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Noa, la gata de Patricia Vera y Julián Redondo, apareció muerta el 1 de diciembre en el conjunto residencial Los Ocobos, primera etapa.
Noa, la gata de Patricia Vera y Julián Redondo, apareció muerta el 1 de diciembre en el conjunto residencial Los Ocobos, primera etapa. | Foto: ARCHIVO PARTICULAR

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El drama de una familia de Ibagué que quiere saber cómo murió su gata

Noa desapareció el 30 de noviembre y su familia la encontró enterrada sin collar y con una cuerda amarrada al cuello. Al parecer alguien la envenenó, pero nadie les ha entregado las grabaciones de las cámaras de seguridad para verificar.

18 de diciembre de 2020

Una desagradable sorpresa se llevó una familia de Ibagué durante los primeros días de diciembre: luego de desaparecer por un día, Noa, su gata, apareció muerta y enterrada en frente de una de las torres del conjunto Los Ocobos, primera etapa, en el que viven. Aunque todo indica que alguien la envenenó, hasta ahora no han podido lograr que la administración ni la empresa de vigilancia encargada de cuidar el lugar les entreguen las cámaras de seguridad. Además, como la Universidad del Tolima no está haciendo necropsias debido a la pandemia, tampoco han podido comprobar científicamente qué le pasó a su mascota y su única esperanza de hacerlo gracias a una denuncia que ya interpusieron en la fiscalía.

El drama comenzó el 30 de noviembre cuando Noa desapareció de su apartamento. Preocupados, Julián Redondo y Patricia Vera, sus dueños, salieron a buscarla y pusieron avisos en varios grupos de las redes sociales, sin éxito. Después se enteraron de que ese mismo día, un señor que vive en el primer piso de la torre 8 del mismo conjunto vio a la gata retorciéndose del dolor en su jardín y avisó a la portería. También una señora de la misma torre, pero del segundo piso, le escribió por WhatsApp al jardinero avisándole de la misma situación, pero nadie hizo nada y Noa pasó esa noche en medio de la lluvia, sola y adolorida, en el jardín de la torre 8.

Al día siguiente, en la mañana, el hombre que había dado aviso a la portería vio a la gata todavía en su predio y le pidió a los celadores que la retiraran de ahí. Según les explicaron a Julián y a Patricia, el jardinero acudió al lugar y vio a la gata agonizando, pero como no tenía los guantes le amarró una cuerda del cuello, la llevó a la portería y la enterró en un árbol al interior del conjunto.

Ese mismo 1 de diciembre, un poco más tarde, un vigilante les contó a Patricia y a Julián toda la historia. “Cuando nosotros llegamos les dijimos que necesitábamos verla y el jardinero la desenterró. El impacto para nosotros fue grande, ya que ella no tenía su collar, con el que había salido de la casa, sino una cuerda atada a su cuello. El jardinero nos dijo que parecía que estuviera envenenada”, explica Patricia, quien aún no ha logrado reponerse del impacto de la imagen, sobre todo porque Noa estaba con las orejas paradas y los ojos entre abiertos. Incluso tomó una foto y la subió a redes sociales, para denunciar el hecho.

Desde entonces, comenzaron una cruzada para conseguir las imágenes de las cámaras de seguridad del conjunto con el fin de verificar quién le había hecho daño a Noa y cómo había muerto. El administrador les dijo inicialmente que él no tenía acceso a las cámaras, pero que hicieran una solicitud formal vía WhatsApp para remitirle la petición a Seguridad de Colombia Limitada, la empresa de vigilancia encargada del conjunto. Lo hicieron, pero también acudieron a la policía ambiental de la ciudad sin éxito: el encargado solo les dijo que tomaran una foto a un documento que estaba pegado en la puerta y que mandaran un correo denunciando el hecho. No les respondieron en ninguna parte.

Patricia y Julián encontraron a Noa enterrada sin collar y con una cuerda en el cuello. El jardinero dice que la usó para moverla porque no tenía guantes.
Patricia y Julián encontraron a Noa enterrada sin collar y con una cuerda en el cuello. El jardinero dice que la usó para moverla porque no tenía guantes. | Foto: ARCHIVO PARTICULAR

Unos días después, cuando la noticia apareció en el periódico local El Nuevo Día, el administrador les respondió por WhatsApp (luego de haber ignorado varios de sus mensajes) y cambió su versión inicial: dijo que el día en el que murió la gata no tenían cámaras de vigilancia debido a unas obras que estaban haciendo en la portería. Con la ayuda de una vecina, Patricia consiguió el número de una de las personas que hacen parte de la junta de administración, pero ella le dijo lo mismo: que las cámaras estaban desactivadas.

Lo más extraño es que unos días después contactaron a la empresa de seguridad y allá les dijeron vía telefónica que las cámaras estaban bien y que hicieran una petición oficial vía WhatsApp. Sin embargo nunca les contestaron y unos días después, cuando radicaron una solicitud formal, la secretaria de la empresa les dijo que las cámaras son propiedad del conjunto residencial. “Nos queda la duda sobre por qué tratan de encubrir las cámaras. Tampoco sabemos si está permitido dejar sin cámaras el conjunto”, explica Patricia.

Desde entonces algunos les han dicho que es mejor dejar las cosas así, pero ellos no están dispuestos a que la muerte de Noa quede en la impunidad, sobre todo porque el maltrato animal es un delito tipificado en Colombia. Por eso quieren llegar hasta las últimas consecuencias y para eso interpusieron la denuncia en la Fiscalía. Su intención es saber si el procedimiento de la empresa de vigilancia fue el correcto, que les respondan por qué razón no auxiliaron a la gata cuando dieron aviso de que estaba retorciéndose del dolor y que les digan cuál fue la causa real de la muerte de Noa. Además, quieren que les aclaren si a la gatica la enterraron viva, porque según el relato de una de las personas del conjunto, cuando el jardinero la encontró aún no estaba muerta.

Algunos se preguntarán por qué tanto alboroto, hasta me han dicho ‘¡pero si era un animal, adopte otro y ya!’, ¡pero no!, que tristeza que en este mundo hayan personas con un corazón tan malo; he hecho de todo para esclarecer quien acabó con mí Noita, nos ha dolido el alma, encontrarla cómo la encontramos de la manera más vil, masacrada, prácticamente frente a nuestra casa. Yo solo pido las cámaras de la puerta 8 de Los Ocobos etapa 1”.