EL PULSO DE LA NACION
El caso de Rodrigo Lara se convierte en una medición de fuerzas entre el establecimiento y los "dineros calientes"
No se había presentado tanta expectativa desde los días de Nacho Vives y el escándalo Fadul y Peñalosa. El martes estaba circulando por todos los puestos de revistas del país una transcripción de SEMANA de una supuesta conversación grabada entre el ministro de Justicia, Rodrigo Lara, y Evaristo Porras, el narcotraficante que le habría girado, según sus acusadores, un millón de pesos al entonces senador del Nuevo Liberalismo. Al día siguiente de la aparición de la publicación tendría lugar la continuación del debate de los "dineros calientes" en el Congreso, y el país entero estaba a la espera de que en éste se clarificaran en algún sentido los interrogantes planteados por la transcripción.
En medio de un ambiente de circo romano (ver recuadro), estuvieron por primera vez frente a frente en el recinto del Congreso los protagonistas de esta confrontación. Cuando todo el mundo esperaba que se soltaran los leones, fue más bien un baldado de agua fría lo que cayó sobre los presentes. En realidad no hubo debate. Aprovechando la circunstancia de que éste había sido citado por el Nuevo Liberalismo, sus representantes manipularon el procedimiento para desviar la controversia de los temas candentes de los cuales estaba pendiente el país, hacia una descripción didáctica del tráfico y del cultivo de drogas.
NADIE PREGUNTA
El debate de los dineros calientes se había congelado, pero curiosamente también se congeló la reacción de la opinión pública. Nadie se atrevía a llegar a conclusiones definitivas sobre el asunto. El hielo lo rompió el día jueves el diario El Espacio, que publicó una segunda transcripción de una conversación telefónica entre el Ministro y Porras. En ésta aparecía un elemento clave que no se había registrado en la grabación de SEMANA: la constancia de que Lara sí había recibido dinero de Porras. Esto se deducía de un agradecimiento que el senador expresaba por dicha contribución, utilizada para cubrir deudas del Nuevo Liberalismo. Otro elemento que pudiera ser, a primera vista, comprometedor, era una respuesta de Lara a una pregunta sobre el tratado de extradición, que constaba en esa misma grabación. Pero analizada fríamente, no era más que la respuesta rutinaria de un político.
Sin embargo, los términos generales de esta grabación, sumados a los ya existentes, daban para que tuviera lugar una reacción tanto de los medios de comunicación como de los círculos políticos, particularmente del Nuevo Liberalismo. Pero esta vez tampoco se presentó. Con la excepción del diario El Mundo, que pidió la renuncia del Ministro, y una columna de Hernando Giraldo en el mismo sentido en El Espectador, el mutismo se mantuvo. Incluso el senador Galán, quien había avalado la conducta de Lara antes de que apareciera la evidencia en su contra, se abstuvo de hacer declaraciones hasta el viernes por la tarde, cuando se refirió al problema esquivando una defensa directa de Lara.
LA RUEDA DE PRENSA
Cuando no se hablaba sino de la inminencia de la renuncia del Ministro, volvió a renacer la expectativa con el mismo interés que en el comienzo, en el momento en el que se anunció que el viernes en la tarde convocaría una rueda de prensa, para clarificar de una vez por todas las acusaciones elevadas en su contra. En un salón del ministerio de Justicia atestado de periodistas, Lara notificó a los presentes que comenzaría por leer una declaración, dejando la impresión de que la rueda de prensa tendría lugar después de eso.
Procedió entonces el Ministro a dar lectura a un breve documento que contenía los fundamentos de su defensa. A pesar del tono enfático en que fue leído, el contenido resultó ser lánguido. Sin negar rotundamente que las grabaciones eran reales o que él conocía a Porras, se concentró en señalar algunas contradicciones secundarias en que pudieron haber incurrido sus acusadores, tratando de que se infiriera de esto una inocencia global. Fuera de ello se limitó a recalcar la condición de sus acusadores, a los cuales, en el caso de los señores Escobar y Lehder, asoció directamente con el tráfico de estupefacientes, haciendo públicos algunos detalles de su curriculum. Cuando terminó la lectura del documento y los periodistas se aprestaban a formular sus preguntas, fueron notificados de que este era el final de la rueda de prensa y acto seguido invitados a ver en betamax la grabación del programa de la cadena norteamericana ABC sobre la cocaína, en el cual aparecen como figuras centrales Escobar y Lehder. La defensa de Lara no logró despejar las dudas que flotaban sobre su conducta y su posición; por el contrario, se debilitaba en medio de este juego en el que alternaban de un día a otro expectativas y decepciones.
