POLÍTICA
El Congreso del Bicentenario
Más de la mitad de los senadores y representantes que se posesionan el martes son nuevos, y el 80 por ciento hace parte de la unidad nacional del gobierno. Después del desprestigiado Congreso saliente, cómo pinta el entrante.
En los pasillos del Congreso reina el optimismo. Hoy, la mayoría de los parlamentarios elegidos el 14 de marzo sienten que se les está incluyendo desde el principio en la agenda del nuevo gobierno de Juan Manuel Santos. "Es un ambiente diferente, ahora somos partícipes del principal propósito del Ejecutivo", dijo el representante y candidato a la presidencia de la Cámara Telésforo Pedraza, quien aseguró que ha habido buena interlocución con los congresistas a través de los partidos, y que el Congreso tendrá mayor peso bajo el esquema de unidad nacional.
El entusiasmo de la mayoría del Congreso con el gobierno que empieza era previsible. Ocho de cada diez parlamentarios apoyaron de alguna forma la candidatura santista y el 80 por ciento de ellos hace parte de una nueva y enorme coalición de gobierno. Bajo el paraguas de la unidad nacional, el uribismo se apoderó de la mayoría de curules. El Partido de la U prácticamente duplicó el número de escaños obtenidos hace cuatro años -obtuvo 28 curules en Senado y 46 en Cámara- y es la fuerza política mayoritaria. El Partido Conservador aumentó 22 por ciento su participación en el Senado y 46 por ciento su presencia en la Cámara. El martes 20 de julio, cuando se posesione el nuevo Congreso, tendrán credencial 22 senadores y 38 representantes de las toldas azules.
El Partido Liberal y Cambio Radical también suman un poder significativo a la coalición de unidad nacional. El primero solo perdió una curul en Senado, al pasar de 18 a 17, y aumentó dos en Cámara, para quedar con 38 escaños. Cambio Radical disminuyó su representación en 40 por ciento, pero al final de la campaña también se sumó a la bancada santista, y le aportó ocho senadores y 16 representantes.
A pesar de que fue una alianza cuajada a última hora y que la mayoría de sus candidatos fueron cuestionados por su cercanía con parapolíticos o con figuras vinculadas a la ilegalidad, el Partido de Integración Nacional (PIN) se convirtió en la quinta fuerza política del país con ocho senadores y 11 representantes. Su impulso le alcanzó para ganarle a Mira, el partido de origen cristiano más organizado del país, que conquistó tres curules en el Senado y dos en la Cámara.
En campaña, Santos rechazó el eventual apoyo del PIN y afirmó que no lo necesitaría para gobernar. Sin embargo, este partido ha logrado abrirse paso tácitamente en la coalición. Indicador de ello es que sus integrantes apoyarán a los candidatos a la presidencia de Senado y Cámara que tienen el mayor respaldo de la unidad nacional: el senador de la U Armando Benedetti y el representante a la Cámara conservador Carlos Zuluaga.
Los verdes, por su parte, con cinco curules en el Senado y dos en la Cámara, han anunciado que tendrán una posición deliberante. "Apoyaremos lo que nos parezca bueno y criticaremos lo que nos parezca malo. Pero no haremos oposición por que sí", insistió el ex candidato Antanas Mockus, líder de la nueva colectividad.
Prácticamente el único partido que se quedará en la oposición será el Polo Democrático, que disminuyó su representación, pues pasó de diez a ocho sillas en el Senado y de ocho a cuatro en la Cámara. A este se podrían sumar algunas voces aisladas en el liberalismo, como las de los senadores Luis Fernando Velasco, Guillermo Santos y Piedad Córdoba, quienes se opusieron a que, antes de empezar el próximo gobierno, su partido se integrara a la unidad nacional.
Con este panorama, el Congreso que comienza tiene varias diferencias con el que termina. Esta vez el uribismo más radical dentro de la U y de los conservadores ha tenido una fuerte disputa con las mayorías que conforman la unidad nacional. Como Santos se ha demorado en anunciar el nombre del que será su ministro del Interior, no ha tenido quién coordine la conformación de la nueva bancada de gobierno. Sin embargo, esta se ha ido formando casi espontáneamente, a pesar de la negativa de los 'furibistas' a compartir el liderazgo del Legislativo con liberales y miembros de Cambio Radical, quienes, a su vez, claman por entrar a la coalición "en condiciones de igualdad".
De ahí que el primer reto del gobierno Santos para mantener unidos a los congresistas de su poderosa bancada será elegir esta semana unas mesas directivas que dejen satisfechos a todos. La mayoría de parlamentarios de la U y conservadores tienen claro que Santos es ahora el dueño de la batuta, y en consecuencia deben realinderar sus lealtades, honrando los acuerdos de unidad nacional en la elección de las presidencias y vicepresidencias de la Cámara y del Senado, así como de las respectivas comisiones. "Al presidente Uribe le choca que ahora trabajemos con los liberales y con los de Cambio Radical, pero nosotros nos adaptamos a esta nueva realidad. Ahora somos más. Es una nueva era", dijo un reconocido senador uribista a SEMANA.
Si en los próximos años la armonía entre las mayorías del Congreso subsiste y la oposición es tan reducida como se prevé, también podría cambiar radicalmente la dinámica parlamentaria. El Congreso de los dos periodos de la era Uribe tenía mayorías gobiernistas, pero la oposición encabezada por los liberales y el Polo se robó el show. El estilo mismo del Presidente saliente polarizó las fuerzas políticas, y estas se radicalizaron aún más con las álgidas discusiones para aprobar la primera reelección y el intento del gobierno de sacar a toda costa la segunda.
Además, los congresistas opositores se lucieron más en los debates de control político que los oficialistas en el trámite de iniciativas gubernamentales. En la oposición se encontraban grandes figuras que se consagraron con debates contundentes, pero algunas de ellas ya no estarán en el Capitolio. Es el caso de Héctor Helí Rojas, Gustavo Petro, Rafael Pardo o Cecilia López. De estos tigres de la oratoria, solo mantuvieron su curul Piedad Córdoba y Jorge Enrique Robledo.
Ahora, en el Congreso del Bicen-tenario, que tuvo una renovación de 62 por ciento, se abren espacios de protagonismo para opositores y gobiernistas por igual. Hay muchas expectativas sobre el papel que podrían desempeñar algunos de los que integran la oposición, como Iván Cepeda en los temas de derechos humanos, Luis Fernando Velasco en los sociales, Gilma Jiménez en los de niñez y Alfonso Prada en los de Bogotá. Pero también prometen dar buenos debates figuras de la unidad nacional como Juan Lozano en los temas ambientales, Juan Mario Laserna en los económicos, Simón Gaviria en los de urbanismo, Miguel Gómez en el de desarrollo empresarial o Juan Manuel Galán en la denuncia de la corrupción.
Sobre los parlamentarios elegidos para los próximos cuatro años recaen otras expectativas de cambio. El Congreso que termina salió muy mal parado ante la ciudadanía: apenas uno de cada dos colombianos cree en él, y cerca de la tercera parte de sus miembros fue investigada por escándalos como la parapolítica, la farcpolítica, la yidispolítica o la repartija de las notarías.
Sin embargo, tener nuevos nombres no necesariamente es garantía de renovación. Que varios de los elegidos sean familiares de políticos investigados por la justicia o hayan salido elegidos en un proceso electoral tan cuestionado no es muy alentador. Está en manos de quienes se posesionen cerrar la brecha que existe entre el optimismo que reina en el Capitolio y el enorme escepticismo ciudadano.