JUSTICIA
Contrabando chino en Bogotá: un dragón con el que es imposible competir
Detrás del decomiso de mercancía china ilegal en San Victorino hay una historia de precios bajos y de odios ancestrales que enfrenta a los comerciantes colombianos con los asiáticos desde hace casi un lustro.
La semana pasada la Policía Fiscal y Aduanera (Polfa) realizó uno de los mayores decomisos de mercancía asiática de contrabando en la historia reciente de la ciudad de Bogotá.
Después de estudiar durante meses la entrada y salida de cacharros chinos en las bodegas de San Victorino, el grupo de inteligencia de Polfa, junto con la DIAN y las oficinas de Migración y de Comercio detectaron que extrañamente se habían estado depositando centenares de cajas de confecciones, bisuterías perfumes y juguetes en un edificio de nueve pisos rotulado con el logotipo de un gabinete de abogados, detrás de los locales comerciales.
Con esa información, más de 200 agentes ingresaron a la bodega situada en la carrera décima con avenida Jiménez en donde aprehendieron más de 5 mil millones de pesos en mercancía ilegal proveniente del otro lado del Pacífico.
El conteo de los bienes duró dos días y vino a reavivar una eterna polémica. Como suele suceder en estos casos, los contrabandistas emplearon la técnica de “60/40” para esconder los bienes ilegales dentro de unas cajas de mercancía plenamente amparada. De acuerdo con el jefe de inteligencia en cargo de la operación, el 60/40 es una especialidad asiática que consiste en comprimir lo más posible unos textiles clandestinos para embutirlos en pacas legales y así llegar a introducir al país cerca de tres veces la cantidad de ropa indicada en el acta de importación.
Otras de las modalidades que usaron en esta ocasión fue la de “la tapa” en la que se llenan cajas de mercancía ilegal destinadas a revenderse en Colombia que cubren con dos o tres capas de productos lícitos para evadir los controles de Policía.
Pero esos no son los únicos trucos que existen en el mundo del contrabando. Hace unos meses, reconoce el oficial, tuvieron un problema con la marca de zapatos chinos Yambú, la cual pasaba por México para ingresar libre de aranceles a Colombia, hasta que las autoridades lograron demostrar que se trataba de una triangulación fraudulenta que tomaba ventajas de los acuerdos de libre comercio firmados por el gobierno.
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Por eso es que la tarea es tan ardua para los agentes de aduana que revisan manualmente una mínima parte de las 50 millones de toneladas de productos que ingresan cada año a Colombia. Existen demasiadas modalidades de ingreso y son muy pocos los investigadores encargados de examinar una cantidad gigantesca de productos. Por eso también es que esta incautación fue tan importante en comparación con los 80 a 90 millones de pesos que se suelen aprehender a diario.
El enfrentamiento entre comerciantes colombianos y chinos
Para la jefa de prensa del centro comercial Gran San, Ginna Aguirre, esta fue otra muestra de las técnicas desleales que emplean los comerciantes asiáticos para competir con los colombianos en el sector. Según ella, la mayoría de los chinos en la zona de San Victorino trabajan con visas de turistas o documentos migratorios vencidos, contratan empleados venezolanos y ecuatorianos con salarios sumamente bajos, no cumplen con la legislación laboral ni pagan seguridad social o cajas de compensación; lo que en su conjunto les permite ofrecer precios más competitivos para sus productos y pagar sumas impresionantes de dinero que les permiten obtener los mejores locales, por encima de los que logran los connacionales, “dejando sin empleo a miles de familias”.
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Apenas el 27 de Abril, este mismo centro comercial fue el que organizó una gran marcha para protestar en contra de la competencia “desleal asiática” por el centro de la ciudad, en la que la embajada China tuvo que solicitar protección policiaca para los locales pertenecientes a miembros de sus comunidad.
Sin embargo, del lado chino, la versión de lo que sucede es completamente diferente. De acuerdo con el presidente de la colonia china en Colombia, Kenny Tsui, la reciente crisis económica europea es la que ha llevado a varios de sus connacionales a explorar posibilidades mercantiles en Latinoamérica. Pero no es el ingreso de mercancía ilegal, sino sus talentos de comerciantes los que los transforman en unos enemigos tan terribles a la hora de poder competir.
