CALI
“Dios mío, hubiera podido morir”: el desgarrador relato de una noche de terror en Cali
El llanto desconsolado de Carlos Arturo Peralta frente a este lugar, que fue vandalizado y quemado durante el paro, conmovió al país. “Dios mío, hubiera podido morir”, cuenta. Este es el testimonio de lo que vivió.
Carlos Arturo Peralta llevaba nueve días alojado plácidamente en el hotel La Luna, en Cali. Ese 3 de mayo, el abogado almorzaba tranquilo, pero unos ruidos extraños lo alertaron. Desde las ventanas del edificio de cuatro pisos se veía cómo se gestaba un taponamiento vial. A un lado, estaban los que querían bloquear la vía y al otro, la Policía. El caos se disipó temporalmente, pero, en la tarde, más manifestantes protagonizaron revueltas.
Llantas quemadas, árboles en el suelo y consignas contra el Estado. En el interior del hotel, según Peralta, circulaban jóvenes con cabello corto, tez blanca, de mejillas rojas. Ninguno estaba uniformado. “Jamás pensé que fueran policías”, afirma.
De un momento a otro, Peralta oyó el ruido de un zapateo constante, como si fueran un tropel de caballos deambulando. El abogado permaneció en el cuarto 247 junto con sus hijos y su nuera. “Vi a los uniformados saliendo de las habitaciones. Eran hombres del Esmad”, relata. Los policías, con sus escudos de protección, salieron por una de las puertas traseras del hotel. Y ahí fue Troya. Piedras, gases, todo un tropel. Dentro de La Luna empezaba la preocupación.
Hasta ese momento, nadie sabía que La Luna era la residencia temporal del Esmad. Sin embargo, un buen gesto los puso en evidencia. Uno de los hombres salió en pantaloneta y camiseta a repartir leche para repeler el gas lacrimógeno. Una mujer que participaba en la concentración lo observó y empezó a grabarlo. “Había espías que estaban mirando, ahí quedó expuesto el hotel”, narra.
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Desde el interior, temió lo peor y envió un mensaje de audio alarmado. “Estoy con mis dos hijos, Miguel y David, e Isis, novia de mi hijo mayor. Estoy dentro del hotel La Luna. Acá adentro no he visto a ningún policía. Por favor, no vayan a cometer errores”, afirmó angustiado. Al otro lado –según un video que suministró Peralta–, uno de los vándalos hablaba: “Vuelvo y repito, este hotel estaba guardando todo lo del Esmad y no es justo que hagan eso: que apoyen a esos hp que nos matan... está vacío”.
Pero adentro seguía Peralta con su familia. “Ya quemaron el hotel, estaban guardando todo lo del Esmad”, se oye en el video. “Eso les pasa... el Esmad les paga todo eso”, gritaba otro desde el puente ubicado frente al negocio, mientras La Luna, a escasos metros, empezaba a arder desde sus locales comerciales del primer piso. Peralta –conocido en Cali como el Rey de las Tutelas, porque ha sido uno de los abogados que más ha ganado este mecanismo jurídico– no tuvo otro remedio que salir por otra de las puertas de atrás.
A las 6:40 de la tarde de ese lunes cogió sus documentos, a sus hijos y se marchó con un trapo blanco que ondeó en señal de paz. A los minutos el hotel se incendió. “Dios mío, hubiera podido morir”, reflexiona. Rompieron la puerta, ingresaron entre las cenizas y hurtaron televisores, ventiladores, destruyeron neveras y se alzaron con lo que encontraron a su paso. La habitación 247 donde dormía Carlos Arturo no alcanzó a quemarse, pero la robaron; 100 gramos de oro, diez millones y otras pertenencias fueron hurtadas. Al otro día, la escena fue desgarradora.
El abogado reapareció en el hotel semidestruido. No aguantó y empezó a llorar. La imagen le dio la vuelta al país y se convirtió en una escena que ejemplifica la tragedia que vive Cali como consecuencia del vandalismo que se ha tomado la protesta. Y cómo no llorar. Carlos Arturo, quien siempre viste de blanco, fue portero, aseador, camarero de La Luna.
Un hombre hecho a pulso que estudió Derecho, se especializó, se convirtió en académico, docente universitario, un colombiano agradecido con el fundador y la familia de los propietarios del hotel. “El Esmad no incendió el hotel –resume–. Yo escuchaba chamo por aquí, chamo por allá”. Sin embargo, “la Policía cometió un error, actos de negligencia y poca inteligencia en ese caso”, concluye.
La Luna está custodiada por seguridad privada, los más de 20 empleados permanecen en sus casas mientras la justicia investiga lo ocurrido y busca responsables.