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El 75 % de los casos de viruela del mono en Cali se estarían transmitiendo por relaciones sexuales

En la capital del Valle se han reportado 16 personas contagiadas. A nivel departamental la cifra asciende a 22.

30 de agosto de 2022
Un trabajador médico sostiene un tubo de ensayo con una muestra de sangre infectada con el virus de la viruela del mono en sus manos
Un trabajador médico sostiene un tubo de ensayo con una muestra de sangre infectada con el virus de la viruela del mono en sus manos | Foto: Getty Images/iStockphoto

La secretaría de salud de Cali confirmó la circulación de 16 casos de viruela del mono en la capital del Valle. De acuerdo con las autoridades sanitarias, la mayoría de los contagios se están registrando en personas masculinas menores de 50 años.

“El virus ya está circulando en nuestra comunidad. No necesariamente tenemos que viajar o irnos al exterior, ya el virus está en nuestro entorno”, precisó Miyerlandi Torres, jefe de la cartera de Salud Distrital.

En palabras de la funcionaria, 12 de los 16 casos (es decir, el 75 %) fueron adquiridos en medio de las relaciones sexuales. “Es importante enviar un mensaje de cuidado y de responsabilidad a la hora de elegir a nuestros compañeros sexuales”.

Torres aseguró que seguirán adelantando actividades pedagógicas para impartir conocimiento sobre la patología. De igual forma, indicó que los esfuerzos se concentrarán, en mayor medida, en la población más vulnerable. Para ello, hizo un llamado a los propietarios de establecimientos nocturnos, como bares y discotecas, a trabajar de manera articulada.

Finalmente reiteró en las medidas de autocuidado para evitar la propagación de la enfermedad como:

  • Lavarse frecuentemente las manos, cinco veces al día o las veces que sean necesarias.
  • Usar adecuadamente el tapabocas, cubriendo nariz y boca.
  • Guardar distancia física en espacios con aglomeraciones.
  • Aislarse en el hogar en caso de presentar síntomas para cuidar a la familia.
  • Sexualidad responsable.

Uno de los casos

A Miguel Andrade la viruela del mono lo sorprendió tres días después de una reunión informal con amigos y extranjeros recién llegados a Colombia. Se vieron en un lugar cerrado de Cali, intercambiaron copas, bailes, unos cuantos besos y algo más. Era otra noche de diversión, no había nada que temer y sí mucho por disfrutar.

Al tercer día de aquel encuentro, su cuerpo estaba más pesado con el pasar de las horas: un malestar general le congestionó las vías respiratorias y un dolor insoportable en huesos y articulaciones lo obligó a un descanso prolongado. Ese día, recuerda, durmió por más de diez horas y se levantó aún más cansado. Algo no andaba bien.

El malestar se prolongó por dos días más, hasta que recibió el primer reporte de uno de sus amigos cercanos. “Aló, Miguel, he estado muy mal de salud, me fui a hacer la prueba de la viruela del mono y salió positiva. Lo mismo les pasó a otros asistentes”. No necesitó más palabras para saber que, seguramente, él también estaría en esa lista de contagiados.

“Al principio fue como una gripa normal. Era un malestar general, pero con mucho dolor en las articulaciones y la cabeza. Y el cansancio y sueño eran impresionantes”, cuenta Miguel. Dos horas después de aquella llamada asistió a la EPS para realizarse el examen correspondiente. El resultado tardó cuatro días, pero cuando llegó ya no era necesario apresurarse a conocer si era positivo. Durante ese tiempo aparecieron los síntomas inequívocos de la viruela del mono.

“A los tres días del malestar empezó a salir el brote en la parte central del abdomen. Al principio son como barritos, un granito normal, pero ya después comienza a picar y arder muchísimo, y empiezan a botar una sustancia como materia (pus)”, señala Miguel.

Los días siguientes –hasta ahora– el brote se propagó en diferentes partes del cuerpo, siendo el abdomen bajo el más perjudicado, así como los brazos y piernas. En el rostro aparecieron, pero en menor medida. “Los primeros días no podía comer nada, no me pasaba ningún alimento. Cuando apareció el brote, el ardor tampoco me dejaba dormir, es como si tuvieras todo el cuerpo en constante ebullición. Eso se suma al dolor de cabeza permanente y al cansancio: en algunos casos te pesa hasta el alma para moverte de la sala a la cocina”, relata.

Miguel tiene 31 años, vive solo y desde hace 14 días no ve la luz del día. Todo lo pide por domicilio y su familia se ha abstenido de visitarlo, a pesar de que la viruela del mono se contagia a través de un contacto estrecho con un posible intercambio de fluidos. Él no lo dice, pero es consciente de que la enfermedad provoca cierto rechazo. La apariencia del enfermo no es la mejor y eso llega a impresionar hasta al más optimista.

“Mirarse al espejo es lo más duro. Porque uno piensa: ¿será que me quedaré así? Aunque a mi favor tengo que decir que los granos que ya se secaron no han dejado manchas”, dice. Y es tal la estigmatización que la viruela del mono ha generado en la sociedad, que la mayoría de contagiados prefiere pasar sus angustias en silencio, resguardados en sus casas y, en muchos casos, lo ocultan hasta en sus círculos laborales y sociales.

La viruela del mono, en comparación con la covid-19, es una enfermedad que se ve. Una afección que puede transformar por algunos días la apariencia física del afectado y esto es suficiente para que nadie quiera acercarse. “Obviamente mi nombre original no es Miguel, pero me toca contar mi experiencia así, porque, de lo contrario, no me vuelven a recibir en ninguna parte (risas)”.

Sobre sus amigos contagiados no sabe mucho. Solo se comunican vía telefónica. Ahora es inútil pensar en el “qué hubiera pasado si…”, pero igual Miguel lo medita. “Fue una fiesta algo alocada, como las demás. Y aunque sé que no moriré por esto, sí pienso en que pudimos cuidarnos más: utilizar tapabocas, separar las copas y utilizar protección en el momento de tener relaciones sexuales. Cosas tan básicas, pero que dejamos de hacer por confiados”.

El malestar completa 14 días y parece no irse pronto. El brote sigue creciendo y generando escenarios de desesperación por el ardor, que lo han llevado hasta ducharse por más de seis veces al día. “No hay nada que hacer, solo aguantar y ya. Actualmente, me hago aguas de caléndula y tomo medicamentos como loratadina, que fueron los que me mandaron”.