“Si el costo de un producto es de 10 mil pesos, los comerciantes colombianos están acostumbrados a vender por lo menos a 30 mil al detalle y a 20 mil al por mayor, con un 100 por ciento de ganancia. Mientras que los chinos lo van a vender al 12 mil al detalle y a 15 quince mil al por mayor, porque China es un país con 1.400 millones de habitantes y allá no se habla de unidades, se habla de cientos de pacas de ropa, de chatarrería o de lo que sea”, explica. Además de que saben dónde comprar más barata la misma mercancía que los colombianos adquieren en Asia, no toman vacaciones, trabajan incluso en domingo y no gastan en viajas de recreación.
Pero sobre todo, afirma, no son los responsables de la pérdida de competitividad de los vendedores tradicionales en el mercado colombiano, ya que sólo disponen de 50 locales en San Victorino. En su opinión, son sobre todo chivos expiatorios adecuados para la crisis económica que está atravesando Colombia, la cual es fortalecida por la fuerte carga impositiva existente.
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En ese sentido tiene razón, explica el subdirector de verificación migratoria, Luis Felipe Murgueitio Sicard, ya que de acuerdo con las estadísticas de su oficina sólo hay en el país 2.050 ciudadanos chinos con visa de residencia y 1.581 temporales. Lo que hace un total de poco más de 3.500 personas con esa nacionalidad en un país de casi 50 millones de habitantes. Todo ello con un flujo de ingreso cercano a las 1.200 entradas por día, muy inferior al de los turcos, libaneses o hindúes que también compiten en el sector textil.
Lo mismo dice el mayor Rodríguez, jefe de la división operativa de Polfa Bogotá, para quien el contrabando de mercancía china es un problema que ha venido disminuyendo con el tiempo. “Cuando iniciamos los controles, teníamos un promedio de 40 por ciento de mercancía legal y 60 por ciento ilegal; últimamente hemos encontrado 75% de mercancía legal y 25 de mercancía mala”, detalla. Pero aún así, los precios chinos son tan bajos que es casi imposible de competir para la industria nacional.
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Últimamente, las autoridades colombianas han abierto un nuevo frente de batalla que podría beneficiar a la industria nacional, al decidir combatir también a las mercancías de muy baja calidad por considerarlas como competencia desleal. Pero el proceso de identificación de los parámetros de deficiencia de un producto textil es lento y complejo y también es complicado para la Superintendencia de Industria y Comercio revisar el gran volumen de artículos que ingresan diariamente al país.
Si bien el Ministerio de Comercio Industria y Turismo ha generado iniciativas como los Programas de Transformación Productiva (PTP), Encadenamientos Productivos Formales o el Compre Colombiano destinados a fortalecer varios sectores entre los que se encuentra el de los textiles, –que representó 8.8% del producto interno bruto industrial en 2016 y emplea a más de 600 mil personas- la perspectiva de una posible firma de un tratado de libre comercio (TLC) entre el gigante asiático y Colombia imprime miedo en el comercio nacional. Al respecto, el Ministerio del Comercio informó que no existía ningúna perspectiva institucional de formalización de un acuerdo de ese tipo con China.
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En particular en la ciudad de Bogotá en donde son recurrentes los roces entre vendedores de ambas nacionalidades en los sectores de San Victorino, Chapinero, Puente Aranda y Venecia.
Para hacer frente a este problema, el gobierno ha resuelto disponer policías en los alrededores de los locales asiáticos del centro para impedir confrontaciones. Además de aumentar la tecnología de la que disponen los controles aduaneros con escáneres que facilitarán el trabajo de revisión de los agentes en los puertos y aeropuertos, que es por donde ingresa la mayoría de la mercancía.
Pero sobre todo, explica Kenny Tsui, tanto la embajada China como los líderes de las instituciones locales tienen el mayor interés en emprender mesas de diálogos para facilitar la incorporación de ese nuevo sector de población en la vida nacional y buscar un mejor entendimiento con sus homólogos colombianos.
Lo cual será bastante complicado, precisa Ginna, mientras no se encuentre un punto de equilibrio en la competencia que se pueda desarrollar en los sectores habituales de venta de mercancía barata de la capital del país. Mientras tanto, los decomisos de mercancía ilegal de origen chino o colombiano seguirán siendo un buen paliativo para aligerar la tensión que existe entre ambas comunidades en el sector de San Victorino.