ”Uy la última vez, antes de que me internaran en un sitio para desintoxicarme, vendí una gorra de colección, me dieron 600.000 y esa plata se me fue en cuatro días. Yo pago por un punto entre 30.000 a 50.000 pesos, dependiendo del que me venda y de las ganas que yo tenga”.
Sabe que es peligroso y hasta cuenta anécdotas de lo que ha visto en medio de las fiestas ilegales que hacen agencias con menores de edad: “Una amiga una vez en la rumba se desplomó, quedó ahí tirada por una sobredosis. Tiene 17 años. Yo la vi cuando llegué y le di tusi, le habíamos echado fentanilo pero no le dije, ¿pa qué?, y después se encontró con un amigo que también le dio lo mismo. De un momento para otro se desplomó. Se la llevaron para urgencias. Se salvó, pero la siguiente semana me la volvía a encontrar en la rumba.
La adicción de Nicolás ha sido un drama familiar. El niño indica que hace muchos años no había logrado estar sobrio, pero ahora, que lleva mes y 20 días en un programa de desintoxicación, empieza a ver que tener limpio su organismo se siente bien. La mamá del menor espera que él logré superar su adicción y se aleje de la temida cifra de las miles de personas que han muerto tras probar el despiadado fármaco.
“Yo he visto videos de lo que se vive en Estados Unidos, severo daño el que se hacen en el coco, la real. Sí me arrepiento de haberlo probado, es que es un daño estúpido el que uno se hace”, puntualiza el menor.