Diego Ramos, el pincel de la apoteosis de César Rincón

Diego Ramos no eludió nunca el llamado del destino. Un llamado que tenía forma de toro de lidia. Su padre se hizo famoso en el mundo de los toros, pues conquistó todos los países con el arte de confeccionar monteras. Todos los toreros, incluidos figuras de leyenda como Luis Francisco Esplá, lo buscaron para que les hiciera esa prenda, quizás la más característica de los atuendos de torear.

Diego, el hijo del de las monteras, se inscribió en la escuela taurina de Cali. Soñó en convertirse en matador de toros, y alcanzar esa gloria que había conseguido César Rincón. Pero como en la tauromaquia pocos son los elegidos, el caleño no estuvo en esa lista. Abandonó los trajes de luces pero no su afición. Tras dejar capotes y muletas, tomó lienzos y óleos y se convirtió en uno de los pintores taurinos más importantes del mundo. Año tras año sus obras no solo son premiadas, sino que han sido escogidas para los carteles oficiales de las ferias taurinas más importantes, como las de Madrid o Sevilla.

César Rincón quiso inmortalizar sus seis salidas a hombros, y para ello recurrió a los pinceles de Diego Ramos. Entre 2008 y 2009, desde el estudio del artista en Alcalá de Henares (Madrid), partieron fletes directo a la finca El Torreón, en la provincia de Cáceres (Extremadura), donde César tiene su ganadería española, con las seis obras. Hoy están colgadas en la pared principal de la sala del cortijo del torero colombiano, pero nunca habían salido a la luz pública. Hasta ahora, 21 de mayo de 2021, y con motivo de los 30 años de la gesta de Rincón en Madrid, Diego permitió a SEMANA su publicación.

No es el único recuerdo que Ramos conserva de Rincón. Además de su amistad, también guarda en su estudio un par de zapatillas del torero, las mismas que usó en la tarde de su despedida en Bogotá, las que Luis Bolívar le “hurtó”, y que tiempo después decidió regalarle al artista caleño, después de Fernando Botero, el pintor taurino más importante que ha nacido en Colombia.