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El calvario de Álvaro Uribe para poder ser escuchado en la audiencia de preclusión
Concluyeron las audiencias de la solicitud de preclusión del proceso contra el expresidente Álvaro Uribe. Justamente de él fue la última intervención, que se convirtió en un debate atravesado por lo que se puede o no hacer en estas audiencias, mientras trataba de defender su nombre.
Como es habitual en sus declaraciones, el expresidente Álvaro Uribe escribió hasta el saludo de buenos días en su pequeña tableta. La audiencia que cerró las intervenciones de la solicitud de preclusión del proceso contra el exmandatario estuvo a cargo del mismo Uribe. Pidió cuatro horas para refutar las versiones y una lista de señalamientos en su contra, pero la jueza le recordó los límites de su discurso. El expresidente quedó frustrado.
La cronología en la solicitud de preclusión que hizo la Fiscalía, una vez llegó el proceso por fraude procesal y soborno en actuación penal al despacho del fiscal Gabriel Jaimes, arrancó en septiembre de 2020. Luego, la discusión sobre el sistema penal en el que se debatiría el proceso. Quedó en la Ley 906 y lo asignaron a la jueza 28 penal del circuito, Carmen Elena Ortiz.
En la audiencia de cierre de ayer, el expresidente Uribe mostró al país su libreta de apuntes con 539 páginas redactadas a mano y 2.335 anotaciones. Puntos que consideró relevantes para su defensa y construir su intervención, una exposición para contarle a la jueza quién era él, más allá de lo dicho por las otras partes del proceso.
“Me han acusado de cosas diferentes, de mentiroso, de paramilitar, de complicidad con carteles del narcotráfico, de amenazar personas, de hacerlas echar de sus puestos de trabajo… Debo hacer una extensa reminiscencia de mi vida”, dijo el exmandatario.
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Un año después del cambio de jurisdicción, en agosto de 2021, la Fiscalía expuso seis hechos que a su consideración se convierten en los argumentos jurídicos para pedir la preclusión en favor del expresidente Uribe. Siete días tardó el ente acusador en exponerlos, en audiencias que se extendieron por semanas y en jornadas de ocho de la mañana a cinco de la tarde.
En su intervención de cierre, el expresidente Uribe trató de defenderse, de refutar los señalamientos en su contra, pero la jueza lo interrumpió para recordarle que su exposición se debía remitir a los hechos y no convertirse en un testimonio, pues ese no era el escenario. “Debe ser en los mismos términos que lo hizo la defensa, sobre las pruebas en el proceso, pero no manifestaciones de hechos”, dijo la jueza.
El exmandatario no entendió cómo podría defenderse sin contradecir las acusaciones, y repitió la palabra respeto tantas veces que la jueza no se enredó y reiteró de qué forma el expresidente debía intervenir. “Yo no sé por qué se oponen tanto a refutar lo que ellos dijeron a usted y al país en unas audiencias transmitidas”, señaló Uribe, mientras hacía un esfuerzo por entender el pedido de la jueza.
Después de casi un año y cuando el fiscal Jaimes completó su solicitud en diligencias interrumpidas por burlas del exfiscal Eduardo Montealegre, llamados de atención de la jueza y fallas técnicas, el turno fue para la representación de las víctimas. Primero la defensa del senador Iván Cepeda, que usó el mismo tiempo y los mismos hechos enunciados por la Fiscalía para insistir en la equivocación de precluir el proceso.
El exmandatario, con rostro de frustración y tristeza, trató de leer los 12 hechos que redactó para su intervención, pero la jueza lo interrumpió cada vez que la exposición se convirtió en opinión. Uribe arrancó explicando cómo conoció a Diego Cadena y trató de avanzar en el texto, aunque cada párrafo se impregnaba de consideraciones que la jueza frenó en seco.
Más de ocho meses tardaron las intervenciones para acompañar o para destruir la solicitud de preclusión de la Fiscalía. Hablaron el abogado Jaime Granados, el exfiscal Eduardo Montealegre, el exvicefiscal Jorge Perdomo, el abogado Jaime Lombana y el procurador Jorge Sanjuán, quien le recriminó al senador Cepeda varios gestos de burla durante su exposición.
