CONMEMORACIÓN
"He aprendido a perdonar. La paz empieza por nosotros", Francisco Javier Giraldo
En conmemoración de los nueve años del magnicidio de los Diputados del Valle, Ángela María Giraldo, hermana del diputado Javier Giraldo, escribe este sentido homenaje.
Hoy, hace 9 años, mi hermano Francisco Javier fue cobardemente asesinado por las Farc. Aún recuerdo como si fuera ayer, las dos últimas veces que escuché su voz. Fueron el jueves 11 de abril de 2002. Eran las 10:30 A.M. La llamada de Francisco –o Pacho, como todos le decíamos– fue veloz. Me dijo simplemente que no me preocupara por él, que estaba bien. No entendí de qué estaba hablando. Se adelantó, entonces, a decirme: “¿Ángela, no has escuchado las noticias? Colocaron unas bombas en la Asamblea del Valle del Cauca, a mi´ me están evacuando en una buseta con los demás diputados y vamos para la Tercera Brigada, escoltados por militares”. “Gracias por avisarme”, alcancé a responder antes de que se cayera la llamada.
Quede´ tranquila. Media hora más tarde constaté que Pacho había sido secuestrado por las Farc. Al finalizar la tarde de ese jueves, la radio informo´ sobre la liberación de los asistentes y secretarias de los diputados; comunico´ también que mi hermano había enviado una nota con alguno de ellos. Cuando me encontraba en la casa con quien traía supuestamente el mensaje, recibí la segunda y última llamada de Francisco. Nuevamente me tomo´ por sorpresa. Hablamos unos pocos segundos. Me pidió que conservara la calma y me dio algunas orientaciones de lo que debía hacer. No entendía cómo podía estar llamando. Tampoco pude imaginar que esa sería la última vez, que lo escucharía. Sólo Dios sabe cuántas puertas toqué, lo lejos que fui en mi obsesión por recuperar sano y salvo a mi hermanito adorado ¿En que´ fallé?, me pregunto a diario, con la sensación de que sí Pacho hubiera estado en mi lugar lo habría logrado.
El 28 de junio de 2007, fecha en que el Comando Conjunto Occidente de las Farc, notifica el asesinato de los diputados, a través de un comunicado en el que pretendieron evadir su responsabilidad frente a este magnicidio; me encontraba en Bruselas en una sesión del Parlamento Europeo con Monseñor Luis Augusto Castro entre otras personas, buscando el apoyo de los parlamentarios al Presidente Uribe, para que tomará la decisión de suscribir un Acuerdo Humanitario, que permitiera la liberación de todos los secuestrados canjeables de las Farc. Eran las 8:00 A.M. en Bélgica, cuando escuché la voz de mi mamá, no entendía por qué me llamaba a esa hora, pues en Colombia debería ser media noche. Mi grito, al escuchar la noticia, inundó el espacio, y mi mamá ante mi reacción sólo atinó a decir: “hay que reconfirmarlo, es probable que no sea cierto”. Fue un regreso largo y doloroso, en mi corazón guardaba la esperanza que al llegar a casa me dijeran que Francisco estaba vivo…
Esta prueba cambió la vida de toda mi familia para siempre. Mi padre murió a los 6 meses del secuestro de mi hermano, creo que de alguna manera supo que Francisco no regresaría, y prefirió irse primero, no soportó la pena de no volverlo a ver.
Algo similar sucedió en las familias de los otros diputados, de Juan Carlos Narváez, Jairo Hoyos, Alberto Quintero, Edison Pérez, Héctor Fabio Arizmendi, Ramiro Echeverri, Rufino Varela, Carlos Charry, Carlos Barragán y Nacianceno Orozco. Nada volvió a ser igual para ninguno de nosotros.
Con sorpresa, decepción e intenso dolor comprobé que no existe en el Centro Nacional de Memoria un archivo específico sobre el secuestro y asesinato de los Diputados del Valle del Cauca. Crimen atroz que no sólo conmovió a la sociedad vallecaucana sino a toda Colombia. Masacre de la cual existen varios registros de video, fotos, testimonios, archivos electrónicos de los computadores incautados a las Farc, que muestran como se planeó y se llevó a cabo el secuestro, y el vil asesinato de los Diputados.