CAE EN LA CELADA
El consenso general, al final de la semana, era el de que a Lara se le había tendido efectivamente una celada, como él alegaba, pero que había caído en ella y posteriormente mentido en su defensa. Las conversaciones entre Lara y Porras indudablemente habían sido provocadas para ser grabadas e interpretadas posteriormente en forma incriminatoria. Sin embargo, saltaban a la vista dos errores serios que parecia haber cometido el Ministro: el primero de ellos, haberse dejado inducir a aceptar la contribución. El segundo, haber negado que conocía a Porras, y haber sustentado el ingreso del dinero por mecanismos comerciales que carecieron de toda credibilidad. De haber recibido el cheque, Lara habría incurrido en un acto de infinita torpeza e ingenuidad, si se tiene en cuenta que en la conversación que supuestamente mantuvo con el donante, se le pusieron de presente los antecedentes delictuosos del mismo. Aceptar la contribución de por si no habría representado delito alguno, puesto que no hay ninguna evidencia de ofrecimiento de contraprestación. No se trataba tampoco de un propósito de enriquecimiento personal, ya que las conversaciones reflejan que el dinero habría sido entregado a un movimiento político, al cual efectivamente se destinó. Del hecho de que hubiera sido girado a nombre de Lara puede deducirse la buena fe con la que actuó. Pero, no obstante la buena fe que puede deducirse de este episodio, habría incurrido en un error político monumental. El Ministro inconscientemente parece haber creido que "dineros calientes" son solamente los que la mafia le da a los enemigos de uno, y como Porras en todo momento orientó la conversación contra Escobar y Santofimio, Lara parece no haber registrado la temperatura del dinero que le ofrecía su interlocutor .
Sin embargo, aún esto hubiera sido el pecado venial si se explica desde un comienzo con claridad a la opinión pública. Y es ahí donde se cometió el segundo error. Lara, tomado por sorpresa, sin conocimiento de que existian grabaciones, y probablemente sin entender inicialmente los múltiples hilos de la celada que le habían tendido; negó instintivamente una serie de hechos que después comprometerían de manera grave su credibilidad, al salir a flote la evidencia en su contra.
EL CRIMEN PERFECTO
Si Lara cometió algunos errores, no se puede decir lo mismo de sus enemigos. El montaje contra él fue cientificamente planeado y ejecutado. En cada etapa se le inducía a negar algo que inmediatamente era rectificado.Las pruebas contra él se hacían públicas en forma dosificada para acorralarlo cruelmente en su defensa del día anterior. En forma calculada, le dejaban una puerta abierta, y cuando iba a salir, implacablemente se la cerraban. En público; para efectos políticos, el Ministro señalaba a sus detractores como miembros de la mafia. En privado expresaba su convencimiento de que el autor intelectual de todo esto era Alberto Santofimio, quien fue el primero en ser acusado de ser respaldado por los "dineros calientes", y con quien él tenía casada una campaña moralizadora de tiempo atrás. Al final, Lara no tenia sino una defensa. Como él mismo anotó en el comunicado que leyó en la rueda de prensa, "no es la preocupación por la permanencia o no en el cargo de un empleado sino las consecuencias funestas para el país que traería dejar en manos de narcotraficantes la calificación moral de los dirigentes políticos y de los funcionarios del Estado". Este argumento, que no desvirtuaba ninguna de sus acusaciones que se le habían hecho, parecia recoger el sentimiento general de los principales estamentos del país. El Ministro se había convertido en el símbolo de un enfrentamiento entre la mafia y el establecimiento, y de la suerte que corriera dependía de qué lado se ganaría el primer "round". SEMANA pudo enterarse de que tanto en la Presidencia de la República como en los principales diarios del país se decidió que el problema había que enfrentarlo en esos términos. El propio Galán, en su declaración del viernes por la noche, se concentra en este dilema haciendo abstracción de todas las acusaciones contra Lara. El gobierno, como para indicar en forma indirecta que no cedía un milímetro frente a la mafia, sostuvo a través del Canciller que el tratado de extradición, tan combatido por narcotraficantes y otros sectores de la opinión, recibiría todo el apoyo del gobierno.
SOBREVIVE
La impresión de los que conocen a Lara es de que, si bien pudo cometer errores, fueron más de forma que de fondo. En circunstancias normales, sin embargo, errores de forma cometidos cuando se ocupa el rango de Ministro justificarían una renuncia.
Carreras como las de Nixón, Profumo y Edward Kennedy se vieron truncadas, total o parcialmente, no tanto por los los hechos imputados, como por haber intentado ocultarlos. Pero si algo no puede considerarse circunstancias normales, es el hecho de que sean personas asociadas ante la opinión pública con el narcotráfico, las que pidan la cabeza de un Ministro. De ahí que, aun cuando el senador huilense no salga inmaculado de este episodio, es probable que el Presidente haya optado por sostenerlo en el gabinete, al menos por ahora, para no concederle este "round,, a los detentores de los "dineros calientes". Lara por su parte, dentro o fuera del gabinete, tiene suficientes elementos a su favor como para sobrevivir políticamente a este impasse. Sin embargo, no será el mismo hombre del caballo blanco que llegó al ministerio de Justicia.
