Así entrena un enfermero de guerra en Colombia
Así entrena un enfermero de guerra en Colombia | Foto: Suministrada a SEMANA por el Ejército

Orden Público

El relato de madres que vieron entregar las vidas de sus hijos por las de desconocidos

Las madres de los militares que han muerto en combate o que han sido atacados por grupos criminales están convencidas de que sus hijos trabajaban para que otros tuvieran seguridad. El Ejército nacional entrega a la JEP desgarradores relatos argumentando que ellas también son victimas de la guerra y deben ser tratadas como tal.

13 de noviembre de 2021

El soldado profesional Castro sobrevivió a un disparo en la cabeza en medio de uno de los tantos enfrentamientos que se han vivido en el territorio nacional. Su caso parecía ser un milagro, pues de cada tres personas que tienen una herida similar dos mueren, según las estadísticas médicas citadas en el informe que el Ejército nacional entregó a la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, el pasado 28 de octubre y que recibió el nombre de Catarsis. En este se recopilaron cientos de historias que reflejan la realidad de las víctimas directas e indirectas que dejaron cinco décadas de conflicto armado en Colombia. No solo los militares sufren también su entorno familiar, recalcan en los documentos.

Castro aparentemente quedó bien tras una cirugía, aunque no fue posible retirarle el proyectil. Lo que con los años le generó un aneurisma que ocasionó episodios de agresividad severa. Así que lo intervinieron quirúrgicamente de nuevo. Su madre estaba allí, en el hospital, cuando él despertó. “No hablaba. Él me hacía señas que le buscara un cuaderno. Entonces hacía rayas en él. Yo casi no sé leer, pero sé que ahí no dice nada”, relata Martha. En ese momento se dio cuenta de que su hijo ya no sería más el apoyo en su hogar, sino que por el contrario ella tenía que dejar todo de lado para empezar de ceros con él.

Martha cuenta cómo le enseñó a hablar a su hijo: a decir mamá, papá, agua. A que identificara cada parte del cuerpo: los ojos, las manos, las rodillas, la nariz. A caminar, “lo amarraba por aquí en una silla, porque él no se sostenía. Yo le daba agua con un pitillo. Le cambia el pañal”, así describe la madre del soldado profesional que, aunque ella no fue a combatir, si se vio afectada por el ataque que recibió su hijo.

Este es uno de los relatos que entregó el Ejército en el que se agrupan 64 folios para formar el capítulo llamado Heroínas Silenciosas. Madres y esposas a las que la vida les cambió en un abrir y cerrar de ojos. Muchos de los actos que se cometieron fueron inhumanos y claramente ilegales al medirlo con el racero del Derecho Internacional Humanitario. “Mi hijo quedó completamente destrozado”, describe la señora Marlene Insignares madre del soldado profesional Jorge Yepes quien en 2003 fue asesinado por artefacto explosivo improvisado y de su cuerpo solo se pudieron recuperar pequeños trozos de hueso y piel. “Lo identifican porque queda un pedazo de tela del uniforme con el nombre: Yepes (…) Hubiera querido verle por última vez su carita, así fuera en un cajón”.

Cada una de las 269.573 víctimas que aportó el Ejercito nacional hasta antes de 2016 a la guerra tiene un entorno social que muchas veces desde el lado del espectador poco se entiende. La maldad del ser humano cala en las entrañas de una madre.

Arrodillada frente el televisor permaneció por minutos Corina Orozco de la Hoz el 27 de diciembre de 2005. Era el fin de año más amargo de su vida. En noticias informaban que aproximadamente 300 hombres del Bloque Oriental de las FARC habían asesinado a 28 militares en un ataque contra el Ejército nacional en Vista Hermosa, Meta. En ese punto estaba su hijo, el soldado Manuel Salvador Ortiz, defendiendo a los pobladores. “Le decía al Señor que me guardara a mi hijo”, relata Corina 15 años después, con el mismo temblor en sus manos. La angustia que describe, solo la entiende una madre. Mientras en los medios de comunicación pasaban imágenes del cruento ataque, la lista de víctimas mortales cada vez se hacía más larga. Al escuchar el nombre de su hijo, Corina se desvaneció.

Así relata una madre el dolor que se siente:

Al dolor que genera la perdida de un ser querido se suma que según la reglamentación colombiana en materia de víctimas los militares tienen un régimen especial. “En Colombia existe la reclamación de la reparación integral del miembro de la fuerza pública víctima del conflicto por vía de la jurisdicción contenciosa administrativa ya que en el régimen especial para las fuerzas militares y la Policía nacional no está contemplada y la ley de víctimas prevista para este caso excepcional no realizó esa reglamentación por el contrario discriminó y exceptuó a esta minoría de la compensación económica”, explican en uno de los aportes del documento.

Los familiares de los militares recuerdan que detrás de un uniforme hay un ser humano como cualquier otro que incluso estuvo dispuesto a dar su vida por aquellos que hoy juzgan la profesión que eligió, porque cada territorio que recorrieron fue con el fin de custodiar su país, independientemente de los aciertos o desacierto que a lo largo de la historian han tenido sus comandantes.