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Diario íntimo de un fracaso

Intimidades desconocidas del acto de la silla vacía y del día del rompimiento del proceso de paz. Apartes del libro del momento.

22 de julio de 2002

San Vicente del Caguan amaneció de fiesta. (...) Y no era para menos. Habían pasado siete años desde la última vez que un gobierno se había sentado a dialogar con ese grupo rebelde y sobre la población caqueteña estaban puestos los ojos del mundo entero. A las 10 de la mañana estaba programada, de acuerdo con el orden del día, la instalación formal de los diálogos entre el gobierno y las Farc. (...)

Poco después de las 9 de la mañana, los 40 hombres encargados del primer anillo de protección del presidente Pastrana condujeron al mandatario hasta la casa cural de la iglesia de San Vicente. (...) Allí Pastrana se saludó con Joaquín Gómez, Fabián Ramírez y otros jefes de las Farc con quienes dialogó por pocos minutos.

De repente el Alto Comisionado de Paz ingresó al recinto, llamó a Pastrana a un lado y en voz baja le comunicó lo que para ese entonces ya era un rumor generalizado en San Vicente del Caguán: que Manuel Marulanda no asistiría a la cita.

-¿Está seguro, Víctor G.? -preguntó Pastrana mientras se pasaba la mano por la cabeza en un gesto muy particular que caracteriza su mal genio.

-Presidente, me lo acaba de confirmar el comandante Jairo. Voy a hablar con Marulanda por el teléfono satelital para convencerlo de que venga -dijo Víctor G. tratando de amainar la tormenta que se avecinaba.

Pastrana se reunió entonces a solas en la sacristía de la iglesia con Camilo Gómez, Juan Hernández y Juan Gabriel Uribe, para evaluar lo que estaba ocurriendo. En un principio el jefe de Estado estuvo dispuesto a cancelar el acto, no pronunciar su discurso y regresar de inmediato a Bogotá.

Víctor G. Ricardo regresó con cara de malas noticias y comentó que acababa de hablar con Tirofijo, quien estaba en la finca Villa Nora, a escasos dos kilómetros de San Vicente.

El Comisionado relató que incluso le ofreció al jefe de las Farc la posibilidad de que un helicóptero del Ministerio de Transporte lo recogiera con su guardia personal. Pero éste se negó. Las razones del guerrillero consistían en que había un plan de los paramilitares para atentar contra su vida.

El Presidente entró en cólera y la emprendió contra Víctor G. Ricardo.

-Esa era su responsabilidad, Víctor G. Usted tenía que garantizar que Marulanda estuviera aquí hoy y mire en el problema en que estamos. ¿Cómo es posible que Tirofijo argumente problemas de seguridad si yo asumí muchos riesgos, o le parece poco que haya traído a mi hijo Santiago para exponerlo a cualquier cosa? -dijo Pastrana fuera de sí, mientras Ricardo y las personas que lo rodeaban guardaron silencio.

Tras el regaño el Presidente salió a un pequeño patio de la casa cural y dio vueltas, solo, durante diez minutos, mientras apuraba un tabaco. Luego regresó a la sacristía y, después de hablar con sus más cercanos colaboradores, tomó la decisión de dar el discurso.

-No le puedo quedar mal al país. Voy a salir, instalo la mesa, doy el discurso y me siento aunque sea solo -dijo un poco más calmado. (...)

El Presidente tomó un segundo aire y, después de hacerle unos últimos ajustes al discurso, les dijo a sus escoltas que iba a salir a la plaza. De inmediato su cuerpo de seguridad tomó posiciones y realizó una inspección en los alrededores. (...)

Cuando caminaba rumbo a la mesa principal, donde lo esperaban los negociadores del gobierno junto a Joaquín Gómez, Fabián Ramírez y Raúl Reyes, Pastrana les dijo a los funcionarios que lo acompañaban y a su cuerpo de seguridad que apenas terminara el discurso se dirigieran al aeropuerto de San Vicente para regresar a Bogotá.

-No tenemos nada qué celebrar -dijo antes de salir al escenario, pasadas las 11 de la mañana.

Finalmente, Pastrana se sentó en la tarima principal al lado de una silla vacía. En medio de una multitud expectante con lo que acababa de suceder, el Presidente leyó un discurso que había sido escrito por él mismo minutos antes, cuando era evidente que Marulanda no iba a estar a su lado en la tarima principal. (...)

La intervención de Joaquín Gómez, quien leyó el extenso y adormecedor discurso enviado por Marulanda, terminó por amargarle el rato a Pastrana y a todos los invitados especiales. El jefe guerrillero aprovechó la ocasión para pasarle cuenta de cobro al establecimiento por la muerte de un buen número de marranos y gallinas, ocurrida durante la llamada Operación Marquetalia15, en los años 60, durante el gobierno de Guillermo León Valencia.



