Walter Arizala, alias Guacho, murió en diciembre pasado. Desde entonces, el narco que era su jefe retomó el control de la zona, y generó violencia y desplazamientos.

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El fantasma de Guacho todavía espanta

Sus hombres siguen en armas, ahora enfrentados al bando de Contador, el capo que, paradójicamente, financiaba a su jefe. Más de 100 colombianos salieron desplazados en medio de esta nueva guerra.

9 de marzo de 2019

El pasado fin de semana alrededor de 150 colombianos escaparon con lo que tenían puesto hacia la parroquia Palma Real, en la provincia de Esmeraldas, Ecuador. Atravesaron la frontera en un intento desesperado por salvar sus vidas. Del otro lado, en su país, los hombres del frente Óliver Sinisterra, que hoy persisten en el crimen sin Guacho, su fundador, se baten a muerte contra el grupo de alias Contador.

Este último es un narco poderoso en el Pacífico nariñense, cuyo nombre y alias estuvieron en la sombra por años. Hoy, tras la muerte de Guacho, ha quedado como el gran capo y jefe del complejo cocalero más grande del mundo.

Mientras que en Colombia ninguna autoridad dijo algo sobre el desplazamiento masivo, el Ministerio de Defensa de Ecuador dio noticia de la llegada de los colombianos. “Este sábado 2 de marzo, en el departamento colombiano de Nariño, se produjeron enfrentamientos entre miembros de grupos ilegales armados ocasionando el desplazamiento”, decía la información del vecino país. También explicaba que las Fuerzas Armadas ecuatorianas estaban reforzando el control de personas y embarcaciones que circulan por los ríos de la frontera, por donde se mueven los narcos.

Del lado colombiano, la Fuerza de Tarea Hércules, que articula a los militares y policías en Tumaco, informó simplemente que desde el 28 de febrero habían estallado enfrentamientos entre el frente Óliver Sinisterra y los Contadores, “debido a disputas por el control de actividades relacionadas con el narcotráfico”.

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La situación es un coletazo de esa guerra que se renueva sin freno en Tumaco. Allí, como en pocos lugares, viven bajo el viejo dicho de “A rey muerto, rey puesto”.

Guacho se había convertido en el enemigo público de Colombia y de Ecuador. No solo porque controlaba buena parte del narcotráfico en el suroccidente del país, sino por la crueldad de sus crímenes, que incluyeron el asesinato de periodistas ecuatorianos y de agentes del CTI.

En diciembre la fuerza pública lo mató. La operación inicialmente generó un descenso de los crímenes en Tumaco, pero la calma no duró mucho. Contador, un viejo pero silencioso conocido en la zona, apareció para tomar el espacio que dejó el fallecido capo. Y ahí comenzó la nueva guerra. Paradójicamente, los hombres de Guacho terminaron enfrentados contra el narco que los ayudó a crear su estructura.

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Se trata de un criminal de vieja guardia. Aunque no perteneció a las Farc, aprovechó el auge de las disidencias en Tumaco, tras el desarme de la guerrilla, para controlar el negocio. Financió a alias Don Y, quien creó las Guerrillas Unidas del Pacífico antes de morir asesinado, al parecer, por las mismas Farc. David, hermano de este último, luego fundó su propia banda de disidentes, con la que se apoderó del control del narcotráfico desde Tumaco hacia el norte del departamento.

Guacho, enemigo a muerte de David, también hizo rancho aparte de las Farc con el patrocinio de Contador. La condición: que lo hiciera partícipe de sus negocios. Pero al parecer empezó a marcar distancia cuando Guacho cayó en su espiral de crueldad. En efecto, al asesinar al equipo periodístico de El Comercio, atrajo toda la atención sobre Tumaco, y Contador, que quería traficar en calma y con bajo perfil, se molestó.

Con la muerte de Don Y, Guacho y David, Contador empezó a tomar un rol más visible en el Pacífico nariñense. Y lo tiene todo para mandar en el negocio. Las autoridades conocen bien sus contactos y alianzas con los carteles mexicanos, que se llevan la cocaína de la región. Lo obstaculizan, sin embargo, los hombres que eran fieles a Guacho y que ahora decidieron enfrentarlo.

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Este complejo panorama se configura en Tumaco y sus alrededores, una región que parece enfrentar a una hidra. Cada vez que sus enemigos le cortan una cabeza, nace una nueva.