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El pacto del diablo: el ELN, el Clan del Golfo y las disidencias de las Farc se aliaron para ejecutar un plan criminal contra la Policía
SEMANA revela el acuerdo criminal entre el Clan del Golfo, disidencias de las Farc y el ELN para la actual arremetida violenta contra la Policía. En el plan están millones de dólares de los carteles mexicanos.
Detrás de la violenta arremetida criminal que ha dejado como principales víctimas a decenas de hombres y mujeres de la Policía, hay una gran alianza criminal, que lleva el nombre de ‘Pacto del diablo’. SEMANA conoció que las organizaciones delictivas más sangrientas del país, el Clan del Golfo, las disidencias de las Farc y el ELN, movidas por los hilos de los poderosos carteles mexicanos del narcotráfico, llegaron al acuerdo de establecer una tregua temporal para ir tras un objetivo común: abonar el terreno para una negociación en medio de los anuncios de una paz total, pero siempre mostrando su máquina de guerra.
El despiadado plan criminal, que ya deja 36 policías cazados por estos delincuentes, que incluso han cometido los homicidios cuando los uniformados estaban fuera de servicio y acompañados por sus familias, contempla la realización de una ‘vaca’ entre los ilegales para financiar la violenta arremetida que, según conoció SEMANA, recogió dinero para dos grupos.
El primero es el encargado de hacer seguimientos e inteligencia a las autoridades para luego cometer los crímenes. Se trata de campaneros a sueldo, que no solo dan información particular de los policías, sino también de las posibles falencias en seguridad de estaciones y comandos para realizar actos terroristas, como ha ocurrido.
El segundo grupo es el bloque de ataque, que, replicando el miserable estilo de Pablo Escobar, contrata sicarios a sueldo o miembros de estas mismas organizaciones ilegales, que son responsables del derramamiento de sangre que hoy enluta al país.
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Las autoridades no se han quedado de brazos cruzados. En una acción conjunta de Policía, Ejército, Armada y Fuerza Aérea han golpeado a las estructuras ilegales, y han dejado al descubierto esta alianza denominada ‘Pacto del diablo’ con sus oscuras y violentas intenciones.
Por ejemplo, comandos especializados de la Dijín de la Policía llegaron hasta lo más profundo de una de las guaridas del Clan del Golfo, donde se estaba concretando el plan pistola para asesinar policías en Antioquia. El golpe fue a una estructura denominada Carlos Vázquez, que opera especialmente en Chigorodó, Carepa, Turbo y Apartadó. Una de las regiones más conflictivas del departamento. Ahí, cinco de estos delincuentes se enfrentaron a los comandos y cayeron abatidos.
La advertencia la hace el mismo director de la Policía, general Jorge Luis Vargas, quien afirma que esta arremetida no quedará impune. “La Policía no tiene duda, los vamos a perseguir para llevarlos ante la justicia. Los criminales son criminales y seguirán cayendo”.
Los mexicanos
Más allá de los millones de dólares que reciben por el narcotráfico, hay un factor que hizo que los carteles mexicanos patrocinaran pactos con las organizaciones criminales en Colombia. No tienen duda de que quien fue su principal socio en el mundo de las drogas, hoy es su principal enemigo y riesgo. Se trata de Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, quien en Estados Unidos terminará negociando con la justicia y, además del capítulo Colombia, desnudará la operación completa que incluye a los mexicanos.
No se trata solo de Otoniel, estos carteles se quieren blindar, para ellos no es de poca monta la extradición esta semana de Juan José Valencia, alias Falcon, quien salió en un avión de la DEA y es clave para las autoridades de Estados Unidos. Su rol en el Clan del Golfo no era militar, era un hombre encargado de manejar las finanzas, contactos internacionales y lavado de dinero. Conoce al dedo al Clan y a sus socios.
Los hombres de inteligencia han seguido las cumbres mafiosas que se han realizado recientemente en Medellín, Cúcuta y algunos municipios de Antioquia, Norte de Santander, Cauca, Valle del Cauca y Arauca, algunos de estos estratégicos por su cercanía a las fronteras. Los emisarios de los carteles mexicanos se han sentado con hombres de Chiquito Malo (Clan del Golfo); las dos disidencias de las Farc, la Segunda Marquetalia de Iván Márquez y la conformada por quienes no participaron de la negociación de paz, y el ELN.
