CRIMEN
El Lobo Feroz aceptó dos de los 276 casos de abuso sexual contra menores que le investigan
El violador serial se declaró culpable ante un juez del delito de pornografía y acceso carnal abusivo contra menor de 14 años. Con estos primeros cargos, ya podría enfrentar una pena de más de 30 años de prisión.
Un día después de llegar encadenado a Colombia, y fuertemente custodiado, Juan Carlos Sánchez, conocido como el Lobo Feroz, aceptó ante un juez haber abusado sexualmente de dos niños, entre los 276 casos similares por los que lo investiga la Fiscalía. El violador serial fue detenido en diciembre del año pasado en Venezuela, y este jueves llegó extraditado a Colombia para responder por sus culpas.
La investigación, que llevó a descubrir sus aberraciones, que además de las violaciones incluía la venta transnacional de material pornográfico de sus víctimas, fue adelantada por la Dijín durante meses. SEMANA reveló su macabra historia en enero pasado, en un reportaje que se reproduce a continuación:
La aterradora historia del hombre que violó 500 niños
En las redes sociales y en su correo se identificaba como “el Lobo Feroz”. Esa alusión al personaje del cuento infantil reflejaba el perfil retorcido de quien puede ser uno de los peores criminales de la historia en Colombia, y muy posiblemente del mundo. Se llama Juan Carlos Sánchez Latorre. Nació el 13 de septiembre de 1980 en Barranquilla, y su nombre será recordado como sinónimo de lo más bajo de un ser humano.
Sánchez violó a más de 500 menores de edad. Una de sus últimas víctimas tenía tan solo 14 meses de nacida y los demás estaban entre los 8 y los 14 años de edad. Semejante abominación no solo lo convierte en uno de los mayores violadores seriales del mundo. Por la macabra forma en que cometió los crímenes también los expertos lo consideran uno de los mayores pederastas y psicópatas conocidos de la historia reciente.
El ataque del Lobo
Sánchez aparentaba una vida como la de cualquiera. Tecnólogo de sistemas, trabajaba en una empresa de cómputo en su ciudad natal. Pero el 14 de marzo de 2008 las autoridades lo arrestaron y lo encarcelaron, sindicado de acceso carnal abusivo y acto sexual con menor de 14 años. Detrás de su aparente normalidad, se escondía un monstruo.
Las autoridades ya lo tenían en la mira. Desde 2005 se habían reportado más de 50 violaciones a menores de edad en la capital del Atlántico y municipios aledaños, y 6 de esas víctimas declararon e identificaron a Sánchez como su agresor. Inexplicablemente, en noviembre de ese mismo año un juez lo dejó en libertad por vencimiento de término a pesar de la contundencia de las declaraciones y las pruebas. Y esa impunidad desató el apetito del Lobo.
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En los años siguientes, decenas de denuncias de menores abusados aparecieron en diferentes municipios de la costa. Pero las autoridades los trataban como casos aislados y a nadie se le había ocurrido atar cabos y pensar en Sánchez como uno de los posibles responsables. Las huellas del Lobo desaparecieron en el camino de la impunidad y la ineficiencia durante años. Pero solo en julio de 2011 su rastro volvió a aparecer, por razones y en lugares inesperados.
En una redada de las autoridades mexicanas contra redes de pederastas que actuaban en la capital de su país arrestaron en un café internet a Héctor Faria, conocido con el alias de Anthony. Al revisar el material que tenía en su poder descubrieron centenares de correos, chats, videos y fotografías provenientes de Colombia. La brutalidad de las imágenes dejó impactados a los detectives. La sede de Interpol en México se comunicó con sus colegas de Interpol Colombia, una dependencia de la Dirección de Investigación Criminal (Dijín). Les entregaron los datos que habían encontrado en los computadores y cuentas de correo del hombre detenido.
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Con esa información, los analistas del centro cibernético comenzaron una ardua búsqueda. Querían identificar al responsable en el país de una cuenta de correo identificada como sádico13@xxx.com por medio de la cual se comunicaba y enviaba material al pederasta mexicano. Pero la información estaba encriptada, y pasaron varios meses antes de poder acceder a su contenido.
Cuando los analistas informáticos lograron hacerlo, quedaron profundamente impactados. Una de las carpetas contenía un documento desde el número 1 hasta el 276. Sin nombre, cada número iba acompañado de un archivo adjunto, cada uno con la foto de un niño desnudo. Un segundo archivo era aún más aterrador. Contenía videos, de entre 2 y 5 minutos de duración, en donde en forma brutal el individuo abusaba sexualmente de cada uno de estos 276 menores. En muchos se oyen los gritos, los lamentos y las súplicas de las pequeñas e indefensas víctimas. Esta parte del material solo cubre lo encontrado del periodo entre finales de 2008 y mediados de 2011.
No menos enfermizo resulta el contenido de los chats con el mexicano Anthony, quien lo llamaba “estimado Lobo Feroz”. Esas conversaciones sencillamente producen náuseas. Tras compartir los videos, realizaban largas sesiones comentando cómo habían sometido a cada uno de los menores de edad. El colombiano le decía que acudía a la fuerza y los amenazaba con armas blancas y con asesinar a sus familiares si contaban lo sucedido. El mexicano le respondía que él, para garantizar que los niños no hablaran, les daba a sus víctimas “unas palizas casi hasta matarlos para que cojan miedo” y le recomendaba hacer lo mismo.