EL BALDADO DE AGUA
Por segunda vez en ocho días, la plenaria de la Cámara de Representantes se reunía para debatir el tema de los dineros calientes. Previendo una gran afluencia de curiosos, la entrada al recinto, el miércoles 24 de agosto, se encontraba rigurosamente custodiada. Los mismos periodistas, que habían acudido al parlamento con la esperanza de cubrir un debate sin precedentes, también vieron restringido su ingreso por culpa de las medidas de seguridad que se habían tomado con el fin especifico de impedir la entrada de Carlos Lehder quien en el debate anterior habia alegado su calidad de periodista para tomarse una de las cabinas destinadas a la prensa y orquestar desde alli un debate en él que se pidió la cabeza de Rodrigo Lara. En medio de esta multitud que luchaba por abrirse camino entre las autoridades de policía se presentaron múltiples incidentes, entre ellos el protagonizado por una escolta del Procurador Jiménez Gómez, quien intercambió algunos puños con un mayor de la policía, que intentaba requisarlo en contra de su voluntad. En el interior los ánimos estaban aún más exaltados. Se rumoraba con insistencia que Pablo Escobar se encontraba en uno de los salones de las comisiones por lo que todas las miradas cústodiaban el único acceso al recinto. Cuando el antioqueño finalmente hizo su ingreso pareció evidente que la consigna era la de frustrarle el "show", para evitar que se repitiera el espectáculo que días atrás había dado Lehder. A Escobar se le exigió que se pusiera una corbata, la cual le fue facilitada por uno de sus guardaespaldas y posteriormente se le exigió la presentación de la cédula. Al final tuvo que permitirsele la entrada en su calidad de suplente a la Cámara, pero no a su esposa, que pretendía acompañarlo en el debate. Curiosamente, ella fue escoltada más tarde hasta el interior del recinto por Victor Mosquera Chaux. La mayoría de los parlamentarios no pudieron ocultar su desagrado ante la presencia del visitante. "Esto es peor que lo de Lehder", comentó un alvarista triple A. "Cómo lo dejaron entrar" pregunto otro indignado parlamentario. Pero los murmullos pronto fueron ahogados por los aplausos de los asistentes. Acababa de llegar el ministro de Justicia Lara Bonilla, cuya resuelta actitud dejaba adivinar su convicción de que aquella seria su noche. Las barras se encontraban atestadas de partidarios del ministro, lo que le permitía en esta oportunidad a Lara jugar de local, al contrario del debate anterior, cuando las barras abiertamente partidarias de Lehder lo habían obligado a jugar como visitante. No pudo ser mayor la desilusión. Por lo que se considera que fue un plan prediseñado, la discusión no se dejó llegar en ningún momento a puntos claves como el de la grabación de una supuesta entrevista entre el ministro Lara y un narcotraficante y, por el contrario, se le otorgaron al debate visos académicos que redujeron el evento a un sermón sobre los peligros de la drogadicción, con una cuidadosa explicación sobre los métodos de cultivo y procesamiento de la cocaína. El punto culminante de esta disgresión académica se produjo cuando entre los asistentes se hicieron circular sendas muestras de "bazuco" con la consigna de que constituía un veneno para las nuevas generaciones. Ello condujo a que muchos de los parlamentarios presentes aburridos por el frío giro que habían tomado los acontecimientos, prefirieran hacer corrillo en torno a un aparato de televisión colocado en el pasillo, en el que estaban transmitiendo algo que parecía más candente: el partido Brasil-Argentina. El verdadero espectáculo era el que a esas mismas horas protagonizaba Lehder en el exterior del congreso. Previendo que se le iba a impedir su ingreso al edificio, había viajado desde Armenia acompañado de 500 quindianos y una banda de música, con los que armó una manifestación en plena plaza de Bolivar, en donde a esas mismas horas tres mil furiosos arrendatarios lanzaban arengas contra el gobierno por las nuevas medidas de arrendamientos. Muy hábilmente, Lehder aprovechó el descontento de los manifestantes para prometerles apoyo en nombre de su partido, el movimiento Latino Nacional, con el objeto de dejar claro entre los observadores que si bien se le había impedido él acceso al parlamento, no era hombre que perdiera el tiempo. Un desprevenido observador que pasara en aquel momento por allí no habría tenido más remedio que áfirmar que el mundo está al revés. . .