El expresidente retomaba su discurso en cada interrupción, primero de la jueza, luego de las otras partes que desde los pequeños recuadros de la audiencia virtual levantaban la mano para pedir la palabra. El exfiscal Montealegre le solicitó a la jueza impedir que la intervención de Uribe se convirtiera en la declaración de un testigo, y ella le dio la razón al exfiscal y nuevamente el expresidente tuvo que apretar los labios y borrar párrafos de su texto.
A lo largo del proceso aparecieron personas y hasta periodistas que se inscribieron como víctimas. Cada solicitud era un aplazamiento. Para garantizar el debido proceso y el derecho de las víctimas, la jueza les abrió espacio a todas las partes. La responsabilidad fue enorme y tuvo que llamarles la atención a los gurús del derecho penal que tenía enfrente.
En un solo capítulo, de los 12 que tenía previstos discutir el expresidente Álvaro Uribe en la audiencia de preclusión, se contaban al menos 40 párrafos, de los cuales no pudo leer ninguno. La jueza le llamó la atención, mientras el exmandatario buscaba en su casa un punto donde mirar para no perder el control por cuenta de la frustración de redactar durante semanas un texto que nadie podría escuchar.
“A usted le presentaron a Álvaro Uribe como un criminal, con un patrón de comportamiento criminal, mafioso, de la Oficina de Envigado, mentiroso… Por Dios, le han dicho esto a la juez y ahora ¿no lo puedo refutar?”, advirtió el expresidente Uribe, entre molesto y paciente.
La jueza durante el proceso no solo tuvo que tolerar y responder las solicitudes de las partes, sino defenderse de acusaciones en su contra, incluso denunció a quienes la llamaron corrupta y uribista. En todos los escenarios ganó, pero fue necesario contratar abogado y redactar su defensa mientras se alistaba para las audiencias.
De las cuatro horas que pidió el expresidente Uribe y que avaló la jueza, no se usaron ni tres, sin contar las innumerables interrupciones. El exmandatario no sabía si leer su extenso texto o recurrir a su memoria. Pisaba cada palabra con cuidado de no caer en las advertencias de la jueza, de vez en cuando se atrevía a lanzar una opinión, pero de inmediato la jueza prendía su micrófono como señal de alerta.
“Ellos (las víctimas) pidieron que usted, señora juez, tuviera en cuenta mis antecedentes para tomar la decisión y pretenden que se tengan en consideración, y yo pensé que podría dar mi opinión… defendiéndome”, insistía el expresidente cada vez que la jueza le recordaba los límites de su intervención, tan confusos que los defensores pidieron permitir la exposición y al final hacer las valoraciones. La jueza lo negó y Uribe dijo sentirse preocupado.
El último punto de la exposición incluía una reseña sobre su vida, dijo el expresidente Uribe, una reminiscencia de su niñez, educación y carrera política. Quiso contar el episodio de la “embolada” de sus zapatos en el búnker de la Fiscalía, pero ni eso lo permitió la jueza.
Insistió y pidió leer una conclusión, mientras recordó su respeto por los fiscales y jueces, a quienes llamó “héroes”; tampoco lo pudo hacer. “Es grave que se haya dado la largueza de decir lo divino y lo humano en mi contra, pero triste que no permitan referirme a eso”, dijo el expresidente, llenando de paciencia su respuesta.
Lo que tenía que pasar y se debía escuchar en las audiencias de preclusión se cumplió. En casi dos años, desde que el proceso salió de la Corte Suprema de Justicia, las partes expusieron sus argumentos, y el balón quedó en el despacho de la jueza Ortiz. El próximo 27 de abril se conocerá la decisión, las cartas fueron jugadas y ese mismo día se podría precluir la investigación o iniciarse el juicio en contra del expresidente.
Cualquiera que sea la decisión, las partes podrán apelar y será el Tribunal Superior de Bogotá el encargado de resolverlo. En otras palabras, la discusión está lejos de terminar, serán meses de titulares del caso Uribe. n