TERRORISMO
El niño bomba
La mamá de Heriberto, de 12 años, encontró 1.000 pesos en sus bolsillos. Cree que eso fue lo que le pagaron por cargar la bolsa que explotó en El Charco, Nariño.
Una cortada en el pie derecho fue lo único que permitió saber con certeza que los restos en la calle eran de Heriberto Grueso Estupiñán, el niño de 12 años cuyo cuerpo voló en pedazos tras la detonación de una carga de diez kilos de anfo que él llevaba en un bolso.
¿Fueron las Farc, como dicen las autoridades, las responsables de que el niño cargara la bomba? ¿Heriberto, acostumbrado a ganarse unos pesos haciendo mandados, sabía qué llevaba en sus manos? En últimas, como dice el gobernador de Nariño, Antonio Navarro, así supiera o no supiera, lo que hicieron con él no tiene perdón de Dios.
La maestra de Heriberto, Dolores Castillo, le contó a SEMANA que ese jueves 25 de marzo, el pequeño aprovechó el recreo para ir hasta su casa, junto a su hermanito menor, para buscar algo de comer. Heriberto estaba en tercero de primaria en el colegio El Canal y según su maestra, era inteligente, aplicado en matemáticas y muy callado.
Su familia, compuesta por 13 hermanos, es tan pobre que muchas veces deben ir a estudiar sin almorzar porque en su casa se come cuando se puede. Ese día era uno de esos. Sus padres, que se ganan la vida cultivando coco o vendiendo ostras y cangrejos, no habían llegado. "Parece que en su casa aún no había nada que comer y se fue para el muelle, donde lo contactó la persona que le propuso el mandado", explicó Dolores.
A las 4 de la tarde Heriberto caminaba, con el paquete bomba, cerca de la estación de policía de El Charco, remodelada y reforzada para resistir atentados. El general Gustavo Ricaurte, comandante de la Policía en el suroccidente, dijo que según le informaron, el menor alcanzó a correr cuando un agente de la estación lo llamó para requisarlo: "En la huida, el artefacto explotó". Resultaron heridas 9 personas y 3 policías. Sin embargo, otras autoridades dicen que es confusa la versión de la huida, y que tal vez el centinela lo explicó así para evitar un castigo por no haber detectado la amenaza.
Rosa Estupiñán Obando, madre del niño, le dijo a esta revista que en uno de los bolsillos del pantalón le hallaron 1.000 pesos, lo que presumen le pagaron por hacer el mandado, "de él sólo quedaron enteros sus dos piernitas, el pantalón azul, las medias blancas y los zapatos negros". Ella cuenta que su hijo se rebuscaba todos los días unos pesos llevando recados o paquetes.
El Charco es un pequeño municipio al que se llega tras un viaje de cuatro horas en lancha desde Tumaco y el que desapareció dos veces en el siglo pasado víctima de la furia del mar convertido en maremoto. Allí viven 30.000 personas y solo 8.000 de ellas en el casco urbano.
Lo absurdo de esta trágica historia es que en El Charco la violencia llega con más frecuencia que la luz y el agua. El caserío queda en tinieblas todas las noches a partir de las 12:00 p.m. y el agua sólo recorre los conductos durante dos horas diarias. "Desde 2004 el pueblo ha sido atacado cuatro veces, tres de ellas contra la Policía", aseguró Susana Paredes, personera municipal. En 2009, por ejemplo, se dieron cuatro desplazamientos masivos de comunidades de ese pueblo.
Su posición estratégica -a orillas del río Tapaje y a media hora del Pacífico- convirtió a El Charco en el trofeo de grupos armados ilegales. Hoy es un corredor obligado de guerrilleros del Frente 29 de las Farc y su columna móvil Daniel Aldana.
El uso de correos humanos con bombas no es un hecho aislado para el Frente 29. En julio de 2009, una mujer de 45 años fue usada para introducir un portacomidas con 30 kilos de explosivos en la estación policial de Samaniego, Nariño. Murió la mujer y resultaron heridos ocho policías.
Para las autoridades no hay duda de que lo del niño fue obra de las Farc. En diciembre, esa guerrilla intentó poner una bomba a esa misma estación pero el artefacto estalló antes de llegar a su destino; en el hecho murió el hermano de alias 'Cachama', el jefe guerrillero de la zona.
El gobierno ofreció una recompensa de 100 millones de pesos para dar con los responsables. Pero en El Charco creen que el dinero que se ofrezca para abrir la boca debe alcanzar para empezar de nuevo en otra ciudad, porque allá las Farc todo lo saben.