Durante los 18 meses que duró la investigación, el mexicano Mario Sánchez Zavaleta y los otros 13 integrantes fueron seguidos día y noche por agentes de inteligencia de la Policía.

JUDICIAL

El mexicano de las Farc

La Policía capturó, la semana pasada, al enlace entre la guerrilla de Alfonso Cano y el cartel de Juárez. Se trata del mexicano Mario Sánchez Zavaleta.

2 de mayo de 2010

Que las Farc están involucradas fuertemente en el narcotráfico no es algo nuevo. Que esa guerrilla tiene negocios con capos de la droga, tampoco. Sin embargo, a pesar de las evidencias que existen sobre los vínculos de ese grupo insurgente con narcos extranjeros, no se había logrado documentar de manera contundente cómo funcionaba esa alianza de las Farc con mafiosos en el exterior. Y eso es algo que finalmente se logró en la madrugada del martes de la semana pasada tras una larga investigación de la Dirección de Inteligencia y la Dijín de la Policía.

Ese día se realizaron 14 arrestos simultáneos en diferentes regiones del país en donde se capturaron a todos los miembros de la red. Entre los detenidos hay un hombre considerado la pieza clave para probar que las Farc trafican directamente con los poderosos carteles mexicanos.

La historia comenzó hace 18 meses cuando las autoridades mexicanas se comunicaron con miembros de la inteligencia de la Policía para informarles que un ciudadano de ese país, llamado Mario Sánchez Zavaleta, integrante del temido cartel de Juárez, había viajado a Colombia. Ahí empezó la 'cacería'. Un par de días después de su llegada al país agentes encubiertos localizaron al hombre en un hotel de mala muerte en el centro de Bogotá. Desde ese momento no le perdieron el rastro.

Cada semana el mexicano se mudaba de hotel, siempre por la misma zona. Salía muy poco de la habitación y cuando lo hacía era para efectuar llamadas desde teléfonos callejeros e ir a diferentes sitios de Internet. A las pocas semanas comenzó a tener reuniones en sitios públicos con personas sospechosas a las que evidentemente ya conocía. Cada una de esas reuniones era vigilada y cada uno de los asistentes a ellas empezó a ser seguido por hombres de inteligencia para poder identificarlos y saber quiénes eran. Allí empezaron las primeras pistas.

Varios de ellos tenían relaciones con integrantes del Bloque Sur de las Farc, que maneja varias rutas de narcotráfico en la frontera con Ecuador, Caquetá y Putumayo. Tanto el mexicano como varios de sus contactos viajaban con frecuencia a Cartagena del Chairá y otras zonas de Caquetá, en donde la guerrilla tiene y controla los laboratorios de coca. El mexicano intentó ser discreto y mantener un perfil extremadamente bajo. Tanto es así que quienes viajaban al exterior, Panamá, Honduras y México, eran las personas con las que él se reunía en Colombia, y no él. Con lo que no contaba es que para ese momento, después de varios meses de investigación, agentes encubiertos de la Policía los seguían por todos los lugares a donde se movían, escuchaban todo lo que conversaban y habían logrado tener acceso, incluso, a los correos electrónicos que el mexicano y sus jefes en México se cruzaban.

Esto les permitió a los investigadores darse cuenta, por ejemplo, de que parte de la coca de las Farc era pagada con armas. En los correos del mexicano hay decenas de mensajes con fotos de pistolas y fusiles ofrecidos por el cartel mexicano a la guerrilla. Curiosamente, como una prueba de que las armas sí existían y no eran imágenes genéricas, eran tomadas sobre un periódico mexicano en el que la fecha se ve con toda claridad.

La Policía estableció que la droga era sacada por el mexicano y su red desde Caquetá hasta Buenaventura y el Golfo de Urabá. De allí viajaba a Panamá y Honduras, donde era entregada a los contactos del mexicano y posteriormente era llevada por tierra y aire hasta los cuarteles del cartel de Juárez. El martes pasado el mexicano de las Farc fue arrestado junto a los otros 13 miembros de la red de guerrilla y la mafia mexicana. Y la información sobre esa relación promete ser explosiva.