JUDICIAL

El carnicero de Buga

Dos cadáveres enterrados en el patio de un comerciante de cerdos pueden revelar otro aterrador caso de asesinatos en serie.

24 de marzo de 2007

"El segundo está junto a la pared, a ese le di un garrotazo y le eché tierra encima", contestó Diego Ramírez, un vendedor de carnes, a los agentes de la Sijín de Buga, luego que estos encontraron un primer cuerpo enterrado en su casa. El carnicero hizo su fría confesión el 5 de marzo, cuando técnicos de la unidad de desaparecidos de la Fiscalía excavaron en la casa de Ramírez en la vereda La Palomera, un suburbio de Buga. Allí encontraron dos fosas de un metro y medio de profundidad, cerca del corral donde guarda sus cerdos. Las autoridades sacaron los cuerpos de Evangelista Cruz Reyes y Gonzalo Díaz Gómez, quienes llevaban sepultados más de dos meses.

Los detectives no descartan que se trate de un asesino compulsivo, "dos hechos se repiten en todos los casos: la forma como enredaba a sus víctimas y el hurto de su dinero", dijo uno de los policías. Esta versión cobra mayor solidez gracias a los testimonios de los familiares de las dos personas asesinadas.

El girardoteño Cruz Reyes, el primero de ellos, era un veterinario que conoció a Ramírez el día que le vacunó sus cerdos. Según la familia, éste lo convenció de vender su carro y comprar unas reses. Así ocurrió y el 21 de noviembre, Cruz le entregó 22 millones de pesos. A su casa en Girardot, mientras pasaba la Navidad, lo llamaba Ramírez hasta que le dijo que le iba a devolver la plata. Cruz acudió a la cita el 2 de enero y nadie volvió a saber de él.

Igual suerte corrió Díaz Gómez, un ganadero caleño. Dicen sus familiares que en los primeros días del mes de diciembre, el carnicero lo llamó y le ofreció un lote de 60 cerdos en 10 millones de pesos, una ganga. Díaz le adelantó cinco millones, pero Ramírez nunca le entregó los cerdos. El 5 de enero le dijo que el negocio se había dañado, y lo citó en La Palomera para devolverle su dinero. Díaz desapareció el día de la cita con tres millones de pesos.

Con 27 años, soltero y sin hijos, Ramírez últimamente trabajaba en una carnicería de Buga y había comprado una nueva casa en esta ciudad. Las autoridades creen que el dueño de la carnicería y la propietaria del predio iban a ser sus siguientes víctimas, pues ya los había citado a su porqueriza para pagarles un dinero que les adeudaba. A pesar de su captura, el caso aún no está resuelto, pues hay serias evidencias de que podrían aparecer al menos otros seis cuerpos en los próximos días.

Se trataría, para empezar, de Luis Ángel Rodríguez y Ana Lucía Calderón, propietarios de dos hoteles. Su desaparición hace ocho meses dio lugar a las pesquisas que condujeron a la Sijín y el CTI hasta Ramírez. De ellos no se volvió a saber nada desde el 11 de junio de 2006, cuando iban a cumplir una cita con el carnicero. Oriundos de Casanare, estos esposos tenían tanta confianza en Ramírez, que le encargaban el ganado. El último negocio que les hizo fue por 140 millones de pesos, los cuales andan embolatados, según dijeron sus familiares.

Los investigadores del CTI consideran que Ramírez tiene la clave para hallar los cuerpos de esta pareja y de otras cuatro personas reportadas como desaparecidas en 2006. Se trataría de un taxista, el dueño de un supermercado y un comerciante, a quienes no se les ha visto desde julio pasado. Ellos salieron juntos a cerrar un negocio, en un campero rojo que apareció abandonado en la entrada a la vereda La Palomera. El otro desaparecido es Orlando Escobar Rodríguez, mayorista de carne, de quien no se volvió a tener noticia desde el 15 de diciembre.

Tras la captura de Ramírez, el reto será lograr que confiese dónde están enterrados los demás desaparecidos y esclarecer cada caso. Mientras eso ocurre, peritos en siquiatría estudian el accionar de Ramírez para definir si se trata de un asesino patológico en serie o de un vil matón al que no le gustaba pagar sus deudas.