Historias de vida
Dos mujeres colombianas hacen historia en el mundo y son poco conocidas en su país
En medio de los conflictos internacionales que se libran a miles de kilómetros de Colombia, hay una mujer que supervisa que los acuerdos de alto al fuego, treguas y armisticios se cumplan en Sahara Occidental.
El uniforme militar está relacionado con la rudeza del hombre, pero en el Ejército colombiano hay 1.976 mujeres. Muchas de ellas hacen historia, no solo en Colombia, sino en el mundo entero. La capitana Marilyn Stefani Farías es observadora militar en la Misión de las Naciones Unidas para el Referendo del Sahara Occidental (Minurso).
Ella es uno de los oficiales desarmados que son desplegados por ese territorio para vigilar que se cumplan los acuerdos en materia humanitaria y de seguridad. “A raíz de la guerra en Colombia, uno se enfoca en cómo desarrollar la guerra por el mismo contexto social y de conflicto de tantas décadas, pero poco se conoce de cómo son las operaciones de paz”, le dice la capitana Farías a SEMANA.
Patrulla en medio del desierto uniformada, pero sin armas, para inspirar confianza y aceptación por parte de los grupos armados, así como de las comunidades locales. Esta mujer lleva a cabo negociaciones entre las personas y los grupos sobre el terreno representando a la misión de las Naciones Unidas en dichas discusiones, todo con previa autorización de su comandante o jefe de la misión, según los intereses generales.
Llegar a esas comisiones internacionales de tanto renombre y responsabilidad es el sueño de muchos, pero solo dos mujeres miembro del Ejército colombiano han logrado llegar a allá. No ha sido fácil, sobre todo cuando la capitana Marilyn Stefani Farías mira alrededor y solo ve tierra árida. Extraña a su familia, sí, pero más la vegetación, la biodiversidad. Por su trabajo como militar, ha podido conocer bosques, selvas, paraísos junto al mar y de eso no hay rastro en Sahara Occidental.
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Las lecciones para ella van más allá del lado militar y humanitario en la construcción de paz, también están relacionadas con valorar las riquezas que en Colombia pasan desapercibidas, como el agua. Allá es tan escasa que la poca que se consigue es administrada como un tesoro. Ha sido necesario negarse a algunas comodidades que cualquier mujer en Colombia ve como una necesidad básica.
Como observadora militar en la misión Minurso, realiza patrullas terrestres y helicoportadas, se ha desempeñado como oficial de operaciones y controladora aérea táctica, con el fin de verificar el cumplimiento de los acuerdos pactados entre el Ejército Real Marroquí y el Frente Polisario.
Al finalizar las patrullas, realiza informes detallados en los que explica la situación del terreno, unidades y personal en el área de responsabilidad de la base de operaciones a la que fue asignada, información que llega al cuartel general de la misión.
Ella es solo una de las mujeres que están fuera del país representando a Colombia.
Camila Vargas Buitrago tiene 26 años y es teniente del Ejército Nacional. Completó nueve meses en Estados Unidos haciendo un curso de ingenieros en Fort Leonard Wood Missouri. Ya forma parte del “salón de fama” de las fuerzas militares y su fotografía, con el paso de los años, estará en los museos de la institución por ser la primera mujer del Ejército colombiano en hacer ese curso.
La teniente era la única en su clase que hablaba español nativo, los otros 62 estudiantes eran americanos. Esta mujer de estatura media se graduó con honores. Se capacitó para construir puentes. Es que, por la complejidad de la topografía y conflicto armado en Colombia, muchas zonas del país quedan incomunicadas y los miembros del Ejército construyen estas estructuras en tiempo récord.
En el arma de ingenieros de la institución, solo hay 45 mujeres, una de ellas Camila. En Estados Unidos aprendió no solo de estructuras metálicas, también que la bondad no tiene fronteras. Los militares americanos la hicieron sentir como en casa, aprendieron una que otra palabra y la canción de cumpleaños en español para derribar muros sociales.