Juan Gabriel Uribe abordó el avión en el terminal de Riosur a las 7 de la mañana. El propósito del negociador ese día era definir con las Farc un asunto muy importante para la suerte del proceso de paz: la inclusión del secuestro en el cese de fuego y hostilidades que en ese momento estaba en plena negociación.

El gobierno consideraba que había un buen ambiente con los negociadores de las Farc y que era posible lograr ese objetivo. Mientras Uribe viajaba optimista hacia San Vicente del Caguán, el comandante de la Fuerza Aérea, general Héctor Fabio Velasco, se comunicó con la Casa de Nariño y habló con el secretario general de la Presidencia, Gabriel Mesa.

-Doctor Mesa, llamo para informarle que acaba de ser secuestrado en el Huila un avión de Aires que volaba de Neiva a Bogotá. En este momento les di la orden a mis pilotos de caza para que lo intercepten y lo obliguen a aterrizar. Tan pronto tenga más noticias les informo.

El Secretario General decidió comunicarle de inmediato la noticia al presidente Pastrana, quien se encontraba a esa hora de la mañana en su despacho, muy pendiente del desarrollo de la gestión de Juan Gabriel Uribe en el Caguán. Preocupado con la información que acababa de recibir, el Presidente llamó al general Velasco. Eran las 9 y 15 de la mañana.

-Señor Presidente, tengo la información de que en este momento los pilotos de la nave HK-3951 han sido obligados por sus captores a aterrizar en la carretera que conduce de Neiva a El Hobo. Mis pilotos no alcanzaron a interceptar la aeronave -respondió Velasco desde el Centro de Control de la FAC en el Ministerio de Defensa.

Pastrana le preguntó a Velasco si tenía información sobre los autores del hecho y cuáles habían sido las causas.

-Señor Presidente, tengo la información de que se llevaron secuestrado al senador Jorge Eduardo Gechem Turbay. No sabemos todavía quiénes fueron sus captores-.

Pastrana entendió que el asunto era muy grave. De inmediato convocó a un Consejo Extraordinario de Seguridad. En pocos minutos, al salón de crisis llegaron la cúpula militar, el director del DAS, el director de la Policía, los ministros del Interior y Justicia y los secretarios general y privado.

A las 10, Pastrana recibió de manos del general Luis Ernesto Gilibert, director de la Policía, un sobre que contenía una grabación interceptada a guerrilleros de las Farc en donde no quedaba duda de que ese grupo insurgente había secuestrado la aeronave de Aires.

-¿Existe alguna posibilidad de que no hayan sido las Farc? -les preguntó Pastrana a los asistentes al Consejo de Seguridad.

-No, señor Presidente. Hemos constatado que la acción fue realizada por la columna Teófilo Forero que comanda Hermíndez Buitrago, alias 'Oscar'. Se trató de una operación muy bien planeada, y fue realizada con el beneplácito del secretariado general de las Farc -respondió el general Fernando Tapias.

Al tiempo que los asistentes a la cumbre empezaron a intercambiar opiniones, el Presidente le dijo al ministro del Interior Armando Estrada, que se comunicara con Juan Gabriel Uribe y le dijera que cancelara el encuentro en el Caguán con las Farc.

A Pastrana no le gustó la idea de uno de los miembros del Consejo de Seguridad, al que se le ocurrió que la única manera de salir de ese problema era diciéndoles a las Farc que tenían una hora de plazo para que dejaran en libertad al senador Gechem.

-¿Y qué le respondemos a quienes nos pregunten por qué no le damos un plazo de una hora a las Farc para que liberen a todos los secuestrados y no sólo al senador? -preguntó Pastrana, contrariado.

A cientos de kilómetros de la Casa de Nariño, Juan Gabriel Uribe caminaba por la plataforma del aeropuerto de San Vicente del Caguán cuando recibió una llamada.

-Juan Gabriel, acaban de secuestrar un avión que había salido de Neiva. Todo parece indicar que fueron las Farc. Mientras se aclaran las cosas, el Presidente le ordena que se dirija al Batallón Cazadores y espere nuevas instrucciones -dijo por el teléfono celular desde Bogotá el ministro Estrada.

Uribe no podía creer que, justo el día en que había amanecido más optimista respecto al proceso de paz, las cosas se estuvieran complicando de esa manera. Cuando llegó al Batallón Cazadores, Uribe llamó por teléfono a Raúl Reyes.

-Oiga, Raúl, ¿sabe usted algo del secuestro de un avión?

-No tengo ni idea. Qué es lo que pasa que no llega. Aquí lo estamos esperando -respondió Reyes.

-Pues parece que hay un avión secuestrado y están diciendo que fueron ustedes -inquirió Uribe.

-No sé de qué me está hablando -respondió Reyes.

