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Álvaro Gómez Hurtado
Álvaro Gómez Hurtado | Foto: SEMANA

POLÍTICA

Diez grandes reflexiones de Álvaro Gómez Hurtado para la Colombia de hoy

Las reflexiones de Álvaro Gómez Hurtado cobran cada día más vigencia. SEMANA recopiló algunos de sus principales pensamientos sobre el país.

6 de octubre de 2020

La confesión de las Farc de ser las responsables del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado ha sido una de las noticias del año en Colombia. Se trata de uno de los episodios más dolorosos en la historia del país y ha vuelto a poner de presente al líder conservador, que murió asesinado el 2 de noviembre de 1995 cuando salía de dictar clase en la Universidad Sergio Arboleda, en el norte de Bogotá.

SEMANA recopiló diez grandes reflexiones de Gómez Hurtado sobre el país que él vivió y que tienen una enorme relevancia hoy. Fueron tomadas de los libros Álvaro, su vida y su siglo, de Juan Esteban Constaín (Random House); y de una compilación que está publicada en la biblioteca digital de la Universidad Nacional (se puede consultar en este link: http://bdigital.unal.edu.co/401/1/alvaro_gomez_hurtado.pdf).

1. “El problema de la pobreza nacional”

“El problema del campo es el problema de la pobreza nacional. La pobreza nacional hace que el campo no esté debidamente explotado en muchos casos. Pasa como en las demás esferas de la actividad nacional, como con la industria, como con las obras públicas, como con la educación. El problema de la educación, ¿cuál es? Que no hay escuelas, que no hay maestros, que las universidades son deficientes. Claro que hay muchas deficiencias subsanables, pero en el fondo hay un problema de pobreza nacional. En la industria pasa lo mismo, tenemos que seguir importando infinidad de manufacturas, tenemos que seguir trayendo inclusive materias primas, porque el país no ha tenido capacidad económicas para desarrollar su actividad industrial. Y lo mismo ocurre con el campo, donde se padece de falta de medios económicos para establecer un desarrollo adecuado”.

2. “Aquí nunca ha habido una tradición socialista”

No todo lo socialista es moderno. Casi, casi me atrevería a decir que todo lo socialista es un poco anticuado, pues el socialismo es un movimiento político del siglo pasado que se ha ido agotando en Europa durante mucho tiempo. Que aquí no nos llegó porque nunca ha habido una tradición socialista. Además, en Colombia hemos realizado muchas de las cosas que se suponen ser socialistas. La mayor parte de los servicios públicos están a cargo del Estado. De manera que un socialista europeo en Colombia no tendría mucho que proponer: el intervencionismo público es muy grande, las licencias las da el Estado, los precios los fija el Estado. De manera que hemos asimilado un intervencionismo de Estado que los conservadores favorecimos en nuestra juventud, sin haber caído en la rigidez policiva y antiliberal del socialismo. Yo creo que hoy cualquier formulación del socialismo es un poco contraria a la idea de los tiempos y a las posibilidades de desarrollo de Colombia (…) El socialismo, con su práctica de odio, no da comida, ni vestido, ni casa. Se contenta con crear angustia. Provoca una nueva pobreza. No la antigua, la nuestra, de la que queremos salir, que era una privación de recursos, sino otra, que es una destrucción de las aspiraciones, un quebrantamiento de la esperanza. Al debilitar a la empresa privada y al destruir la libertad, el socialismo está al mismo tiempo condenándonos a la pobreza, volviéndola una condición insuperable, un modo de vida, un estado de naturaleza. Es lo que necesita para que haya desesperación y a través de esta, se consiga un clima revolucionario”.