Este impactante episodio del conflicto colombiano sólo está tangencialmente referenciado en el contexto general de la violencia del Valle del Cauca y no permite garantizar debidamente la dimensión individual del derecho de los Diputados a sus memorias, sus vidas, sus proyectos, sus realizaciones, sus proyecciones, sus familias y su entorno.
En este caso la única alternativa para devolverle la voz y la identidad que les fueron arrebatadas a los diputados secuestrados y asesinados por las Farc, es exigir el deber “del Estado de reconstruir la memoria y hacer valer el derecho de los pueblos a su memoria.”
Los Diputados fueron ignorados en medio del conflicto. Ahora no podemos permitir sus memorias queden en el olvido y a merced del mejor postor que decida contar “la historia en sus propios términos”.
La libertad y la vida, derechos fundamentales consagrados en la Constitución colombiana, les fueron negados a los diputados del Valle del Cauca. Lo más insólito y desgarrador es que los guerrilleros por los cuales iban a ser canjeados, años más tarde salieron de las cárceles sanos y salvos. Pues en Colombia no existe la cadena perpetua, ni la pena de muerte. Irónicamente las Farc las aplicó, sin remordimiento alguno, a los asambleístas y demás secuestrados asesinados en cautiverio, como Guillermo Gaviria, Gilberto Echeverri y varios miembros del Ejercito y la Policía en sus manos. Todos estos representantes de la democracia colombiana, que defendían el poder de la palabra sobre el de las armas.
Soy consciente de la rabia, dolor e indignación, que despiertan testimonios como éste; no obstante, les pido, en honor a la memoria de quienes perdieron la vida en más de medio siglo del conflicto armado colombiano, que nos liberemos de estos sentimientos de odio y de venganza, para romper el circulo vicioso de la violencia y dar inicio al circulo virtuoso de la convivencia, la reconciliación, el perdón y la construcción de paz.
Con frecuencia escuchamos que personas expuestas a hechos de extrema violencia e injusticia suelen estar más dispuestas a perdonar: Nelson Mandela al salir de la cárcel, luego de 27 años de condena, señaló que “si no dejaba atrás toda la Ira, el Odio y el Resentimiento, seguiría siendo un prisionero.”
Mi amigo, el Almirante Ernesto Duran, Jefe de Operaciones Navales de nuestra Armada, el día que viajé a La Habana para dar mi testimonio en la mesa de Diálogos de Paz me dijo: “El perdón es un acto de amor con uno mismo y con los demás. Lo que sea que hagas por avanzar en el proceso, sanar heridas del alma, cerrar ciclos de vida, dar esperanza a quienes la han perdido, todo es bienvenido y son buenas noticias. Cada paso adelante en el proceso es una vida más y un muerto menos.”
Ahora mismo resuena en lo más profundo de mi ser, el mensaje de mi hermano Francisco Javier en su último video de supervivencia: “He aprendido a perdonar a los que tanto sufrimiento nos han ocasionado. La paz comienza por nosotros”. Este mensaje ha evolucionado en mí con el paso de los años, tomando diferentes significados según el momento que atraviese. Tengo que confesar que cuando lo escuche por primera vez no era muy consiente de su inmenso valor. En los días posteriores a su asesinato me sirvió para sanar mi corazón del odio, luego para aprender a convivir con su ausencia, ahora lo siento como su principal legado y es mi forma para mantener viva su presencia.
Debemos ser conscientes que la paz no es la ausencia de conflictos, sino la decisión de resolverlos pacíficamente, y en este contexto la construcción de paz está en manos de cada uno de nosotros, por lo que no podemos permitir que se convierta en un pulso político, partidista, ni ideológico.
Para finalizar me gustaría invitarlos a hacernos día a día la pregunta que solía repetir mi hermano Francisco ¿Qué has hecho por la paz?
*Ángela María Giraldo Cadavid es Odontóloga de Profesión con Maestría en Ortodoncia y Ortopedia Maxilo Facial y Maestría en Estudios Políticos.