En pleno Consejo de Seguridad el presidente Pastrana se enteró de otro hecho tan lamentable como el del secuestro del avión. Esa madrugada las Farc habían dinamitado un puente entre San Rafael y San Carlos, en Antioquia, lo que produjo el accidente de una ambulancia en la que viajaban tres mujeres, una señora embarazada, su hermana y la enfermera. Las tres perdieron la vida.

El Presidente suspendió la reunión y, antes de retirarse, dijo en tono grave:

-Quiero informarles que hoy mismo voy a romper el proceso de paz con las Farc. No hay nada ni nadie que me haga cambiar de opinión. Como Presidente este problema lo resuelvo yo. Nos vemos más tarde. Pastrana se dirigió a su despacho y tomó tres decisiones sucesivas: ordenó que la Secretaría Jurídica de la Presidencia preparara las resoluciones para suspender la zona de distensión, derogar el estatus político de los miembros de las Farc y pedirle a la Fiscalía la reactivación de las órdenes de captura contra el secretariado de las Farc.

Igualmente, les ordenó a la cúpula militar y al director del DAS que le llevaran, a las 3 y 30 de la tarde, los informes que demostraban lo que estaba ocurriendo realmente en la zona de distensión. Poco después de las 10 de la mañana el Presidente se comunicó con su embajador en Washington.

-Luis Alberto, busque a los principales funcionarios del Departamento de Estado, hable con los más influyentes congresistas, con los funcionarios más cercanos al presidente Bush y dígales que tomé la decisión de romper con las Farc. Y que le voy a dar la orden a las Fuerzas Militares de que ocupen la zona de distensión esta misma noche.

Antes de regresar a Palacio para el encuentro de las 3 y 30 con el Presidente, el general Tapias recogió los informes elaborados por la Policía, el DAS, el Ejército y la Fuerza Aérea y lo condensó en uno solo. Las pruebas eran muchas y contundentes. En una carpeta, con el sello de confidencial y secreto, estaban almacenadas las aerofotografías tomadas por satélites americanos. (...)

Con las pruebas en la mano, Pastrana les preguntó a los generales Tapias, Mora y Velasco:

-¿Estamos listos para entrar a la zona de distensión?

-Sí, señor Presidente, estamos listos -contestaron los generales.

Los militares regresaron a sus puestos de mando, pero no tenían claro el momento en que el Presidente iba a anunciar su decisión de romper los diálogos. Antes de abandonar Palacio los generales tuvieron una corta conversación con Pastrana en donde le recordaron que el factor sorpresa sería decisivo para garantizar el éxito de la recuperación de la zona de despeje.

Pastrana, Camilo Gómez, Rómulo González, Juan Gabriel Uribe, Gabriel Mesa y Juan Hernández se dedicaron el resto de la tarde a preparar la alocución presidencial, que programaron para las 9 de la noche. (...)

A esa hora un presidente adusto y con voz firme apareció por televisión para anunciar los motivos que lo llevaron a tomar la decisión de romper el proceso de paz con las Farc, después de 39 meses. Señalando la cámara con su dedo índice, Pastrana dijo, ante millones de televidentes, expectantes y perplejos:

-Manuel Marulanda, yo cumplí con mi palabra y usted ha convertido la zona de despeje en una guarida de secuestradores, en un laboratorio de drogas, en un depósito de dinamita y carros robados-.

En ese mismo momento en que Pastrana iniciaba su alocución, el general Velasco, con la anuencia del general Tapias, les ordenó a sus pilotos de combate que despegaran de las bases de Tres Esquinas (Putumayo), Apiay (Meta) y Palanquero (Caldas) y bombardearan los enclaves de las Farc en la zona de distensión.

En un radar, ubicado en el Centro de Operaciones Aéreas, Velasco monitoreó el desplazamiento de sus aviones. Pero el discurso del Presidente no había terminado. Después de destacar la derrota política de las Farc y el fortalecimiento del poder militar del Estado, el mandatario ordenó la recuperación territorial del Caguán a partir de las 12 de la noche.

Cuando los generales Tapias y Velasco escucharon de labios del Presidente el anuncio de la hora cero, se miraron desconcertados.

-Hay que devolver los aviones de inmediato porque el plazo empieza más tarde -le ordenó Velasco al oficial que coordinaba el desplazamiento de las aeronaves militares.

El ataque nocturno de la Fuerza Aérea empezó en punto de la media noche. Los pilotos bombardearon los 35 objetivos programados. Otros tantos fueron detectados pero, después de un análisis por parte de los comandantes, decidieron no impactarlos. (...)

Tal como estaba planeado, los aviones de combate destruyeron la mayor parte de los objetivos que se habían trazado. Pero como ocurrió en 1990, cuando el presidente César Gaviria ordenó ocupar el campamento madre de las Farc en Uribe, en esta ocasión los comandantes guerrilleros tuvieron el tiempo suficiente para escapar.