NARCOTRÁFICO
El hombre que tumbó al cartel
El cartel de Cali intentó comprar un submarino nuclear ruso y perdió 10 millones de dólares en el intento. Una historia increíble apenas ahora revelada.
Uno de los mayores secretos de la historia del narcotráfico en Colombia salió a la luz pública hace poco. Durante más de dos décadas ni los capos ni quienes los persiguieron hablaron sobre un tema que resulta sencillamente increíble: la historia de cómo el cartel de Cali estuvo cerca de comprar un submarino atómico para transportar toneladas de cocaína, pero les robaron 10 millones de dólares en ese negocio. Como si fuera poco, quienes tumbaron a la organización mafiosa más poderosa del mundo vivieron para contar cómo realizaron un robo que normalmente se paga con la vida.
La historia se conoció gracias a un documental realizado por Showtime que comenzó a emitir Netflix hace un poco más de un mes. Bajo el nombre de Operación Odessa, los tres protagonistas de la historia cuentan con lujo de detalles la forma como estafaron al cartel, dirigido por los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela a comienzos de la década de los años noventa, justo cuando esa organización estaba en el momento del mayor poder tras la muerte de su enemigo Pablo Escobar y el desmantelamiento del cartel de Medellín.
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“Tenía un amigo que vivía en San Petersburgo (Rusia). Un día lo llamé y le dije, ‘Misha, te voy a hacer una pregunta un poco rara. ¿Es posible comprar un submarino militar de segunda mano?’. Me dijo, ‘Vaya pregunta. Veré qué puedo hacer’. Me llamó a los dos días y me dijo, ‘¿lo quieres con misiles o sin misiles?’”. Con esta frase Ludwin Fainberg, conocido como Tarzán, comienza a contar la manera como hicieron los contactos hasta conseguir que altos mandos de la Armada rusa decidieran vender un submarino nuclear, aprovechando el caos de los primeros años tras la desaparición de la Unión Soviética.
Tarzán es uno de los protagonistas de la trama. Se trata de un ucraniano que llegó a Estados Unidos en 1980. Rápidamente, consiguió trabajo en Nueva York como cobrador de deudas de una de las familias mafiosas más poderosas de Estados Unidos, los Gambino. La muerte y captura de sus amigos lo llevaron unos años después a radicarse en Miami. Con sus ahorros abrió un club de striptease que bautizó Porky’s. El lugar se convirtió en el más concurrido de Florida y el sitio preferido de reuniones del jet set, actores y también de los más temidos mafiosos rusos.
El cantante de rap Vanilla Ice, cliente del club, le presentó a Tarzán a un hombre llamado Juan Almeida, un estadounidense de origen colombiano. Era el dueño de un embarcadero de lanchas rápidas y de concesionarios de venta de automóviles de lujo. Los dos negocios en realidad eran una fachada del cartel de Cali. En las lanchas transportaban droga desde el Caribe hacia Estados Unidos, y con los autos lavaban dinero y, a la vez, se daban el lujo de tener el bólido que quisieran.
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Justamente, en uno de esos locales Almeida conoció y se hizo amigo del tercer protagonista de la trama, Nelson ‘Tony’ Yester. Se trataba de un cubano que también emigró a comienzos de los años ochenta a Florida. Un año después de su llegada a territorio estadounidense había logrado amasar una pequeña fortuna de una forma sencilla: se convirtió en distribuidor de drogas, primero para el cartel de Medellín y posteriormente para el de Cali.
El club Porky’s se volvió el segundo hogar de los tres hombres y el sitio en donde forjaron una profunda amistad. Allí Tony les habló a sus dos compañeros de una misión que sus jefes del cartel le encomendaron. Se trataba de conseguir dos helicópteros de amplia capacidad de carga para movilizar grandes cantidades de droga desde los sitios de producción al punto de embarque.
“Nadie tiene claro quién está a cargo en Rusia”, les dijo Tarzán a sus dos nuevos amigos, a quienes les contó que el despelote de la era postsoviética era una gran oportunidad de negocios. De ese modo, los tres viajaron a Rusia y lograron comprar dos helicópteros Kamov, de gran capacidad y equipados con motores gemelos. Los aparatos llegaron en un avión de carga a Colombia y de allí a las selvas y los laboratorios del cartel.
Los capos de Cali estaban felices y pocos meses después de ese encargo le pidieron a Tony explorar la posibilidad de comprar un submarino en el que pudieran enviar 30 o 40 toneladas de cocaína en un solo viaje. Nuevamente, Tarzán buscó a sus contactos y el trío viajó una vez más.
Los amigos del ucraniano lo contactaron con almirantes rusos que no dudaron en llevarlos a una base militar en donde estaba un submarino. Tras una breve negociación, acordaron comprar el aparato por 30 millones de dólares. El cartel de Cali le había pedido a Tony una prueba del negocio, por lo que él y Tarzán se tomaron varias imágenes con los oficiales rusos y en el propio submarino (ver fotos). Con la prueba gráfica en sus manos, Tony viajó a Colombia y se reunió con los Rodríguez Orejuela.
Los capos estaban felices por la oportunidad e incluso, dice Tony, hicieron cuentas para concluir que esa inversión gigante se pagaría con los ingresos del primer cargamento de droga. Le dieron vía libre a Tony para seguir adelante con el negocio, del cual él y sus socios recibirían una comisión.
El cubano les dijo que debían realizar tres pagos de 10 millones de dólares en efectivo. Tony viajó, esta vez solo, y allí se encontró con un emisario del cartel que le entregó la maleta con el dinero.
Comenzaron a pasar los días, luego las semanas y nadie daba razón de Tony. Sencillamente, había desaparecido con el botín. Los hombres del cartel fueron entonces tras Tarzán y Almeida para saber del paradero del cubano. Los dos se salvaron de morir asesinados cuando los narcos de Cali se convencieron de que Tony también los había estafado a ellos.
Lo más sorprendente del asunto ocurrió unos meses después. Tony reapareció y se comunicó con sus antiguos amigos, que le contaron que la gente del cartel lo buscaba, literalmente, por el mundo entero. El cubano realizó entonces una jugada arriesgada producto de la ambición.
Llamó a los jefes del cartel de Cali y, tras dar una explicación sobre la causa por la que andaba desaparecido, les dijo que ya había entregado los 10 millones a los rusos y que el negocio seguía en marcha por lo que era necesario efectuar el segundo abono. Los capos le dijeron que enviarían a un delegado a una estación de tren en donde le darían el efectivo.
Cuando llegó el día acordado, Tony llegó mucho antes al lugar. Allí pudo ver que el sitio estaba lleno de sicarios distribuidos estratégicamente a la espera de su llegada. Obviamente, el cubano se retiró y optó por escapar con sus 10 millones.
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En el documental aparecen Tony y sus dos compañeros contando lo que ocurrió y mostrando las fotos. También están los agentes que investigaron la mafia rusa en Miami y persiguieron a este particular trío de amigos. Los federales bautizaron esas labores de inteligencia adelantadas por el FBI como Operación Odessa, que le da el nombre a la pieza que exhibe Netflix.
La historia resulta asombrosa desde cualquier punto de vista, y sobre todo porque sus protagonistas se salvaron de morir asesinados. Almeida y Tarzán permanecen en Estados Unidos mientras que en algún lugar de África los documentalistas encontraron y entrevistaron a Tony, el hombre que le tumbó al cartel de Cali 10 millones de dólares y vivió para contarlo.