POLÍTICA
El sorprendente giro de Margarita Rosa: de la niña Mencha a mordaz petrista
Margarita Rosa de Francisco se convirtió en una de las voces más mordaces de la política. Irreverente, admirada y controvertida, su papel en el debate da cada vez más de qué hablar.
Esta semana, Margarita Rosa de Francisco fue una de las protagonistas de la política. Su presentación del llamado pacto histórico y su polémica columna en el diario El Tiempo no solo encendió los rumores de su llegada a la arena electoral, sino que puso a todo el país a hablar de ella. Desde que el país la vio por primera vez en pantalla, la bella y aguda actriz no solo no ha pasado inadvertida, sino que siempre ha puesto agenda. Irreverente y jugada por lo que cree, siempre ha sido un referente. Ahora, promete tener un rol de protagonista en la carrera por el 2022.
El país la conoció cuando llegó a Cartagena en 1984 como representante del Valle del Cauca. No se llevó el primer lugar, pero se coronó muchísimo más que la misma reina. Su belleza y su carisma deslumbraron allí, pero se llevó el corazón de los colombianos gracias a su primera novela: Gallito Ramírez. Allí, con su papel como la Niña Mencha, se inmortalizó. Margarita Rosa se convirtió en una estrella de la televisión, en esa época en que los colombianos tenían una cita obligada todas las noches con la novela de moda. Sin internet y sin redes sociales, era casi imposible crecer en Colombia sin ella.
No era una actriz cualquiera, sino una que despertaba debate y rompía tabúes. El mayor ejemplo de este rol casi reformista fue aún en los ochenta cuando protagonizó Los pecados de Inés de Hinojosa. Allí hizo la primera escena de desnudos y relaciones lésbicas en compañía de otra diosa de la televisión, Amparo Grisales.
En el entretanto, Margarita Rosa se casó con Carlos Vives. Aunque el matrimonio duró poco, el encanto de este amor sedujo a millones. Después de este rompimiento, Margarita se fue del país y cuando regresó a Colombia tuvo quizás uno de los mejores papeles de su vida en la exitosa Café con aroma de mujer. De allí, la actriz siempre ha estado vigente en otras novelas o presentando noticieros o realities.
Lo más leído
Se podría decir que ella es una de las pocas artistas que han sabido triunfar en todos los tiempos y en todas las plataformas. Ahora es una de las principales influencers de las redes sociales. Desde su cuenta en Twitter y su columna en El Tiempo se ha convertido en una voz que pesa ya no solo en el mundo del arte, sino en el del poder. Lo que quizás nadie esperaba es que este giro de su vida artística fuera hacia la izquierda más radical. De la mano de Gustavo Petro, Margarita Rosa vuelve a estar en escena. Esta semana, fue la encargada de leer un manifiesto de las llamadas fuerzas progresistas, una especie de decálogo de cara a 2022. En este episodio, como en todos en su vida, también se la está jugando toda.
Le salió mal en cierto modo su columna en El Tiempo. En su escrito, Margarita explicó el porqué de su salto al debate del poder. “He ido asomándome con más curiosidad y a medida que abro los ojos siento más indignación, más horror y más ganas de intervenir en la discusión pública”, dijo. Pero se le fueron las luces cuando decidió emprenderla contra el dueño del periódico en el que ha escrito por años. “¿Cómo no pensar en personas más innombrables que ‘el innombrable’, dueños de todo el país, que financian las campañas de presidentes como el que hoy nos malgobierna?”, escribió. Luz Ángela, hija de Luis Carlos Sarmiento, le contestó al lado de su columna señalando que El Tiempo publicó su escrito, pero que esas “injurias” ameritaban una reflexión. Sarmiento la calificó como una “pluma suprema” y aseguró que ella “se siente cínica ante toda forma de gobierno en este país desde los años 70 hasta nuestros días”. Pero le advirtió que “las difamaciones vulgares no serán toleradas nunca en este periódico”.
El calibre de las insinuaciones de la actriz, mezclado con el rol que cumple ahora en la causa petrista, dejó un mal sabor. Margarita Rosa intentó zanjar la discusión diciendo que “la política solo me interesa como ciudadana común y corriente. No quiero cargos públicos. No estoy capacitada para eso. Por favor, no se imaginen más esa ridiculez. Ya lo he dicho y lo seguiré repitiendo. Quiero ser estudiante. Nada más”. Todo parece indicar lo contrario.