Desde hace dos años las obras del aeropuerto en Palestina (Caldas) están paradas. Lo increíble es el poco avance para la inversión multimillonaria que allí se ha hecho.

CONTROVERSIA

El aeropuerto de Caldas: ¿otro elefante?

Contra viento y marea los caldenses insisten en construir el polémico Aeropuerto del Café. Ya se gastaron 150 millones de dólares y terminarlo valdría 500 más.

8 de noviembre de 2014

El aeropuerto del Café que se construye en Palestina (Caldas), se está convirtiendo en un ‘hueco negro’. Además de tragarse millonarios recursos de todos los colombianos, se puede convertir en el elefante blanco más grande y costoso de la Nación.

El país lleva más de una década oyendo hablar de ese proyecto y pese a que desde 2008 se han realizado inversiones que superan los 300.000 millones de pesos, sigue en pañales, con graves errores técnicos y geológicos, y salpicado por denuncias relacionadas con actos de corrupción.

Pero estos hechos no han sido suficientes para que los caldenses, y particularmente los políticos de la región, desistan de la obra. Por el contrario, insisten en conseguir otros 300.000 millones de pesos para terminar la primera de tres etapas. En las últimas semanas el Comité Intergremial de Caldas, los parlamentarios del departamento y el gobernador han enviado cartas y han tratado de convencer al presidente Juan Manuel Santos para que les garantice al menos esa cifra, prometida en campaña.

El problema es que aún si aparecieran esos recursos, finalizar la obra tendría un costo cercano a 1,1 billones de pesos, una cifra exorbitante en comparación con otros terminales de América Latina. Lo insólito es que en 1985, cuando nació la idea, valía 45.000 millones de pesos.

El terminal aéreo ha sido objeto de una gran polémica por varias razones. Una de ellas es que su pista tendría en principio apenas 1.400 metros de longitud, similar a la de La Nubia, en Manizales. Allí solo aterrizan aviones pequeños y permanece cerrado la mitad del año por problemas climáticos. Además, ya hay otros cuatro aeropuertos en la región que quedan muy cerca y que se pelearían los pasajeros. Además de La Nubia, están El Edén (Armenia), Matecaña (Pereira) y Santa Ana (Cartago).

El problema de la longitud de la pista plantea dos enormes dificultades: la primera es técnica, porque construir la definitiva, de 2.400 metros, es un reto enorme para la ingeniería. La razón es que para construirla es necesario cortar varias montañas y rellenar los espacios para formar una meseta. La segunda, la financiera, es consecuencia de la anterior, pues hacer una obra de esas dimensiones multiplica el costo del proyecto.

El gobernador Julián Gutiérrez reconoce que “se cometieron muchos errores”. Hoy nadie entiende cómo comenzaron obras sin los estudios técnicos, que aparecieron solo el año pasado. Y lo peor, ignoraron un análisis de 2002 que advertía de los problemas con los rellenos, conocidos como terraplenes.

En efecto, varios terraplenes no sirvieron, lo que motivó una investigación de la Contraloría que vinculó a 31 funcionarios entre exgobernadores y exalcaldes, que fueron absueltos. El proceso sigue abierto solo con los contratistas, a quienes la Corporación Cívica de Caldas, una entidad gremial veedora, les descubrió otra perla: un carrusel de contratistas e interventores.

A estos líos se suma la rivalidad de manizaleños y pereiranos, que para muchos es la razón del ‘embeleco’ de los caldenses por su aeródromo. El asunto es tan sensible que fue tema de la campaña presidencial. A Santos lo matricularon como defensor del Matecaña y al caldense Óscar Iván Zuluaga como impulsor de Aerocafé. Al fin y al cabo esta obra alzó vuelo durante el segundo gobierno de Álvaro Uribe, cuando Zuluaga era ministro de Hacienda.Al rifirrafe regional le surgió otro capítulo en octubre. Cayó como un balde de agua fría entre los caldenses que el director de Planeación Nacional, el pereirano Simón Gaviria, dijera en Manizales que a Aerocafé le faltan estudios. “Yo no estoy aquí para caramelearlos, para ganarme una sonrisa entre la dirigencia y después dejar al pueblo de Caldas con una tristeza por muchos años”, explicó el funcionario.

Y la estocada final vino del vicepresidente Germán Vargas Lleras en ese mismo escenario, quien aclaró que el gobierno apoya el proyecto, pero dejó su futuro en manos del Ministerio de Hacienda. “Se necesitan recursos y hoy no los tenemos”, dijo. La última palabra del gobierno se sabrá cuando se conozca otro estudio de la Financiera de Desarrollo Nacional.

Lo que muchos temen es que si durante los años de bonanza económica el gobierno no se metió la mano al dril para impulsar el sueño de los caldenses, difícilmente lo hará ahora cuando tiene que apretarse el cinturón porque los recursos son escasos y hay un gran hueco fiscal. La suerte del proyecto aeronáutico más ambicioso de la región podría quedar… En el aire.