POLÍTICA

El Churchill criollo

Parafraseando al exprimer ministro británico, 'Uribito' acusa al gobierno de flojo y apaciguador con el orden público. ¿Le estará haciendo un mandado a Álvaro Uribe?

19 de febrero de 2011

En el foro ideológico del Partido Conservador de la semana pasada, en Villa de Leyva, una cosa quedó clara: al conservatismo uribista no le gusta mucho este gobierno. El vocero de ese descontento fue el gran favorito del expresidente Álvaro Uribe, Andrés Felipe Arias, alias 'Uribito'. En el foro, Arias arremetió con el mayor pliego de cargos que se le haya formulado a este gobierno durante los seis meses de su luna de miel. El fondo de su intervención era denunciar que el gobierno estaba bajando la guardia y que se estaban perdiendo los éxitos de la seguridad democrática. Y el vehículo utilizado para ilustrar este mensaje era presentar al "nuevo mejor amigo" del presidente Santos, Hugo Chávez, como una especie de Hitler al que había que frentear más que apaciguar.

Arias estaba tan posesionado de su papel del Churchill criollo que plagió, sin ningún rubor, una de las frases lapidarias del legendario líder británico. En 1938, después de que el entonces primer ministro inglés, Neville Chamberlain, le sirvió en bandeja de plata a Hitler la mitad de Checoslovaquia, el entonces conservador disidente Winston Churchill dijo: "Pudimos escoger entre la guerra y la humillación. Escogimos la humillación y también tendremos la guerra". 'Uribito', en un arrebato retórico, disparó una frase sospechosamente parecida: "Si nos humillamos para evitar una guerra, tendremos la humillación y también tendremos la guerra".

Paradójicamente, el único colombiano que se había atrevido a utilizar a Churchill en esa forma había sido Juan Manuel Santos. Durante toda su carrera política salpicaba sus discursos con frases del primer ministro inglés. Cuando se posesionó como ministro de Hacienda de Andrés Pastrana dijo que, dada la situación económica del país, lo único que les podía ofrecer a los colombianos era "sangre, sudor y lágrimas". Una frase casi idéntica a la que pronunció Churchill cuando asumió como primer ministro en medio de la Segunda Guerra Mundial. Santos trató siempre de posicionarse como el Churchill colombiano, y la verdad es que, con sus ejecutorias en el Ministerio de Defensa, lo logró. Sus golpes a la guerrilla constituyeron los mayores éxitos militares del país en el último medio siglo.

Lo sorprendente es que 'Uribito' está tratando de invertir los papeles dándole al actual presidente el tratamiento del Chamberlain colombiano. Es decir, el mandatario débil y apaciguador que no capta la gravedad de la amenaza. Para Arias, la coyuntura actual requiere "que se defienda por encima de cualquier tentación de apaciguamiento la doctrina de seguridad democrática y la firmeza a la hora de defender el orden". Agregó que añora "la paz, pero sin engaños, entendiendo que la paz verdadera no se logra con debilidad en esta guerra, sino con la derrota militar completa". Frases de esa naturaleza siempre eran dirigidas, por Uribe o por 'Uribito', a Andrés Pastrana. Mas lanzarlas contra Santos es una novedad.

Pero independientemente de las pretensiones de 'Uribito' de emular a Churchill, lo que hay detrás de su oratoria es una movida de alfil en el tablero de la política. Y el ajedrecista es el expresidente Uribe. El Partido Conservador está dividido entre uribistas y pastranistas, y los dos bandos se están disputando el control de la colectividad. Los uribistas están montados en la teoría de que Santos no maneja el orden público con la misma firmeza que su antecesor. Y los pastranistas están montados en el prestigio del gobierno y en la teoría de que son injustas estas críticas y que la seguridad se combate más rodeando al presidente que atacándolo.

Y detrás de estas dos teorías están los intereses del realpolitik: los uribistas se sienten damnificados porque les quitaron los puestos. Esto sucedió pero no porque fueran uribistas, sino porque eran conservadores y la tajada de ese partido tuvo que reducirse para abrirles campo a los nuevos partidos de la Unidad Nacional. A esto se agrega que algunos godos, incluido su actual presidente, José Darío Salazar, están siendo investigados judicialmente.

Pastrana por su parte se siente socio de este gobierno, pues considera que la mitad de los ministros son suyos. Eso es verdad, pero no fueron nombrados por ser pastranistas, sino por haber participado en la campaña de Santos o por su idoneidad para desempeñarse en sus carteras.

El desenlace de este pulso entre goditos todavía está por verse. En el fondo es un mano a mano entre las experiencias de Ralito y el Caguán. El gobierno de Santos no es más que una excusa para esta pelea.

En cuanto a la seguridad, es posible que no esté en su mejor momento, pero nunca en Colombia había habido un gobierno más capacitado para manejar el orden público. El presidente, por haber sido ministro de Defensa, es un experto. El secretario general, Juan Carlos Pinzón, fue su mano derecha en el Ministerio y conoce la problemática y a los militares tan bien como su jefe. A esto se suma que la otra ficha clave del exitoso ministerio de Santos, su viceministro Sergio Jaramillo, es en la actualidad alto consejero para la Seguridad Nacional en la Casa de Nariño. El general Óscar Naranjo, considerado el mejor policía del mundo, sigue a la cabeza de esa institución. Y el ministro Rodrigo Rivera, aunque criticado, no puede saber más de lo que se aprende en seis meses en una responsabilidad tan importante. Por lo tanto, se podría decir que aunque los colombianos no se sientan felices con la situación de seguridad actual, lo cierto es que están en buenas manos.