El contenido de las comunicaciones entre los dos pederastas psicópatas también deja al descubierto algo aún más escabroso: el mexicano pagaba por cada una de estas violaciones y este operaba en una red criminal aún más compleja a la que revendía las imágenes. Por cada video de menores abusados que Sánchez le enviaba a sus secuaces en México le pagaban entre 100 y 400 dólares.
Tenían un modus operandi maquiavélico. Sánchez buscaba a sus víctimas en centros comerciales o locales en barrios en donde había juegos de video frecuentados por menores. Allí tomaba fotos con su celular de varios niños. También captaba imágenes de jovencitos en barrios marginales y cerca del lugar donde vivía.
Como si se tratara de un catálogo, las enviaba a Anthony en México. Este le indicaba a cuál niño seleccionar y el valor que le pagaría. Una vez elegido, el Lobo salía a buscarlos. Aprovechando su afición a los videojuegos, entablaba fácilmente charla y se ganaba muy pronto la confianza del niño que había sido señalado.
“Los persuadía de ir con él a jugar videojuegos en su casa. Una vez allí inicialmente les ofrecía entre 2.000 y 5.000 pesos a los menores por dejarse fotografiar desnudos. Al negarse los amenazaba y posteriormente usando la fuerza los sometía y abusaba sexualmente de ellos”, explicó a SEMANA uno de los investigadores del caso, de la Dijín.
La cacería del Lobo
El nombre de Lobo Feroz resultó clave para los investigadores informáticos de la Dijín. Durante varios meses efectuaron pesquisas en la profundidad de la web hasta lograr identificar plenamente a Juan Carlos Sánchez Latorre. Pero aunque ya lo tenían ubicado en el mundo virtual, aún faltaba encontrarlo en el mundo real.
Los analistas del centro cibernético localizaron varias direcciones de cafés internet en Barranquilla y municipios aledaños desde donde Sánchez enviaba las fotos y videos a Anthony en México. Aunque el dato era vago, por redes habían logrado conseguir una vieja foto del hombre.
Con esa pista, investigadores de Interpol viajaron inicialmente a la capital del Atlántico. “A diferencia de otros pederastas, Sánchez siempre actuó solo. Él mismo tomaba las fotos, grababa los videos y los editaba. Esto dificultaba el tema porque no contaba con cómplices en el país que nos permitieran buscar pistas por varios lados”, afirmó a SEMANA uno de los investigadores.
Los detectives comenzaron a recorrer los lugares de videojuegos y los barrios en donde Sánchez ubicaba a sus víctimas. Las semanas se convirtieron en meses y todo parecía infructuoso. Nadie daba razón de su paradero. Sin embargo, el año pasado, cuando uno de los investigadores enseñaba calle a calle la fotografía del pederasta psicópata, la paciencia dio frutos.
“Abordamos a un hombre joven, de aproximadamente 18 años de edad, a la salida de uno de esos sitios de videojuegos. Al ver la foto se descompuso totalmente. Nos preguntó por qué lo buscábamos y le contamos. Entonces nos contó que él había sido una de sus primeras víctimas en 2005, cuando tenía 12 años de edad. ‘Nunca se me va a olvidar lo que me hizo. Si pueden, mátenlo’, nos dijo”, contó a SEMANA el uniformado.
Ese joven entregó a los investigadores los datos de otras cinco víctimas. Los contactaron y tras contar los dramas y el sufrimiento que padecieron, uno de ellos guio a los uniformados hasta el lugar en donde vivió Sánchez y en donde sufrió el abuso sexual. El psicópata ya no estaba allí, pero sí su familia.
Por semanas vigilaron el sitio, pero no llegó. Sin embargo, lograron establecer que se comunicaba con sus allegados por teléfono. Al rastrear las llamadas lo ubicaron en Maracaibo, Venezuela, a donde había escapado a comienzos de 2017.
Los investigadores de Interpol Colombia contactaron a sus colegas venezolanos y los pusieron al tanto del caso. Enviaron la foto de Sánchez y la posible localización. Pasaron muchas semanas antes de recibir respuesta. El 1 de diciembre las autoridades del país vecino les comunicaron a los colombianos que lo habían capturado cuando rondaba un parque infantil en esa ciudad. Lo llevaron a una cárcel en Caracas donde espera que lo manden a Colombia para responder por sus crímenes.
“Utilizamos todos los recursos de la Dijín y la cooperación internacional de Interpol para dar con este delincuente. Este caso tomó muchos años de trabajo, pero nunca desfallecimos. Se trataba de un caso extremadamente grave y aberrante, particularmente por la inmensa cantidad de víctimas menores de edad”, dijo a SEMANA el director de la Dijín, general Jorge Vargas.
Inicialmente, a Sánchez y a su cómplice mexicano las autoridades les encontraron 1.450 archivos solo entre 2008 y 2011, en los cuales estaban perfectamente documentados y grabados en video 276 menores abusados. Sin embargo, en los últimos 6 años, desde la investigación hasta la captura, la cifra de víctimas de este hombre se duplica, hasta superar 500 casos. Esto sin tener aún los datos de lo que pudo hacer en Venezuela.
El impactante caso de Juan Carlos Sánchez hace inevitable recordar al de Luis Alfredo Garavito. Conocido como la Bestia, violó y asesinó a más de 170 menores de edad en la década de los años ochenta y noventa. Condenado a 40 años de prisión, las víctimas y los investigadores del caso esperan que la justicia imponga una pena similar o superior al Lobo Feroz.