Nación
El ‘conejazo’ de los narcos a la justicia con la extradición
Una investigación realizada por el Proyecto de Informes sobre la Delincuencia Organizada y la Corrupción (OCCRP) deja sobre la mesa una radiografía oscura de la extradición. Ya no asusta a los narcos, por el contrario, les permite negociaciones muy favorables, y poca justicia.
La amenaza contra los narcotraficantes de ser extraditados a los Estados Unidos está a la orden desde hace varias décadas, pero los resultados cada vez son peores. No hay condenas ejemplares, siguen siendo millonarios o se quedan con buena parte de la fortuna que consiguieron ilegalmente, y hasta pagan penas irrisorias.
Esta es la radiografía de la política de extradición de narcotraficantes acogida por los gobiernos de Colombia y de México, que ahora se ha convertido en una suerte de estrategia que usan los narcos para burlar a la justicia.
Es la conclusión de una investigación periodística realizada por el Proyecto de Informes sobre la Delincuencia Organizada y la Corrupción (OCCRP por sus siglas en inglés), según la cual los narcos están jugando con el sistema judicial de Estados Unidos, sacando grandes beneficios. En síntesis, lejos quedaron los tiempos en los que los llamados “extraditables”, comandados por Pablo Escobar, decían públicamente que preferían una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos. Ahora esa parece ser su salida.
La OCCRP realizó un trabajo en el que “compiló una muestra de 37 casos separados de extradición de narcotraficantes mexicanos y colombianos de nivel medio a alto para el período 2005-2015. Los datos muestran cómo algunos de los operativos de carteles más grandes del mundo han sido tratados con simpatía. De esos 37 casos, 23 de las personas pasaron o habrán pasado 10 años o menos bajo custodia estadounidense. Solo dos fueron condenados a cadena perpetua. Los períodos más cortos de detención oscilaron entre uno y tres años, y un acusado de alto rango pasó solo ocho meses tras las rejas antes de ser deportado de regreso a Colombia”. Esa es la radiografía.
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En la extensa investigación parten de la figura de un narcotraficante colombiano llamado Carlos Mario Aguilar, conocido con el alias de Rogelio, poco recordado en Colombia, quien pasó de una extradición a Estados Unidos hace 13 años, a una vida lujosa como ciudadano americano, con un trabajo legal en una empresa de logística.
Para hacerse una idea de la talla de alias Rogelio, este narco se codeaba con el poderoso paramilitar y narcotraficante Diego Fernando Murillo, alias Don Berna; Gustavo Adolfo Upegui, cabeza de la temida Oficina de Envigado, y Daniel Mejía, otro paramilitar con nexos con la Oficina. Alias Rogelio, a pesar de tener un prontuario grande y relaciones con los narcos más importantes, aportó poco a la justicia y sus víctimas nunca tendrán respuesta.
Señala la investigación que hoy los narcos prefieren “ir en silencio y cooperar con las autoridades estadounidenses proporcionando información sobre sus aliados y enemigos. Algunos incluso eluden por completo el proceso de extradición, rindiéndose en terceros países y cerrando sus propios acuerdos secretos con EE. UU”. En voz de David Zapp, un abogado defensor de Nueva York, aprendieron la fórmula.
Señala en informe publicado en el periódico Miami Herald que “veteranos de la guerra contra las drogas de cinco décadas dicen que la extradición y otras estrategias se han quedado cortas, ya que los carteles se han convertido en organizaciones de varios niveles que ya no están centralizadas. También trafican con mujeres, contrabandean otros bienes, extorsionan a empresas e incluso financian minas de oro ilícitas”.
Retomando el tema de alias Rogelio, este narcotraficante y paramilitar no fue extraditado por el Gobierno colombiano, era el llamado a reemplazar a Don Berna, pero prefirió otro camino. Consciente de los beneficios de la negociación directa, en 2008 llegó a un acuerdo.
“El jefe del cartel primero se dirigió a Argentina, antes de tomar un vuelo comercial de Panamá a los Estados Unidos, entregándose a los estadounidenses mientras las autoridades colombianas se mantuvieron en la oscuridad. “Hicimos todo a sus espaldas porque no confiamos en ellos”, dijo una fuente a la OCCRP.
El resultado fue un éxito, Rogelio no solo pagó apenas siete años de cárcel, sino que su expediente permanece en secreto y consiguió residencia en Estados Unidos con el argumento de que en Colombia su vida corría riesgo.
La información recogida por OCCRP señala que el temido Rogelio de mediados de la década de los 90 vive tranquilo, con perfil bajo. “Informó que trabajaba como asistente de servicio en una empresa de camiones, ganando menos de 50.000 dólares al año. Tiene una tarjeta de crédito de una importante institución financiera, una licencia de conducir de Florida y ha vivido en la lujosa residencia de Boca Ratón durante varios años desde que salió de prisión”.
Las cifras son contundentes, el 76 % de las solicitudes de extradición de colombianos a Estados Unidos se dan por delitos de narcotráfico, y son aprobadas el 98 %.
Otro ejemplo de la impunidad que está trayendo la extradición y que pone sobre la mesa la investigación es el de Jair Sánchez, alias Mueble fino. A este narco la extradición le salvó la vida, tomó la decisión luego de recibir un disparo, y de haber seguido en Colombia, estaría muerto. En Estados Unidos aceptó cargos y en menos de cuatro años ya estaba de regreso en su vida criminal; volvió a ser capturado este año.
Pero si de cifras se trata, la extradición ha sido una herramienta inocua para luchar contra la producción y tráfico de drogas, tras más de 50 años de lucha, nunca en la historia del mundo se ha fabricado tanta droga con destino a Estados Unidos.