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Iván Duque va impulsado por el triunfo amplio en la consulta de la derecha

El hombre que dijo Álvaro Uribe y a quien ungió como candidato sale a derrotar a sus principales enemigos: el triunfalismo, la falta de experiencia y su dependencia del expresidente.

17 de marzo de 2018

Iván Duque estaba seguro de su victoria en la consulta interpartidista de la derecha, pero no se imaginaba que alcanzaría más de 4 millones de votos. Las encuestas de su campaña mostraban una mayoría amplia sobre Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez, pero los cálculos más optimistas llegaban, si acaso, a los 2,5 millones. Ni siquiera el lío que se armó en varios puestos electorales por la falta de tarjetones para sufragar en esta competencia auguraba una votación superior a la que se calcula como necesaria para pasar a la segunda vuelta.

Y la gran pregunta, ahora, es qué significa el amplio triunfo de Iván Duque para la campaña presidencial que se avecina. Para la gran mayoría de los analistas, el candidato del Centro Democrático ya tiene cupo para la ronda final y hasta podría, según lo que pase con las otras candidaturas, ganar en primera vuelta. Duque tuvo un 2017 incierto, por el alto grado de desconocimiento que tenía en la opinión pública, pero ha tenido un crecimiento sostenido y paralelo en reconocimiento, imagen positiva e intención de voto, sobre todo a partir de su triunfo en la consulta por encuestas que llevó a cabo el Centro Democrático y que culminó en diciembre. No muchos políticos pueden mostrar una hazaña como la suya: llegar a 4 millones en su primera candidatura en la vida. Las buenas noticias de ese 11-M incluyeron la superación de lo que Gustavo Petro alcanzó en su propia interpartidista de la izquierda, por más de un millón de votos.

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Duque y su promotor, Álvaro Uribe, acertaron al participar en la consulta interpartidista. En principio, no la necesitaba: con el aval del Centro Democrático ya contaba con una base necesaria para ir a la primera vuelta, como Óscar Iván Zuluaga en 2014, con una posición de fortaleza. Pero ingresar en ese proceso le permitió acceso a los medios, a publicidad política y a contar con instrumentos para darse a conocer, que tenía que ser el objetivo prioritario de alguien sin una imagen consolidada. Esta campaña, al final, le resultó más fácil –y más rentable– que la que había librado el año pasado por la candidatura de su partido, una serie de encuestas que no contó con instrumentos para hacer proselitismo.

Tal como estaba planeado, pero más pronto de lo esperado, Duque anunció que Marta Lucía Ramírez será su compañera de fórmula. Una medida que afianza la coalición, reafirma el mensaje de los aliados del No en el plebiscito por la paz, y agrega la foto con la imagen de una mujer preparada, dedicada y con un discurso firme contra el clientelismo. Sumado al apoyo de Uribe, Duque comienza su campaña presidencial con camiseta amarilla. El candidato de la coalición de la derecha no era el más radical del grupo de precandidatos –y hasta llegó a tener resistencia en el uribismo por sus posiciones moderadas y por haber trabajado con Juan Manuel Santos en el pasado–, pero durante años proyectó una imagen de cercanía con el expresidente: fue su asesor en la mediación que hizo Uribe en el Medio Oriente al dejar la presidencia, y en el último cuatrienio –como senador, cargo que ejerció con alto protagonismo– se sentaba al lado de su jefe y dejó la sensación de que le hablaba al oído.

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La campaña de Iván Duque arranca con viento de cola, pero también enfrenta desafíos. El mayor enemigo es el triunfalismo. La sensación de que la victoria está cantada puede hacer que las huestes se duerman sobre los laureles. Y lo que viene en los dos meses y medio próximos es una batalla dura. Encabezar las encuestas significa ser blanco de ataques. Y a Iván Duque ya lo han empezado a atacar con argumentos como su falta de experiencia y su dependencia de Álvaro Uribe. Su estrategia debe incluir una defensa al señalamiento de que el expresidente es el verdadero candidato en cuerpo ajeno, y recuperar terreno en escenarios –como Bogotá– donde el uribismo es más débil. Al fin y al cabo, en el pulso definitivo, en la primera vuelta, Duque no contará con la carta de la defensa contra el castrochavismo, que le fue tan valiosa el domingo pasado, se desinfló cuando el uribismo superó a Petro por un margen tan amplio.