3. La idea que tienen los colombianos sobre el Estado

“Dos características marcan la idea que los colombianos tienen del Estado: la de ser paternalista y la de ser ajeno. Paternalista porque se supone que el Estado debe dar, ser providente, ser generoso; prever, suplir, remediar ... Pero al mismo tiempo ese ente paternalista y magnífico es algo extraño, distinto y separado de la sociedad, que pertenece a otros, con el cual, naturalmente, no existe ningún vínculo de solidaridad. Yo no sé si estas características del Estado, de ser paternalista y ajeno, nos vienen de tiempo atrás. Nuestros indígenas no tuvieron noción alguna considerable de lo que podría ser el Estado. Lo primero que en tal sentido conocimos fue el Estado español, imperial, colonizador, eminentemente paternalista y evidentemente ajeno. Nunca existió en la historia universal, y acaso nunca vuelva a darse, un Estado más paternalista y mejor que el que se proyectó sobre las Indias durante los tres siglos de nuestra pertenencia al Imperio. La deficiencia del esfuerzo individual se solía justificar entonces por la adversidad del mundo circundante, con su inclemencia tropical, su soledad, su inmensidad. El Estado tenía que suplirlo todo, organizarlo todo, decidirlo todo. Fue una época de sabio intervencionismo, arduamente criticado luego por su omnipresencia más que por su intención. Hoy el mundo ha vuelto a recorrer un sendero de estatismo que antes fue atravesado por los gobernantes hispanos con indudable arrojo y con no poco acierto. Durante muchos años ese Estado paternalista fue considerado como propio por los colonizadores hispánicos, hasta cuando los criollos se hicieron numerosos y fuertes y empezaron a considerar que tanta ordenación, que venía del otro lado de los mares, no era la de ellos, de su propio Estado, sino la de un Estado ajeno. Seguían solicitando la paternal providencia a un Estado que, sin embargo, no emanaba de su consenso ni de su esfuerzo. Con esas dos mañas nos quedamos. Cuando vino la Independencia seguimos requiriéndolo todo del gobierno -en ese momento asimilado al Estado- pero sin solidaridad con él. Y en más de 150 años de vida republicana no hemos podido libertamos del influjo que ha tenido entre nosotros la manera como el Estado se originó históricamente”.

4. "No creemos que la pobreza se remedie con la revolución”

“Nosotros no creemos que la pobreza se remedie con la revolución, sino dentro de la paz, encauzando las energías del país hacia la creación de prosperidad. Sin embargo, seguramente no ha de faltar quien, con una aproximación primaria a los problemas de la pobreza, aspire a apropiarse la conducción de esos sectores con promesas de revolución, que siempre son más fáciles”.

5. Colombia, la mayor víctima de la droga

“Si Colombia se destaca en el mundo no debe ser ciertamente por el elevado consumo interno de estupefacientes sino porque se ha convertido en un centro de producción y comercialización de la droga. Ello se debe a condiciones peculiares, como la inmensidad de sus costas y fronteras, a lo abrupto del suelo y su fertilidad, a la habilidad manual y comercial de sus habitantes y sobre todo al bajo costo de esta mano de obra inteligente que tiene, en términos de dólares, un ingreso desproporcionadamente bajo (...) Si fuésemos realistas, la actitud de los colombianos debería ser la de levantar las manos en señal de impotencia y decirle a la opinión mundial que somos incapaces de luchar contra la droga (…) Podemos afirmar que Colombia no es el sujeto activo de ese tráfico; no es ni siquiera un cómplice de él, sino su víctima. Su mayor víctima, porque es a la que más le cuesta”.

6. “No hemos podido limpiar la política"

Nuestra Constitución aproximó al pueblo al conjunto de sus derechos primordiales. Los puso de presente, los declaró apetecibles. Su consecución quedó en manos de la buena política. Y la Constitución también permite hacer buena política. Es una equivocación creer que la Constitución es en sí misma una política. Tampoco es suficiente política cumplir la Constitución. La Constitución es un conjunto de normas que procura garantizar la libertad y la dignidad de los asociados. Para ello establece el equilibrio del poder (…). En la Asamblea conseguimos una Constitución que permite gobernar bien. Era mucho pedir que, por sí misma, sin el apoyo externo de una política purificadora, lograra tumbar el Régimen. Pero no hemos podido limpiar la política. Se quedó sucia. Hay que seguir buscando la salvación nacional. Y es una cobardía pensar que la Constitución nos debe libertar de la política sucia”.