Para ellos, es claro que la guerra que enfrentan ha perjudicado el negocio del narcotráfico y, en una eventual negociación con el próximo Gobierno, necesitan sumar fuerzas porque el fantasma de la extradición los persigue y la única manera de frenarlo es subirse al bus de la negociación con el Gobierno entrante y evitar seguir los pasos de Otoniel. Este es el ‘Pacto del diablo’, como cínicamente, entre ellos mismos, lo han denominado y lo utilizan para tener claro el plan y la finalidad.
La articulación criminal, según información conocida por SEMANA, va hasta establecer mecanismos de financiación de la arremetida violenta. Acordaron un “impuesto” por los cargamentos de cocaína para pagar a los asesinos a sueldo que hoy están haciendo cacería a policías y realizando atentados terroristas.
Los carteles mexicanos están enviando este mensaje a organizaciones mafiosas en Europa, donde tienen relaciones: se trata de las mafias italianas, las de los Balcanes, las de España y Holanda, porque si Otoniel abre la boca, se caen todos.
Rostros de la violencia
La violencia desatada tiene rostro, y es el de los policías asesinados, como la patrullera Luisa Fernanda Zuleta, a quien le dispararon en la cabeza cuando atendía un procedimiento policial en Yarumal, Antioquia. En el mismo ataque fue asesinado su compañero Sergio Yepes Páez. Pese a la gravedad de las heridas, la uniformada se aferró a la vida por al menos 24 horas, luego falleció en un hospital de Medellín.
Su historia se convirtió en una de las más tristes de esta escalada violenta contra la fuerza pública. Luisa Fernanda nació hace 26 años en Betania (Antioquia). La primera vez que sus familiares la escucharon decir que quería ser policía fue poco después de la desaparición de su madre, en el año 2000. Con solo cuatro años entendía perfectamente que algo no andaba bien y que solo la Policía lo podría remediar.
Su madre nunca apareció, Luisa Fernanda creció con el vacío y el desconsuelo de saber que, quizá, la violencia le había arrebatado al ser más importante en su corta vida. Ser policía no era un capricho, ella lo veía como una obligación para tratar de evitar que historias como la suya –y la de su mamá– se repitieran.
Se enlistó en la institución hace cinco años, duró un poco más de 12 meses en la academia y luego salió a prestar servicio. Siempre fue aguerrida, aunque en las últimas comunicaciones con su tía Yuly Andrea Zuleta le dijo que le inquietaba la violencia desbordada de las últimas semanas contra la Policía en Antioquia.
No pidió traslado porque a Yarumal llegó hace diez meses, no quería salir corriendo y dejar a sus compañeros sin refuerzos. El sábado 23 de julio recibieron una llamada de una posible alteración del orden público en un barrio de ese municipio. Al lugar asistieron dos patrullas, que fueron recibidas con disparos cobardes desde varios ángulos. Sergio Yepes murió instantáneamente. Luisa resistió con la esperanza de una posible evolución de su salud. No fue así.
Por esos mismos días fue atacado el patrullero Carlos Alfonso Lemus Mena en Lloró, Chocó. En este caso, el uniformado no estaba de servicio y, al momento del atentado, despedía a su mamá en el cementerio de esa localidad. Según el reporte oficial, al salir de las exequias se le acercaron dos hombres, le dijeron “esto es el plan pistola” y le dispararon en el abdomen, brazo y pierna izquierda. A pesar de las heridas, sobrevivió y fue trasladado a Quibdó, Chocó. Su pronóstico de salud es reservado.
Al patrullero Lemus no le respetaron ni el luto. La acción criminal fue coordinada por alias Cristian, integrante del Clan del Golfo. Ahora, el uniformado se aferra a un milagro.
Como estas, hay 36 historias de policías que han caído en el fuego infame del plan pistola, todos entregaron su vida por cuidar las de los colombianos. La Policía y el país los despiden con honores, mientras se empieza a conocer que detrás de todo esto está el ‘Pacto del diablo’.