A Santrich se le acabaron los defensores. Ya nadie, ni siquiera los miembros de su propio partido, se atreven a decir que lo respaldan.

PAZ

¡Santrich se busca!

Luego de no presentarse al llamado a indagatoria de la corte, el ahora prófugo dejó claro que no tiene compromiso alguno con la paz, le dio la espalda a las víctimas y traicionó la confianza de los miembros del partido de la Farc.

13 de julio de 2019

Desde que lo capturaron por primera vez, Jesús Santrich estuvo en La Picota; lo atendieron en el hospital El Tunal luego de una huelga de hambre de 17 días; pasó por una sede del Episcopado colombiano y regresó a la cárcel. El fallo proferido por la JEP que ordenó su libertad provocó la renuncia del entonces fiscal general, Néstor Humberto Martínez, desató los rumores de conmoción interior y puso al establecimiento a correr para encontrar la forma de llevarlo de nuevo a la cárcel. Mientras esperaba que se surtiera el trámite para dejarlo libre, Santrich supuestamente intentó cortarse las venas, salió en libertad por unos segundos, lo recapturaron y lo trasladaron en helicóptero al búnker de la Fiscalía.

A los 11 días de haber quedado de nuevo en manos de las autoridades, el Consejo de Estado determinó que lo cobijaba la investidura de congresista y 48 horas después la Corte Suprema de Justicia ordenó su libertad. Al salir de la cárcel, acompañado de Pablo Catatumbo y otros de sus copartidarios, Santrich alzó las manos en señal de victoria y pronunció un discurso que empezaba por resaltar su supuesto compromiso con la paz y terminaba con arengas a Iván Márquez. Al cabo de una semana, la corte llamó a indagatoria al líder guerrillero por su presunta participación en delitos de narcotráfico cometidos después de la firma del acuerdo y Santrich, tras semejante periplo, terminó posesionado como representante a la Cámara en la sede del Congreso de la República.

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A pesar de haber contado con todos los beneficios y garantías posibles, Jesús Santrich abandonó su esquema de seguridad y se escabulló entre la manigua para perderse definitivamente y darle una estocada final a la confianza que en él habían depositado quienes le apuestan a la defensa de los acuerdos de paz.

Aunque ese puede haber sido el final de la telenovela, le hizo un daño inmenso al proceso. Para muchos analistas, más que Uribe y sus furibistas, Santrich realmente se convirtió en el palo en la rueda de la paz. Fuentes cercanas a la antigua guerrilla de las Farc consultadas por SEMANA afirman que en la época del conflicto el hoy prófugo nunca estuvo metido en temas de narcotráfico. Sin embargo, resulta difícil creer que Estados Unidos, que ha acompañado y apoyado la paz desde un principio, se inventara un proceso que la pusiera en peligro sin tener un sustento probatorio sólido. Todos los indicios hasta ahora conocidos apuntan a que la DEA y la Fiscalía le tendieron una trampa y Santrich cayó.

No puede negarse que su desaparición es un golpe contundente y complica el proceso firmado entre el Estado colombiano y la entonces guerrilla de las Farc. Pero este lamentable episodio no debería opacar el compromiso de más de 10.000 desmovilizados que sí están cumpliendo su palabra. Ellos mismos reconocieron esta realidad al distanciarse del exguerrillero en su comunicado de la semana pasada. Hoy hay que ver a Santrich como lo que es: un personaje que se burló de las instituciones y un prófugo que tendrá que enfrentar el asedio de todos los mecanismos del Estado que estarán prestos a actuar para capturarlo, llevarlo ante la justicia y ponerlo a disposición de las autoridades.

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Aún nadie conoce su paradero y, lo que es peor, tampoco el motivo real de su fuga. Hay quienes piensan que se voló para esconderse y eludir la justicia y, los más pesimistas, creen que podría estar con Iván Márquez para poner en marcha un plan de rearme que recoja a los disidentes que nunca abandonaron las armas. Así mismo, existen indicios de que el fugitivo podría haber cruzado la frontera para resguardarse en Venezuela lo que haría muy difícil, por no decir imposible, que las autoridades colombianas den con su paradero.

Solo algo parece haber quedado en claro: a Santrich se le acabaron los defensores y ya nadie, ni siquiera los miembros del partido de la Farc, se atreven a decir que lo respaldan.