7. El acuerdo sobre lo fundamental

Para que la democracia funcione se hace necesario que existan dos elementos: un consenso sobre los asuntos fundamentales del ordenamiento nacional, aquello que los ingleses llaman con tanta propiedad un agreement on fundamentals, llegando inclusive al punto extremadamente civilizado de tener un documento nacional que lleva ese nombre y sobre el cual se basa el derecho público de Inglaterra; y un disenso sobre los programas que se han de realizar por medio de los poderes públicos puestos al servicio de una agrupación política. No puede haber democracia sin un consenso fundamental, y tampoco sin un disenso programático. Ambos son factores esenciales en la construcción moderna de esa magnífica maquinaria democrática que en tan pocos países funciona bien pero con la cual tanta gente sueña, en la intimidad de las bibliotecas y de las academias”.

8. Su mirada sobre el populismo

“El populismo es un estilo de la política. No es nuevo. Lo hubo casi siempre, Y acusa muchos rasgos comunes a través de la historia. En forma genérica puede decirse que los populismos siempre han sido movimientos espontáneos, surgidos en virtud de una necesidad física: la de llenar el vacío que dejan las formas tradicionales de la política. Por eso creo que el populismo siempre es un efecto producido por causas que le son extrínsecas. Es el resultado de una crisis que lo ha antecedido y de la cual, por lo común, no se ha tenido conciencia. El populismo es el lugar donde estaciona la gente que ha quedado suelta. Es una gran central ferroviaria donde se pueden tomar trenes para todos los destinos: desde los que van a la revolución hasta los que lo devuelven a uno a casa. En cierto modo el populismo es un estado de indefinición: se sabe, por lo general, de dónde se viene pero es muy frecuente que no sepa hacia dónde se va”.

9. La política y la juventud

“Ya no es posible no tener una cierta participación en la vida pública porque el Estado le está resolviendo a uno los problemas propios del Estado y le está resolviendo los problemas propios del individuo y de la familia. El Estado moderno, por su magnitud y su complejidad, le resuelve a uno sus propios destinos, como una función pública, sin pedirle concepto, sin considerar la totalidad de los problemas que a uno conciernen y por lo tanto el individuo está sometido a ser un sujeto pasivo de la política. Quiéralo o no, aunque se declare apolítico, durante el día está siendo una, varias veces, casi todo el tiempo, sujeto pasivo de la política. Yo creo que ahí radica la explicación de porqué la juventud se está politizando. Porque si no se politiza, siempre seguirá siendo un sujeto pasivo dentro de la política, mientras que si se politiza puede cambiar la condición inevitable de ser víctima del impacto político que produce el Estado, por otra que evidentemente es más noble, que consiste en adueñarse de las oportunidades políticas que existen para contrarrestar esa pasividad y participar en la dirección de la política. Es muy importante para la juventud este concepto, porque si uno no hace la política, la política se la hacen a uno”.

10. “Aquí no puede haber escaseces"

“Al país hay que estrujarlo para que dé lo suyo, lo que puede dar. Aquí no debe haber escaseces. Quizá no consigamos fácilmente la abundancia. Pero qué gran pecado es tener los recursos naturales a medio explotar, las tierras a medio cultivar, las máquinas a medio utilizar y nuestros hombres a medio trabajar. Hay demasiada pobreza en Colombia para que esos términos medios sean tolerables. Precisamente porque somos pobres debemos ser más exigentes. Solo un ritmo de crecimiento superior al de los países industrializados nos podrá ofrecer un mejoramiento relativo en el concierto mundial. Es en verdad porque hay carencias horribles por lo que debemos hacer un esfuerzo económico superior, ávido, ambicioso. Lo humano, que es dramático, es el gran impulso del desarrollo. El contenido humano, en medio de la miseria en que vivimos, va implícito en el esfuerzo hacia el progreso. Al principio y al final está siempre el hombre, como causa y motivo de la acción y como su resultado”.